El virulento y desmesurado ataque de los medios privados internacionales al gobierno venezolano por su decisión de no renovar la licencia a RCTV ha tenido la virtud de entreabrir la ventana y dejar salir al exterior el hedor pestilente que exhala el habitáculo que han construido para nosotros los poderes políticos y mediáticos presos a la inexorable ley de la acumulación de capital. Hagamos un respiro ante la ausencia de comas y echemos una ojeada a las variadas habitaciones de la maloliente casa.
El Parlamento Europeo: Tras intensas gestiones de los partidos de derecha, consiguen que se vote una Resolución contra esa medida del gobierno venezolano. Veamos el resultado: De los 785 diputados sólo asistieron 65. La moción se aprobó con 43 votos a favor y 22 en contra.
La pestilencia viene del agujero en el que se están hundiendo las instituciones europeas. La lista de despropósitos crece casi de día en día. Kosovo, Serbia, Afganistan, Irak, Irán, Líbano y ahora Venezuela. La falta de asistencia a ese pleno de la llamada "izquierda europea" para echar abajo por aplastante mayoría los propósitos del PP y cia, es una muestra de cobardía y sobre todo, de sumisión al poder de los medios. Porque todos esos diputados saben que todos los imperios mediáticos europeos están lanzados, en un reflejo corporativista, a defender la continuidad de la RTVC, usando las mas descaradas mentiras y tergiversando los hechos para defender a capa y espada su propia libertad para seguir manipulando cerebros, que ven amenazada. Ante esto, si la aceptación de esa resolución parece escandalosa, el rechazo parece peligroso. Solución: Quedarse en casa. Al fin y al cabo, no creo que les descuenten nada de su sueldo por faltar, como hacen con los trabajadores. El episodio invita a preguntarse cual es el futuro nos ofrecen estas instituciones. De seguro, mucho material para las revistas de humor.
Los medios: No vamos a descubrir aquí el olor de los medios, tan rancio como el de los alcohólicos crónicos, que huelen incluso cuando están sobrios. Pero si hay que destacar la dimensión e intensidad de la reacción, a todas luces desproporcionada desde un punto de vista estrictamente informativo. En este mundo convulsionado, donde asomarse al telediario u hojear cualquier periódico significa recibir cada día una puñalada más a la sensibilidad que se le supone a todo ser humano, el griterío ensordecedor porque un gobierno no ha renovado un contrato expirado para mantener una emisora de televisión en abierto, mientras se relega a páginas interiores y sueltos sin destaque, (cuando no se silencian), hechos de mucha mayor trascendencia para el futuro de la humanidad, que no hay que citar porque son sobradamente conocidos, ya dice bastante sobre la función social que ejercen estos medios.
Y el hecho se torna más escandaloso si se toma uno la molestia de investigar el historial de RCTV, principalmente en los últimos años. El abierto apoyo al fallido golpe militar de 2002 ya era motivo suficiente para su cierre, sin necesidad de esperar a que le caducase la concesión. (¿qué habría hecho el gobierno español si un medio se solidariza con el tejerazo en aquellas inciertas horas del 20-F?). La campaña posterior, con apoyo abierto al criminal paro petrolero y su permanente y grosero ataque al presidente de la Republica (¿qué hubiera hecho el gobierno español con una cadena que ridicularizase todos los días al Rey?) podría figurar en las escuelas de periodismo como el máximo ejemplo de lo que no se debe de hacer en esa profesión. En buena ley, con el código deontológico en la mano, los medios de todo el mundo y las asociaciones que se aplican pomposamente el nombre de Asociación Interamericana de Prensa, Reporteros sin Fronteras, etc. deberían haber condenado al colega que denigra la profesión de tal manera, y haber expulsado a empresarios y periodistas de sus asociaciones. Por el contrario, callaron (y en esta tesitura, callar es otorgar) y por si fuera poco sacan ahora toda su artillería pesada para intentar que sigan haciendo esa tarea. El hedor se hace insoportable.
Los manifestantes venezolanos: Para quienes estamos siguiendo de cerca la evolución de la situación en Venezuela, sin anteojeras ni preconceptos, también la reacción parece desmesurada. Aquí también algo huele mal. Ahora bien, teniendo en cuenta lo que representa para las familias de hoy la televisión en el mundo entero, al margen de gobiernos e ideologías, como simple instrumento de entretenimiento y distracción para toda la familia, no podemos meter en el mismo saco, como pretenden los medios de casi todo el mundo, la protesta por la salida del aire de la cadena con la protesta contra Chávez. Además de los opositores, que han sacado sus huestes a la calle, muchos de los excesos lacrimógenos y gritos histéricos llevan el sello del “mono” que se contrae cuando le privan de golpe a un drogadicto de su periódica dosis. Esos excesos ponen de manifiesto cuan arraigado está en Venezuela el hábito de solazarse con lo mismo que bate records de audiencia por doquier: Novelas lacrimógenas, con conflictos amorosos y luchas por poder y dinero, con sus dosis de erotismo y sus malos malísimos y buenos buenísimos, tertulias interminables con caras conocidas despellejándose mutuamente, violencia y más violencia made in Hollywood, series procedentes de la misma factoría, consistentes en una sucesión de frases que quieren ser ingeniosas seguidas de las risas enlatadas, entrevistas edulcoradas a unos, provocadoras a otros, según el criterio de la cadena de cómo hay que tratar a esos unos y a esos otros. Es una teleadicción, no a la televisión en general, sino a las formas y maneras de RCTV, decana de las cadenas venezolanas.
Indudablemente, somos una minoría, aquí como allá, los que sentimos el hedor que exhala todo eso. Tenemos razones muy sólidas para ello. Cabria decir que el intelecto, la razón, poco tiene que ver con el sentido del olfato. No es así: Los pensadores más celebrados a lo largo de la historia son los que se han esforzado por legarnos las claves para la construcción de un mundo mejor, en todos los sentidos. Un mundo más humano, que implica necesariamente un mundo más culto, más libre de prejuicios y supersticiones. Pedagogos e informadores son la punta de lanza de este empeño, los máximos responsables del éxito o el fracaso del mismo.
Cuando contrastamos lo que esa labor exigiría con el panorama actual de los medios, cuando vemos lo que entienden por información, lo que entienden por entretenimiento, sometidos a la tiranía de los índices de audiencia, clave para sus ingresos por publicidad, cuando vemos que son las miserias del ser humano las que alientan y propagan mientras manejan sus grandezas como casos excepcionales, el infinito asco nos hace sentir el olor de la basura.
En esencia, lo que iguala todos esos aparatos mediáticos, es no conciben otra sociedad que no sea la que nos impone el capitalismo, que es para ellos el reino de la libertad, porque es donde ellos la tienen para enriquecerse. Así, en estos días todos reciben largos reportajes de Caracas, donde se describen los enfrentamientos, con la objetividad a que ya nos tiene acostumbrados. Y de paso echan una mirada de las suyas a la situación del país.
Así, el periódico español El Mundo, dedica en la edición del 30 de mayo nada menos que dos páginas enteras a Venezuela, de la mano de un tal Jaime L. García. La primera dedicada a los disturbios, donde “estudiantes pacíficos” se enfrentan a “policías violentos”. En la segunda, titulada “Un país entre la “dictablanda” y el socialismo totalitario” se deja asesorar por un tal de Alberto Garrido, del que dice que es “politólogo y uno de los grandes expertos del chavismo”. Todo el articulo está dedicado, del principio a apuntar la amenaza que se cierne sobre el país de una dictadura comunista. Naturalmente, ni una palabra sobre los datos sobre el crecimiento económico, basado en el aumento del consumo interno, sobre la erradicación del analfabetismo, sobre el estado de la sanidad, la educación, etc. Y esto a pesar de que los datos vienen avalados por organismos internacionales como la UNESCO, la CEPAL y otros.
Nada de esto importa, lo que importa es combatir el comunismo. El tiempo no pasa en balde: Si hace 150 años era el fantasma que recorría Europa, ahora recorre el mundo. Y la pestilencia de los medios también