“La prensa deber ser el can guardador de la casa propia”. —Anónimo.
Una vez más el pueblo bolivariano impuso a Hugo Chávez por sobre las decisiones del Gran Patrón que está empeñado en recuperar el poder sobre Venezuela y sus recursos naturales. Unas dos millones de personas, formando una gran marea roja, marcharon el sábado apoyando al presidente venezolano en su decisión de no renovar la licencia a la empresa Radio Caracas Televisión (RCTV), pese a la campaña mundial que se ha desatado contra esta medida.
La histeria que vienen desplegando los medios de comunicación globalizada, moviendo hasta las piedras, para que declaren en contra de Chávez y mostrarle como un dictador que viola la “libertad de expresión”, se debe a la pérdida del poder de RCTV que durante más de 50 años estuvo siempre al servicio de la clase rica y dominante, fiel a consignas ideológicas y postulados económicos de los Estados Unidos.
“Entre adivinos no nos podemos leer las manos”, dice el dicho, y todo periodista sabe que RCTV, junto con otra corporación de la comunicación, Venevisión, acaparó el 85 por ciento de la publicidad en los medios de comunicación en el país, el 66 por ciento del poder de la transmisión y estableció el control sobre el 80 por ciento de la producción y elaboración de mensajes y contenidos que se difundían en el territorio nacional. RCTV, durante más de medio siglo fue uno de los principales creadores y actores de los acontecimientos en Venezuela, y por ende ejercía control sobre el pensamiento y las creencias de gran parte de la población nacional.
Ahora ese poder de determinar la “realidad” venezolana diseñada en Washington se acabó por decreto del Estado venezolano que de acuerdo a la Constitución administra el espectro electromagnético que es patrimonio nacional. De acuerdo a las leyes internacionales las licencias de televisión se otorgan temporalmente y en Venezuela éstas deben renovarse cada 20 años. El 27 de mayo pasado se cumplió el plazo para RCTV y su licencia de transmitir no fue renovada, según orden del gobierno, por los “abusos que cometió durante 50 años, por participación activa en el golpe de Estado en abril de 2002 y por estimular acciones de sabotaje a la economía nacional”.
Con esta acción legítima del gobierno venezolano, los halcones globalizadores han perdido un eslabón importante de su red mundial de dominio en el país donde se encuentra el más grande reservorio de petróleo en el mundo, considerado por el departamento de Estado norteamericano como “vital para los intereses norteamericanos”, y que antes de Chávez dominaban a su antojo, eso es claro.
Pero lo curioso de la histeria de los medios de comunicación masiva contra la decisión de Venezuela, es su deliberada ignorancia de las leyes internacionales que consideran el espectro electromagnético como un recurso natural y un patrimonio del Estado que otorga licitaciones por un tiempo temporal, bajo las condiciones de servicio público. Venezuela no le renovó la licencia a RCTV como lo hacen todos los gobiernos del mundo sin que se produzcan protestas internacionales.
No hace dos meses el presidente del Perú, Alan García, le quitó la licencia a cuatro empresas de radio y TV en el norte del país, por apoyar un paro, y nadie dijo ‘ni chis ni mus’. En Colombia, Alvaro Uribe ha clausurado 76 radios comunitarias, y en España, en marzo pasado Rodríguez Zapatero cerró TELEASTURIAS.
En los últimos años, de acuerdo al periodista español David Carracedo, unos 293 medios de todo el mundo sufrieron clausura, revocación o no renovación de sus licencias: 159 radios y 77 estaciones de televisión en 21 países sin ninguna reacción mundial, ni congresos que digan algo para defenderlos.
Todo tiene un eje para el caso de RCTV, y es claro que se sigue el patrón elaborado para Yugoslavia, Ucrania, Georgia y muchos otros países que reclamaron soberanía. Ya es público que la ONG Albert Einstein Institute ha elaborado un proyecto de golpe “continuado” millonario con el tácito e implícito silencio de los grandes medios de comunicación global que “no se enteraron” que el jefe de la CIA para América Latina, Owen Roston, participó en una de las marchas de protesta en Caracas.
vicky.pelaez@eldiariony.com