I
El alboroto que han armado los grandes propietarios de los medios de comunicación de América Latina, a propósito de la no renovación de la concesión del espacio radioeléctrico a Radio Caracas Televisión (RCTV), por parte del actual gobierno de Venezuela, debe ser objeto de un debate más amplio que rebase los intereses de la dictadura mediática, que la derecha totalitaria mantiene en todo el continente.
Lo anterior lo decimos, porque el comportamiento de la gran mayoría de los medios de comunicación masivos, existentes en los distintos países de América Latina, se ha constituido en la mayor amenaza para las libertades públicas. No sólo obtienen millonarias ganancias con el uso y abuso del espacio radioeléctrico de todos los países, sino que mantienen una abierta dictadura bosquejada, a partir de lo que consideran como “lo políticamente correcto”, y por lo tanto, digno de ser difundido, en gran escala y “lo políticamente incorrecto” que debe ser omitido o apenas mencionado, en sus emisoras de radio y televisoras. Cualquier parecido con las eras totalitarias, estalinista y nazi-fascista, podría ser mera coincidencia, sólo que ahora se actúa en nombre del pensamiento único que proclama, como la sola verdad válida, las bondades y la magia del libre mercado como solución a todos los males del mundo. En otras palabras, las mismas supersticiones del viejo liberalismo pero con el ropaje tecnocrático, con el que se nos presenta ahora, en su novísima versión “neoconservadora”.
Estas líneas persiguen reflexionar, en medio del hipócrita alboroto que han levantado, quienes opinan que las únicas libertades que pueden existir son las que les permiten ganar millones de dólares, amordazar a la opinión pública, llenar las pantallas de televisión de programas de pésima calidad, violencia y sexismo, en síntesis ahogar toda otra propuesta cultural que no responda a su enajenada y pobre visión del mundo. “Su” mundo que aparece como el único posible, ya que el de los demás correspondería al ámbito oscuro de las “no personas”, cuyo perfil étnico e incluso, estético no concuerda con la imagen “perfecta” que se han fabricado de sí mismas, las clases y las elites dominantes del subcontinente latinoamericano. Es decir el imaginario de los descendientes de los conquistadores europeos, instituido en el único desideratum posible.
II
La prensa de Costa Rica y de otros países de la región -tales como Chile, México, Colombia y otros- ha hecho un gran escándalo, en estos días, a propósito de la decisión soberana, tomada por el gobierno de Venezuela, de no renovar la concesión de la frecuencia de televisión, a la empresa Radio Caracas TV (RCTV). A pesar de que un decreto, emitido hace veinte años, por el entonces presidente Jaime Lusinchi (1984-1989), un militante adeco (del Partido Acción Democrática, hegemónico durante los cuarenta años de la llamada “IV República”) por lo demás, y con amigos en nuestro país, en el cual se “estableció que todas las concesiones de la televisión privada tendrían validez durante 20 años, sin obligación de extensión o renovación”(según el texto de un Documento oficial de Venezuela) constituye uno de los fundamentos de esa decisión, se insiste en vender la idea de que se trata de un acto o ocurrencia arbitraria del gobernante de turno. Nos encontramos así, con que se sigue diciéndole, de manera insistente, a la no siempre informada “opinión pública internacional”, que dicha acción constituye una amenaza al ejercicio de la “libertad de expresión”, por parte de los habitantes de ese país. Nada más falso que el contenido de tales afirmaciones, para el caso venezolano, puesto que la mayoría de los canales de TV, emisoras de radio, diarios y semanarios forman parte de lo que podría llamarse el amplio espectro de la oposición (entre el 70 y el 80% de los medios) y sólo un puñado de medios apoyan el proyecto bolivariano del presidente Chávez y sus seguidores, bastante numerosos por cierto y provenientes, en su mayoría, de los sectores sociales más pobres de un país como Venezuela que, al igual que otros de la región, mantiene todavía una gigantesca deuda social y cultural con ellos, como un resultado acumulativo las políticas de saqueo del erario público y de una violenta exclusión social y cultural, ejecutadas durante los cuarenta de los regímenes de Punto Fijo (1958-1998). Se trata de un vacío, por cierto imposible de llenar con el formato y los contenidos de una televisión comercial, como la que han venido haciendo, desde hace muchas décadas, empresas como Radio Caracas TV (RCTV), Globovisión y Venevisión (Propiedad del magnate cubanovenezolano, Gustavo Cisneros), quienes tuvieron una activa participación el frustrado golpe fascista del 11 de abril de 2002, cuya existencia misma llegaron a negar (a la manera orwelliana), afirmando que se trataba de un “vacío de poder”, al igual que trataron de ocultar la resistencia al golpe, ejecutada por los sectores populares de Caracas, con telenovelas y comics en las pantallas de la televisión, ya que en Venezuela, según ellos, no estaba ocurriendo nada, en esos cruciales momentos.
III
En el caso de nuestro país (Costa Rica) nos encontramos con un buen ejemplo de cómo opera el modelo de una abierta dictadura mediática, no exenta de algunas sutilezas. Lo cierto es que, a pesar de lo riesgosas que pueden resultar las comparaciones de país a país, nos debemos llamarnos a engaño acerca de las verdaderas intenciones de quienes actúan aquí, al igual que en otros países, pretendiendo impresionarnos con toda clase de espejismos, basados en un continuo alegato, acerca de una presunta ausencia de libertad de expresión en otras latitudes que no resiste el contraste con lo que ocurre en la realidad. En Costa Rica lo que hay es un irrespeto creciente a la libre emisión del pensamiento, exteriorizado en el cada vez más difícil acceso a la prensa, radio y televisión comerciales para quienes no comulguen con los intereses de sus propietarios, por lo general reclutados entre los amos del país
Se nos habla así, todos los días, de que en Costa Rica la prensa es libre y plural, de que el ciudadano tiene la posibilidad de formarse una opinión propia, sin amenazas y chantajes de ninguna clase. Nada más falso, si nos atenemos a lo que ocurre en un país, en el cual durante los domingos sólo circulan dos diarios de la misma empresa (La Nación y Al Día), que se han constituido en los amos de la conciencia y la formación de opinión entre la ciudadanía costarricense y en donde el espacio radioeléctrico está concentrado, cada vez más, en pocas manos. Sucede además que los grandes grupos del capital financiero, vinculados al actual presidente de la república han comprado gran cantidad de emisoras de radio y obtenido el cierre de programas de opinión independientes, con lo que el control de la “opinión pública” se ha venido estrechando.
En estos días en que se habla tanto, en los medios de comunicación locales, del caso de Radio Caracas Televisión (RCTV) nos preguntamos acerca de la clase de avispero que se armaría, si alguien dijera que nos gustaría que en Costa Rica contáramos, al menos con un canal de televisión, de verdad independiente y con programas de calidad. El sacrosanto derecho a la libertad de expresión, entendido como mera libertad empresarial por los amos del país, se vería amenazado de muerte, si algún ciudadano desaprensivo propusiera que la empresa REPRETEL –de capital mexicano, por lo demás- entregara uno de los tres canales de la banda más importantes que mantiene bajo su control, como son los canales 6, 9 y 11, cuyos noticieros se dedican a descalificar -de manera sistemática- a las organizaciones sindicales y al movimiento popular en general, además de ofrecer una programación de pésima calidad que no permite el crecimiento intelectual y espiritual de quienes no tienen otra opción que sintonizarlos. Sin duda que urge una auditoria no sólo financiera acerca de lo que hace la televisión privada en este país, la que estamos seguros sería un buen punto de partida para ponerle fin a tantos males.
Para acabar de rematar las cosas el régimen de los Hermanos Arias, hoy urgido de imponernos el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC CAEU-RD), cerró todos los programas de opinión independientes que se emitían a través del Canal 13, la televisión cultural del Estado. Entre ellos el programa de opinión “Diagnóstico” del doctor Álvaro Montero Mejía y el programa de debates “Contra el Muro” que emitía la periodista Iris Zamora, entre otros.
IV
Seguir tratando los temas relativos a la libre emisión del pensamiento como un tema empresarial, relativo solo al éxito financiero de sus propietarios es una peligrosa trampa. Esa actitud reduccionista acerca de un tema de suyo complejo y con tantas implicaciones, para la vida de todos nosotros, nos hace pasar por alto, algunos de los más graves atentados a la libertad de información ocurridos en Centroamérica, durante las últimas décadas. ¿Es qué acaso el cierre del diario Excelsior, de tendencia socialdemócrata, en nuestro país, fue únicamente un problema empresarial? ¿No es acaso verdad que quedamos, a partir de allí, bajo la implacable dictadura de una prensa conservadora, al servicio de los amos del país? Durante los años ochenta, en los momentos más álgidos de la guerra civil centroamericana, se alzaron voces contra la censura de que era objeto el diario conservador La Prensa, de Managua (la nuestra incluso). Un poco más diez años después, cuando dejó de publicarse el diario sandinista Barricada ¿Dónde estaban esas voces tan obsecuentes en la defensa de la pluralidad? No hay duda de que para quienes integran la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la única libertad posible es la de sus agremiados. Por otra parte, es qué alguien recuerda ¿Qué pasó con “Radionoticias del Continente”, una emisora latinoamericana que emitía sus programas desde Costa Rica, en los inicios de la década de los ochenta? Se la declaró subversiva y como consecuencia de la presión del imperio del norte fue clausurada, es lo que hemos único podido saber.
El debate sobre los medios de comunicación y la dictadura mediática, en este continente, apenas se inicia, por lo que esperamos haber dado una contribución importante para su materialización. El presente alboroto acerca del tema de Radio Caracas TV es omiso en relación con la gravedad de las acciones de algunos protagonistas del drama de la falta de libertad de información y opinión, en países como México, Chile, Perú y Colombia por mencionar sólo algunos, quienes mantienen un calculado silencio sobre todo aquello que no se refiera a sus intereses económicos y de dominación de la llamada “opinión pública”, a escala planetaria.