Se puede fabricar una verdad como se hace una arepa. De hecho, la oligarquía venezolana, que jamás defendió otros intereses que no fuesen los propios, pretendió que nos comiéramos la arepa de que en Venezuela se ha cercenado la libertad de prensa y pensamiento, al no renovar la concesión a Rctv, la penúltima madriguera de los enemigos del pueblo.
Para la oligarquía apátrida, su enconado odio no los deja ver que una gran mayoría de venezolanos ama la paz y apuesta su destino al proyecto de cambios radicales y de rupturas con el pasado de felonías que ellos practicaron, siempre de espaldas de la gran mayoría que cree en el destino glorioso de Venezuela, y que exalta su dignidad por encima de las mentiras mediáticas que fabrican desde los laboratorios de algunos medios de comunicación. No es difícil entender los exabruptos de Marcel Granier, el arquetipo más visible de una clase social que aborrece a los pobres, cuya sensibilidad sólo se expresa por las lesiones que sufrirá el patrimonio familiar de unos testaferros foráneos pagados por el gobierno terrorista de George Bush.
Todos estos años, Rctv se dio a la tarea de caricaturizar la Revolución Bolivariana, que es más que la idiosincrasia del pueblo venezolana, su savia vital, como la sangre que da vida a todo el organismo social. Se ha mostrado al líder fundamental de este proceso como un obsoleto y desaforado parlanchín de camisa roja, brazo izquierdo en alto, puño cerrado y un rostro amargado frente a un micrófono. Dicha simbología la ubican en una tribuna de los tiempos de Stalin; o en algún país de la Europa oriental, anterior a la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, esa ridiculización pretendida no es más que el desprecio dirigido a quienes impulsaron la actual administración socialista que sí cree en la vida, la esperanza y la paz, y grita a viva voz la consigna de la vida sobre la muerte, la justicia sobre la injusticia, la verdad sobre las mentiras: "¡Patria y socialismo, o muerte!".
Para ellos es una locura que el marxismo resucite, con su ley humanística. Sus atolondradas cabezas se preguntan, ¿qué perversa ley histórica nos condena a retroceder décadas -cuando hemos luchando por afirmar la “democracia”- para volver a vivir en dictadura?
Comparan a Chávez con dictadores como Stroessner de Paraguay; Ibáñez de Chile, Banzer de Bolivia; Odría de Perú; Rojas Pinilla en Colombia; Pérez Jiménez de aquí; Trujillo en República Dominicana; Somoza de Nicaragua; Batista de Cuba; con Juan Perón de Argentina, y con Franco de España.
Al asumir esta postura excluyente, pues la mayoría que ratificó a Chávez en nueve procesos electores para ellos no existe, simplemente nos dicen que somos unos tarados que aceptamos el resurgimiento del pensamiento único y despótico, ejecutado por Chávez sobre la libertad individual, el derecho a la autodeterminación; al hacer trizas la división de poderes; al no admitir la prensa libre y disidente; al constituirse el Estado en un monstruo monopolista; en síntesis, la visión neoliberal, según ellos, es la llamada a redimir la nación de los traumas que sufre; pero cuando hablan de “nación” o “país” sólo se refieren al grupúsculo disociado de la oposición golpista. Para la oligarquía Venezuela es un feudo.