Como estudiante universitario que casi finaliza su carrera, he preferido tomarme estos días de "desobediencia" cívica, pacífica, democrática, altruista, libertaria, abnegada y pare usted de contar, con un profundo optimismo. Y como los jóvenes decimos, "tripearme" estos avatares recurrentes que por momentos agitan la revolución, pero siempre la fortalecen. En el caso de las marchitas de presuntos estudiantes universitarios, más bien le hacen cosquillas. Acudo pues al optimismo con cautela para referirme al fenómeno que la camarada Lina Ron tildó una vez como "la sociedad Sambil" pacífica y democrática (según Globovisión).
He recibido informes de inteligencia muy certeros y confiables, que reseñan que las peluquerías de la ciudad de Valencia se han visto duramente afectadas por los focos de violencia y cacerolazos nocturnos. Sus asiduos clientes juveniles se despiertan a las diez y media de la mañana para reunirse en una esquinita y comenzar la gesta libertadora en la cual prometen dar el todo por el todo. Hasta que suena un cohete o perdigón y se disuelve la misma en cuestión de segundos. Me percato que en Venezuela tenemos buen material para la práctica del atletismo…
Estos han decidido luchar por la libertad y desprenderse de sus tan preciadas jornadas de embellecimiento y consumismo cotidiano. Los estilistas están arrechos, las jovencitas se soltaron el moño y al viejo estilo de Abril 2.002 han vuelto a gritar: "ni un paso atrás, vete ya". Eso sí, en el distribuidor el Trigal (Valencia) y las zonas aledañas a las Mercedes (Ccs), porque pa´ la zona sur y el 23 de Enero, respectivamente, ni se les pasa por la mente.
Los centros Sambil de todo el país han perdido afluencia en horas comprendidas entre diez de la mañana y diez de la noche. Sus tan leales visitantes, tira pose de oficio, han decidido estacionar sus Corolla prestados del papá en la Redoma de Guaparo, y se escucha decir a los vendedores de la Tommy Hilfiger: los carajitos ya nos hacen falta, eran tan buenos…
¡Pero no!, la lucha continúa, lentes oscuros en mano y perfumadas marchan las doncellitas de la Arturo Michelena histéricas, sabiendo que el arrastre de dichas convocatorias es precario y que los mismos disociados del Trigal, la Trigaleña y zonas aledañas también se ofuscan cuando les paran los carros en colas interminables de enlutados pajarracos que niegan a resignarse.
Las lavanderías hacen de las suyas en unos tiempos en los que manifestar a pleno sol – por momentos- y con un palo de agua encima – de pronto- deja su estela indeseable. Los muchachitos se preparan, sacan sus mejores pintas, juegan a quién es más escuálido que el otro todavía, con bufandas, gorras, sombreros, pancartas bien dibujaditas y consignas aburridas, trilladas, infelices, tontas.
"Pa´ fuera Chávez" y el clásico "libertad, libertad" que no para de sonar de sus quebrantadas vocecitas malcriadas. Nunca han conocido el hambre, ni la miseria, ni la exclusión educativa. Jamás han sido víctimas de persecuciones policiales de la cuarta, ni de abusos a los derechos humanos de ningún topo. No saben qué es la tortura, la mayoría ni recuerda las políticas neoliberales de Carlos Andrés Pérez, la toma de la UCV por el Dr. Caldera. Creen en vacíos de poder, el coco y pajaritos preñados…
No tienen ideología política, ni líder, ni un objetivo conjunto. Unos marchan para que vuelva RCTV y su programación neonazi y pornográfica, otros "para que se vaya Chávez" pero todos tienen en común unos ojitos angustiosos, un caminar difuso, divagante, una verdad incierta, un territorio high chucuto, y unos Levi´s recién planchados por la señora de servicio (que disimula su chavismo pero se preparada en silencio para la lucha política que venga).
Por las noches se acuestan a descansar contentos, procuran pensar en un país gobernado por Rosales, en el que Leopoldo López sea Ministro del Interior, Maria Corina Machado Ministra de Comunicación y Juan Fernández presidente de PDVSA. Sus papis y mamis vuelvan a la refinería en sus carrotes de lujo y todos los chavistas se vayan a vivir a Cuba de por vida.
Pero la realidad no se puede tapar con una uña pintada, ni los ojos delineados de los disociados podrán ocultar una aplastante mayoría que por ratos se molesta y otros se divierte viendo brincar a estos payasitos saltarines que juegan a ser arrechos y revoltosos, bajo su valor sublime: el egoísmo.
La cosa está invertida. En los gobiernos de la cuarta el 23 de Enero y El Valle se estremecían a humo y sangre por las reivindicaciones sociales, contra el sistema. Hoy las urbanizaciones de la clase alta disociada se rebela. Tienen la nevera full, tres carros y un perrito de raza, luchan contra el comunismo… Veamos quién puede más.