“La libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer”. (Barón de Montesquieu)
“La libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten. Si un ciudadano tuviera derecho a hacer lo que éstas prohíben, ya no sería libertad, pues cualquier otro tendría el mismo derecho”.
(Barón de Montesquieu)
“No busquemos solemnes definiciones de la libertad. Ella es sólo esto: Responsabilidad”.
(George Bernard Shaw)
En un escrito anterior mencioné que la vida social, la vida de todos, transcurre en medio del forcejeo que se presenta entre el deseo individual y la obligación y necesidad colectiva. Este deseo individual solo es posible realizarlo en la sociedad y nuestra condición colectiva es doble: Necesitamos a los demás para realizarnos y la libertad de los demás marca el límite de la nuestra. Estas perogrulladas verdades, que parecieran no decir nada significativo, sin embargo encierran una verdad que muchos parecen todavía no entender, sobre todo nuestros estudiantes hijos de la oligarquía. En ese mismo escrito, opiné que si algo peligroso tenía la ideología liberal, era pretender que sólo existe el individuo y sus deseos, independientemente de su contexto y de la coyuntura política; opiné de igual forma, que lo preocupante de esta manera de pensar (o de no pensar) era que hiciera del ser social que es el hombre, un “individuo” de derechos despojado de deberes, sin ética social, sin conciencia cívica.
Actualmente vivimos una importante coyuntura política, la de la democratización de todos los aspectos de la vida, que es la revolución, donde uno de los aspectos que se democratiza es el espectro radioeléctrico, lo que se traduce en mayor libertad de expresión. Coyuntura pertinente como ninguna para dar la batalla de las ideas en torno a esta “libertad de expresión”, que como otros conceptos como “democracia”, están sujetos a varias interpretaciones, a dos visiones, donde el derecho a la distorsión es presentado como alternativa de pluralidad y donde el derecho a la manipulación se defiende en nombre del derecho a tener una “opinión diferente” o el derecho a “disentir”. Una vez estuve cerca de sonreír ante una de estas bufonadas irresponsables, y aunque algunos compatriotas tengan mucho mas claro que yo las ideas expuestas mas arriba, algunos experimentan ante estas afirmaciones una especie de simpatía liberal.
Partiendo de que ninguna libertad es absoluta, partiendo de que toda libertad necesariamente tiene que tener un límite, no podría, por ejemplo:
- En nombre de la libertad de empresa, vender un alimento, artículo de higiene, medicamento (y lo que se te ocurra) que mate a la gente, que ponga en peligro el derecho civil más básico: el derecho a la vida.
- En nombre de la libertad de planificación familiar, por ejemplo (digamos que estamos en China) no podría procrear alegremente un hijo al año, por más que a mi esposa y a mí no nos gusten los anticonceptivos, por más que disfrutemos del sexo, y por más que nos sintamos ajenos a esa sociedad. La razón: La salud pública, la salud de todos, la justicia social.
- En nombre de la libertad de reunión, hacer una estruendosa y orgiástica fiesta que dure todo un fin de semana porque estoy de vacaciones y me siento libre (salvo que la haga en medio de los llanos o en una casa perdida en la montaña) y pretender tener buenas relaciones con mis vecinos.
- En nombre de la libertad de movimiento, ir en mi carro a 150 KPH por donde no puedo pasar de 100, sólo porque un día me sentí libre como el viento, desbocado y sin temor. Claro, es verdad, de que puedo, puedo. Por eso la libertad no es otra cosa que conciencia y responsabilidad.
- Si la libertad de expresión, adaptando la máxima de Montesquieu, consiste en poder decir lo que se debe decir, en el derecho a decir lo que la ley permite, no podría decir lo que a mí me de la gana de decir, es decir, confundir libertad de expresión con libertad de distorsión, manipulación, enajenación, extorsión, interpretación… o en otras palabras, pretender que no sabemos que ese concepto de libertad es el resultado de la subsunción de la libertad de expresión en la libertad de empresa.
- En nombre de la libertad de protesta, caerle a tiros, botellazos, palos y piedras, a un edificio donde funciona una institución del Estado y definir esa protesta como pacífica o, trancar la más concurrida arteria vial del país por quince días o sin obtener el permiso correspondiente porque “somos guerreros”.
- En nombre de la libertad de asociación, con un sistema político en movimiento y con las posiciones políticas bien definidas, permitir que existan miles de partidos políticos u organizaciones con objetivos políticos, donde de 2000 de ellas, 1992 apoyen una de las posiciones.
- En nombre de la libertad de culto, y en un estado laico, permitir que los ofertadores de trascendencia, en sus más variadas gamas, unos con más tradición, arraigo y prestigio que otros, utilicen la influencia religiosa para canalizar a sectores de la población hacia determinados intereses políticos. La mezcla de libertad de culto con libertad de empresa ha traído y puede traer nefastas consecuencias.
- En nombre de la llamada libertad de cátedra, permitir que un profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela trate de convencer a los estudiantes (considerados por él alumnos) que aquí no hubo matanza de indígenas, que aquí no hubo ni exterminio ni genocidio de la población autóctona, que aquí lo que hubo fueron algunos hechos violentos aislados sobre los que sólo hay “informaciones inexactas”.
Me parece que no hay mejor palabra para definir la libertad que la palabra RESPONSABILIDAD. La libertad de expresión, como realización de la libertad de pensamiento, implica el respeto sagrado al derecho a la información, que tanto como el derecho a expresarse, es un derecho de gran importancia sociopolítica. Sobre todo porque esta libertad implica la formación de opinión pública, y como todos sabemos la relación entre ésta y los estados, tenemos que es un imperativo rescatar a los medios como lo que son: el micrófono, las cornetas, la electricidad, los cables, y no, la conferencia, la clase, o la canción.
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