Programa “Temas sobre el tapete” del 27 de junio de 2007. RNV canal 91.1 FM
Transcripción libre de Mariela Sánchez Urdaneta, revisada y corregida por Vladimir Acosta. Especial para Aporrea.org
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Hoy voy a ocuparme de un tema que, de nuevo, ha sido puesto sobre el tapete. Voy a hablar del racismo en Venezuela; y me servirá de punto de partida esa expresión de abierto racismo televisivo que pudimos ver recientemente en un programa del canal comercial Televen, en el que la bruja racista que lo conduce, acompañada por otra bruja racista como ella, en este caso una vieja italiana, se dedicaron a acusar al venezolano de flojo, de borracho, de ladrón y de golpeador de mujeres. Realmente no me centraré en los detalles del programa racista de ese par de brujas transmitido el domingo 17 de junio, un programa miserable como pocos, aun tomando en cuenta el hecho de que nuestra televisión comercial se caracteriza por la basura televisiva y por los mensajes antinacionales y racistas. Creo que a las dos brujas racistas, a conductora e invitada, y a los presentes que hicieron un triste papel ahí, un sociólogo que no se sintió muy afectado por lo dicho y al que la bruja conductora casi no dejó hablar, y un casi silente y cómplice colaborador regular de su programa (para más señas venezolano, y negro, esto es, directamente aludido por las ofensas de la bruja conductora del programa y de la invitada italiana), realmente ya se les ha dicho todo o casi todo lo que había que decirles; y no voy a repetir eso aquí. Lo que sí haré es tomar ese programa como punto de partida para hacer unos comentarios que van más allá de las críticas que se han hecho al respecto y que me parece urgente hacer.
I. DOS CORTOS COMENTARIOS SOBRE EL PROGRAMA RACISTA DE TELEVEN
De todas maneras sí hay dos puntos inmediatos que comentaré antes de entrar al tema, porque creo que todavía no se le han dicho a la conductora del programa. La primera es que el tiro le salió por la culata porque la reacción que se generó contra su programa fue bastante amplia. Y no sólo fue amplia, diría incluso que unánime, entre la gente del pueblo que defiende esta Venezuela de hoy y que se identifica con ella porque en ella ha recuperado su dignidad y su orgullo de ser venezolana, sino también entre grupos opuestos al gobierno y al actual proceso bolivariano, ya que los menos disociados de ellos se sintieron ofendidos por esta agresión y reaccionaron de la manera normal en que reacciona alguien cuando se lo ofende en su gentilicio. Porque, ya fuese por cobardía o por torpeza, las brujas no se atrevieron a hacer distinciones entre venezolanos, diferenciando entre pueblo de un lado y clase media y minoría dominante del otro, diciendo que es el primero el que es flojo, bonchón, borracho, ladrón y golpeador de mujeres mientras que la clase media y los ricos en cambio son todos trabajadores, abstemios, honrados y delicados con las damas. Aunque creo que es eso lo que quisieron decirnos, lo cierto es que no supieron o no se atrevieron a hacerlo, porque la agresión habría llevado las cosas al extremo del clasismo y del racismo. De modo que prefirieron atacar al venezolano sin distinción (los ricos y la derecha entienden que la cosa no va con ellos) y nos agredieron a todos sin distinción, quedando sólo ellas dos fuera, ya que a la vieja italiana semianalfabeta, candidata a la Misión Robinson, que según confesión propia ha vivido y progresado en Venezuela desde hace cuatro décadas sin siquiera aprender bien el idioma, la exime su condición de europea, de italiana de Sicilia, y a la bruja conductora del programa (que tampoco es venezolana, pues nació en Colombia, con lo cual no avanzaría mucho en términos de superioridad racial) la exime el hecho de que, también según confesión propia, por sus azules venas corre sangre francesa y alemana.
El otro punto que debo tocar, de importancia un tanto menor, es la falta de entereza de los invitados, tanto del sociólogo como del colaborador de la bruja, porque, en cualquier otro país donde entre la clase media y entre los trabajadores del medio televisivo hubiera menos servilismo y se respetara más la dignidad del propio gentilicio, no sólo esos invitados se habrían levantado y se habrían retirado sino que hasta los camarógrafos y técnicos habrían apagado las cámaras y habrían suspendido el programa. Estoy seguro de que un programa como este, si acaso se hubiera intentado hacerlo en el México de hace algunos años, en aquel México que todavía recordaba su Revolución y que tenía aun sentido del orgullo nacional y de la dignidad, (porque no sé si sería igual en el México actual, demasiado arrastrado ante Estados Unidos, demasiado corrompido por décadas de neoliberalismo) estoy seguro de que inmediatamente se habrían parado los invitados, se habrían apagado las cámaras y habría terminado el programa en medio de un rechazo absoluto de todo el mundo. Aquí en cambio insultar a los venezolanos todos en un canal privado de televisión, que se supone venezolano, es algo normal, eso es lo que la derecha manipuladora llama ‘libertad de expresión’, libertad de expresión exclusiva para ellos y para sus mercenarios sin que la mayoría del pueblo tenga en cambio acceso a los medios para darles merecida respuesta. Aquí, silencio y complicidad total. Ningún otro canal privado dice nada, todos guardan silencio; y no se meten en el asunto porque en el fondo todos ellos son parte de un mismo proyecto antinacional de colonización y desnacionalización, de devaluación del pueblo venezolano. Y el domingo siguiente la bruja conductora del programa se limitó en forma hipócrita a decir con el mayor cinismo que lo que pasa es que ella dice a veces cosas en las que no cree sólo para provocar polémica. Me gustaría saber que dijo en un próximo programa que ella celebró el ataque contra las torres del World Trade Center porque es simpatizante de Al Qaeda, o que en su opinión el gobierno sionista de Israel es un gobierno genocida. Sólo para provocar polémica.
II. ¿POR QUE UN PROGRAMA COMO ESTE AHORA?
En realidad, repito, ya se le ha dicho a esta señora y a sus pobres invitados casi todo lo que habría que decir sobre el asunto y no voy a detenerme más en eso. Lo tomaré, pues, como punto de partida para abordar lo principal, lo que creo que es el fondo del asunto, aunque todavía sea necesario hacer algunos comentarios finales al respecto.
Lo primero es que hay que decir que ese tipo de programa televisivo no es casual. Y mucho menos casual es que se produzca justamente ahora. Ese programa se integra –no sé por qué vías, pero de alguna manera estoy seguro de que se integra- al proyecto antinacional, al proyecto de esta derecha desesperada para ofender y devaluar al pueblo venezolano. Incluso para provocarlo. Por décadas y décadas a los venezolanos se nos ha acostumbrado a despreciar lo nuestro. A despreciarnos incluso como venezolanos. A considerarnos absolutamente inferiores, a pensar que todo lo nuestro es inferior, que nuestra comida era inferior, que nuestra literatura era inferior, que nuestra música era inferior, que nuestra cultura era inferior, que todas nuestras tradiciones y manifestaciones culturales eran inferiores, y que, de alguna forma, éramos seres inferiores entre seres inferiores como los latinoamericanos, como los pueblos mestizos, como los pueblos pobres.
Esa ha sido la anticultura que por décadas las clases dominantes colonizadas y colonizadoras han difundido en el país (podría decirse que por siglos, pero me refiero sobre todo al mundo más moderno, al actual, a la educación y a la televisión colonizada y a todo lo demás). Esa es la anticultura que han difundido las clases dominantes venezolanas, que son tristes apéndices de las clases dominantes extranjeras, europeas y sobre todo norteamericanas, esas mezquinas clases pseudo venezolanas defensoras de la colonización, de la imitación de todo lo yankee, de todo lo estadounidense, del clasismo y del racismo y del embrutecimiento absoluto de las masas, del pueblo, del desprecio abierto por sus valores, sus tradiciones, su cultura y sus costumbres.
Justamente uno de los grandes logros de este proceso bolivariano ha sido el de enseñarnos a revaluarnos como país y como pueblo, a recuperar al fin nuestra dignidad, a recobrar nuestro orgullo venezolano, a mostrarnos que no somos menos ni más que ningún pueblo y que somos hermanos de todos los pueblos. El venezolano de hoy es un pueblo orgulloso de su cultura, de sus valores, de sus tradiciones, que sabe y siente que forman parte de su identidad, y está conciente de que rescatar esas tradiciones, esos valores, esa música, esa cultura, es esencial para la construcción de un país distinto, democrático, solidario, soberano, digno, donde gobiernen las grandes mayorías y no unas pseudo élites, unas minorías ricas y poderosas, que han gobernado hasta ahora y que se mueven y se han movido siempre en Venezuela como si en vez de venezolanos fuesen invasores u ocupantes extranjeros, explotando y despreciando a las grandes mayorías, sobre todo cuando, como suele suceder, éstas tienen el color de la piel un poco o bastante más obscuro que el de ellas.
De manera que este proceso bolivariano nos ha enseñado a revaluarnos y a recuperar nuestra dignidad, nuestro orgullo venezolano; y hoy una buena parte de las venezolanas y los venezolanos estamos construyendo una Venezuela diferente. Y lo que la bruja de Televen intentó hacer en su programa de racismo trasnochado, verdaderamente miserable, fue agredir y descalificar al pueblo venezolano, hacerlo regresar al tiempo del autodesprecio, de la autodescalificación, del racismo. Pero, repito, el tiro le salió por la culata.
III. UN RACISMO TRASNOCHADO QUE VIENE DE LEJOS
Hablemos entonces del racismo, del racismo que se ha ejercido contra venezolanos y latinoamericanos desde hace siglos. Comenzaré entonces tocando algunas cuestiones relacionadas con este racismo, racismo que viene de muy lejos y que no fue inventado por el triste par de brujas. Ese racismo se ha ejercido contra todos los americanos, sobre todo contra los negros, contra los indios, contra los mulatos, contra los mestizos, es decir, sobre la enorme mayoría de los pueblos americanos desde hace varios siglos, prácticamente, desde los tiempos coloniales.
El racismo ha sido uno de los recursos claves de dominación colonial, que se ha transmitido, después de la Independencia, a lo largo del período Republicano, de los siglos XIX y XX, y que continúa actuando hasta el presente. Incluso, hasta no hace mucho, por hipocresía, dada la necesidad de conquistar el voto de las masas pobres para legitimarse en el poder dentro de las falsas democracias de la cuarta República adeco-copeyana, los sectores elitescos y más particularmente la llamada clase media (receptáculo de todas las mezquindades y de todas las pequeñeces reaccionarias propias de la sociedad capitalista) ocultaban en público ese racismo, lo guardaban en secreto, en familia, en espacios confiables más o menos restringidos, pero el despertar del pueblo venezolano con el proceso bolivariano de estos últimos años, la presencia del pueblo en la calle reclamando sus derechos, reclamando su dignidad, su derecho a ocupar nuevos espacios y a ser parte del poder, todo esto ha llevado a esos sectores de clase media y clase media alta a volverse cada vez más abiertamente racistas, cosa que no se atrevían a mostrar hace unas décadas. Así pues, aunque se ha acentuado y hecho público en estos recientes años de poder bolivariano, ese racismo viene de muy lejos.
Producto del moderno racismo europeo y de sus políticas colonizadoras, los estereotipos raciales de desprecio por América y por todo lo americano vienen de los tiempos de la Colonia, del siglo XVII, y alcanzaron su plenitud teórica en el siglo XVIII, siglo de la llamada Ilustración europea. He comentado en otras ocasiones y no voy a detenerme en ello ahora que ese siglo XVIII, siglo de la Ilustración europea, que por lo general se describe como el siglo del pensamiento ilustrado, del anticlericalismo, del progreso, de la Razón, de la racionalidad (lo que no es falso), es también mucho más que eso. Porque es también el siglo del colonialismo europeo sobre otros continentes y el siglo del racismo, difundido como recurso de dominación colonial y de desprecio del colonizado. En el siglo XVIII ese racismo se ejerció principalmente sobre América, sobre los trópicos, sobre las Antillas, y tuvo como máxima referencia despectiva a los indios, a los negros y a los mestizos de nuestro continente. Es decir, que ese siglo de expansión capitalista de Europa es el siglo en que el pensamiento ilustrado europeo comparte y difunde, a través de sus científicos, filósofos y pensadores, como Montesquieu, Buffon, Kant, De Pauw y otros, la idea supuestamente científica de que ellos, los europeos, hombres de raza blanca, son superiores a los otros pueblos y razas, de que constituyen la expresión suprema de la raza humana, de que son la raza superior, y de que esos europeos blancos (por lo demás hombres, ya que las mujeres no contaban mucho entonces) están llamados a ser los dueños del mundo entero y de que los pueblos de los otros continentes, como pueblos inferiores, deben someterse a esa dominación o ser aplastados por el progreso, tal como había ya proclamado Locke desde fines del siglo XVII. El desprecio que sienten los europeos por esos pueblos no europeos, es decir, americanos, africanos y asiáticos, se manifiesta en el desprecio profundo de la élite europea ilustrada por sus culturas, por sus tradiciones y sobre todo por el color de sus pieles.
De modo que ese racismo justificador del colonialismo, de las invasiones y conquistas europeas, del aplastamiento de esos pueblos no europeos para que Europa se enriquezca, prospere y se convierta en el área principal de la expansión capitalista, viene del siglo XVIII, y lo encontramos bien expresado en los grandes pensadores de ese tiempo. Ejemplo de ello es Kant que no por ser al mismo tiempo el gran filósofo que todos conocen, deja de ser un hombre caracterizado por una visión profundamente racista. Y Kant nos habla así de cuatro razas humanas: la primera, la blanca, europea, paradigma de lo humano, modelo racial superior e inalcanzable; luego, más abajo, la raza que él llama “amarilla”, concepto con el que abarca toscamente a todos los asiáticos incluyendo a los indios; más abajo la raza negra, considerada por él como una raza absolutamente inferior, pero al menos alegre, capaz de tocar instrumentos musicales para que los blancos se diviertan; y, por último, debajo de todas, la última de las razas, la absolutamente inferior, la raza indígena, la gran población americana, considerada como formando confusa frontera con la animalidad.
Es el mismo racismo que aparece en Buffon, en su famosa “Historia natural”, en la que se considera inferior al continente americano, a la naturaleza americana y a los animales americanos; en resumen, a todo lo que es americano. Y todavía más abierto es el racismo que caracteriza al pensamiento de De Pauw, que impone la idea de que América no sólo es un continente inferior, húmedo, podrido, continente todavía lleno de agua porque no tuvo un diluvio sino dos, sino que a la devaluación de la tierra americana, de su flora y de su fauna, es decir, de su vegetación y de sus animales, añade la devaluación de sus seres humanos. He leído aquí en otras oportunidades –no lo puedo hacer ahora para no desviarme demasiado del tema- textos de estos autores en los que se muestra el desprecio profundo que sentían por América y por los habitantes americanos, sobre todo su desprecio por las razas autóctonas americanas y por el mestizaje poblacional vivido en esos siglos por nuestro continente americano. De Pauw, por cierto, no sólo llega a presentar a los indígenas y mestizos americanos como seres totalmente inferiores y embrutecidos, suerte de animales debiluchos, sino que llegó a decir algo que repitió la bruja del domingo en Televen: que los europeos, que sí son inteligentes y superiores porque son blancos y europeos, al venirse a vivir a América, a la América tropical, y al ponerse en contacto con los americanos, es decir, al mezclarse con ellos, perdían sus “cualidades superiores” y se degradaban. Los degradaba incluso, primero que nada, el clima americano, y con más razón, los degradaba el mestizaje, la mezcla con razas inferiores. De modo que la bruja venezolana (en realidad, colombiana) de Televen, que se cree superior al resto de los venezolanos porque tiene sangre francesa y alemana, y porque la tiene cercana, es decir, porque aun no ha perdido esa supuesta superioridad mediante mezcla racial, puede ser una venezolana superior justamente porque no es a plenitud venezolana. Esta basura, esta increíble inmundicia ideológica, es lo que repite la bruja de Televen y corrobora la otra bruja, la invitada, presentando como opiniones que pudieran ser creíbles y aceptadas hoy unas opiniones devaluadas que forman parte del reaccionario y más que devaluado bagaje racista de la vieja colonización europea del siglo XVIII.
IV. ESTEREOTIPOS RACISTAS. RACISMO Y CHOVINISMO
Lo anterior nos lleva al plano de los estereotipos nacionales porque en este caso se cruzan racismo y chovinismo. El racismo se le aplica a todas las poblaciones americanas combinado con el chovinismo, o sea, con la identificación de un modelo determinado de país, de gentilicio, de pertenencia a un país, con lo humano, con lo paradigmático, para despreciar, descalificar o reducir mediante simplismos y hacer más devaluados a los otros. Al ser europeo y blanco se es superior, pero como siempre se es de algún país, entonces se trata de ser italiana o española o de tener sangre francesa o alemana aun siendo colombiana o panameña. Y desde esta perspectiva la crítica se dirige contra la gente de una nacionalidad, no contra todos los latinoamericanos sino unos de ellos, en este caso los venezolanos, porque se está en Venezuela y se quiere ofender a los venezolanos, ni importando si se desprecia también (y no dudo de que ese es el caso) a los haitianos u hondureños. Y eso va más allá del racismo porque, por ejemplo, entre los europeos es frecuente que los de una nacionalidad descalifiquen a los de otra nacionalidad o que incluso los europeos de un país descalifiquen a los de regiones de su país consideradas como regiones inferiores porque no son paradigmáticas. Así este tema ha sido parte de todos los chovinismos; y en este caso lo insólito, lo increíble, es que sea aplicado en Venezuela por una supuesta venezolana contra los venezolanos.
Esos estereotipos raciales, repito, son conocidos: decir que los gallegos son brutos, que los escoceses son mezquinos, que los judíos son miserables capaces de matar a su propia madre por dinero, decir que los sicilianos son mafiosos, que los rusos o los polacos son borrachos, que los españoles son ignorantes, prepotentes y arrogantes, que los andaluces son exagerados y mentirosos; en resumen, toda una basura racista que no es sino una lectura despectiva hecha desde arriba, desde la supuesta superioridad de unos seres humanos y de unas comunidades humanas sobre otras, y que ha servido siempre para alimentar odios, rivalidades y hasta guerras. Esto fue lo que ambas brujas trataron de vender.
Y lo dramático (por cierto, eso no lo inventaron ellas tampoco, porque ellas no han inventado nada: sólo son unas pobres cacatúas repetidoras de esa basura racista) es que las oligarquías de los distintos pueblos latinoamericanos, igual que hacen los europeos, también se refieren en forma despectiva y racista y con las mismas intenciones de fomentar odios e intrigas a otros pueblos hermanos, como cuando definen al colombiano como ladrón o traficante de drogas, al argentino como pedante, y así en muchos otros casos más que no intento mencionar. Repito: por doquier hallamos la misma basura simplificadora difundida por las minorías elitescas que busca generar relaciones de superioridad e inferioridad entre los pueblos, criticando y adulterando valores, manipulando y simplificando rasgos reales o supuestos, para con ello generar odio y desprecio mutuo entre los pueblos. Odios y desprecios que para que resulten más digeribles se disfrazan a menudo de chistes (tema que he analizado ya en este mismo programa en otras ocasiones).
Todo eso forma parte de una gran basura ideológica dirigida a mantener a los pueblos separados, para generar reticencias, odios, de los cuales se benefician las minorías de siempre. De tal manera que Sacandil, la bruja de Televen, apoyada en la opinión de Escandulfa, la bruja italiana, proclama que el venezolano es flojo. Pero no sólo nos dice que es flojo, sino que además es borracho, ladrón y para remate golpeador de mujeres. Es triste que uno tenga que perder tiempo refutando estas simplezas y estas imbecilidades, pero no hay otra alternativa porque ese es el pobre nivel de la derecha. Deseo detenerme en los conceptos de flojo y de flojera porque permiten hacer un análisis sociológico e histórico interesante, del cual estas cacatúas no creo que tengan la menor idea, pero para ello necesito cierto tiempo, por lo que lo dejaré para la próxima semana.
Pero admitamos por un momento el concepto de flojo que ellas usan, esto es, supongamos que sí, que hay “flojos” en Venezuela. Y que hay ladrones y que hay hombres que golpean a las mujeres. Y la pregunta que surge es: díganme, par de cacatúas, ¿y en dónde no los hay? Porque en todos los países del mundo hay flojos, hay borrachos, hay ladrones, hay hombres que golpean a las mujeres. Si no, pregúntense cuántos días feriados hay en Francia. Pregúntense cuántos borrachos hay en Alemania, en Francia, en España o en Rusia, pregúntense cuánto alcohol se consume en Estados Unidos –que seguramente es el modelo de la conductora del programa-. Pregúntense cuántos maltratadores de mujeres hay en España, donde ese delito alcanza niveles dramáticos. Pregúntense cuántos mafiosos y asesinos hay en Sicilia. Pregúntense cuántos ladrones empresarios, ladrones de verdad verdad, hay en Europa o en Estados Unidos, en las grandes corporaciones capitalistas. ¿Oyeron ustedes alguna vez hablar de Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos, por ejemplo? ¿O de la Enron o de la Halliburton? ¿O del príncipe Bernardo de Holanda? ¿O de Sali Berisha, que dirigía el juego de la pirámide en Albania, y que parece que mandó a chorearle el reloj a Bush? Pero entonces tenemos sólo dos posibilidades. O decimos que los franceses son flojos, que los estadounidenses son borrachos y ladrones, que los albaneses son choros y que los españoles le pegan a las mujeres. O decimos que, aunque esas cosas pasan en esos países, no podemos ser tan imbéciles o tan racistas y tan chovinistas de pacotilla como para definir el gentilicio de esos países en la forma en que las dos cacatúas de Televen trataron de hacerlo con los venezolanos.
He comentado muchas veces que no hay peor miseria humana que la del racismo. Que un imbécil o una imbécil se pretenda superior a otros seres humanos porque tiene la piel blanca. O que un imbécil o una imbécil crea que, porque nació en un continente determinado, es superior a los que nacieron en otros continentes. Y por lo demás, tanto la que se cree superior porque tiene sangre europea y la piel blanca como la que se cree superior porque nació en el continente europeo y se vino para éste, las dos están viviendo en este continente, y aquí en Venezuela es donde prosperan, donde viven bien, donde viven una vida burguesa o empresarial, mientras que en el suyo o en el de sus antepasados probablemente no tendrían las mismas posibilidades.
V. ALGO SOBRE EL ASUNTO DE LA DOBLE NACIONALIDAD
Entraré ahora a lo que yo diría que es el centro del problema. Tomaré como punto de partida lo que planteó en estos días, a propósito del programa de Televen, Luis Britto García. Luis Britto escribió un corto artículo, publicado en Aporrea, que ha sido muy leído y al que se le han hecho varias críticas, críticas de gente que respalda el proceso bolivariano. Sus críticos lo han acusado de falta de visión internacionalista, de excesivo nacionalismo, de chovinismo. Por mi parte creo que no se ha captado bien lo que dijo Luis Britto. De paso aprovecho para decir que Luis Britto no necesita a nadie que lo defienda porque tiene perfecta capacidad para defenderse solo y sabe cómo hacerlo. Yo simplemente estoy tomando lo que dijo porque me parece válido si se lo inscribe dentro de un contexto político e histórico –que él conoce tan bien como yo- pero que no tocó en esta ocasión ya que se limitó a la dimensión jurídica, constitucional. Es probable que sea por eso que algunos de los críticos se quedaron sin ver ese marco histórico y político, que es precisamente lo que deseo resaltar ahora.
Voy a leerlo completo. Se titula “Por qué se insulta a los venezolanos”.
Estimados amigos: con relación al incidente del insulto público de una dama que se dice italiana a los venezolanos, opino que algunos extranjeros nos desprecian porque algunos venezolanos no estiman la nacionalidad venezolana y se colocan bajo la autoridad política de extranjeros. No invento. Léanse los artículos del 39 al 42 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que permiten la doble nacionalidad y en virtud de los cuales un extranjero puede nacionalizarse venezolano sin perder su nacionalidad originaria y ejercer la casi totalidad de los poderes públicos en Venezuela, mientras permanece atado por un deber de fidelidad, lealtad y obediencia a otro país distinto. De acuerdo con dichas normas constitucionales, todos los diputados de la Asamblea Nacional, salvo Presidente y Vicepresidente, pueden tener otra nacionalidad, distinta de la venezolana. Todos los gobernadores y alcaldes salvo los de los Estados fronterizos, pueden tener otra nacionalidad, distinta de la venezolana. Todos los jueces, salvo los magistrados del Tribunal Supremo, pueden tener una nacionalidad distinta de la venezolana. Todos los componentes de nuestro Ejército, salvo el ministro de la Defensa, pueden tener otra nacionalidad. El millón y medio de nuestros empleados públicos, con apenas una veintena de excepciones, pueden tener otra nacionalidad distinta de la venezolana. Personas con nacionalidad distinta de la venezolana pueden sancionar las leyes y dictar las medidas administrativas y las sentencias obligatorias para los venezolanos, mientras juegan a la vez en otro equipo político y son leales a otro país. ¿Y entonces para qué nos independizamos? El banquero López Bouza a la hora de pedir ahorros en Venezuela se fingía venezolano, a la hora de robarlos y no pagar prisión, se decía español. Carlos Fernández a la hora de llamar al cierre patronal era venezolano, y a la hora de evadir su responsabilidad era español. Gracias a ello, y a los tratados contra la doble tributación, tampoco pagarían impuestos. No se puede servir al mismo tiempo a dos patronos, a dos religiones, a dos banderas. Doble lealtad es lealtad a medias. Como venezolano que he sido, soy y seguiré siendo, me resisto a que un extranjero me legisle, me administre, me sentencie, me represente o decida sobre mi destino y el de mi República. Amo y respeto a todos los extranjeros, pero opino que deben ejercer el poder político en sus propios países. Venezuela merece tener un gobierno de los venezolanos, por los venezolanos y para los venezolanos.
Atentamente, Luis Britto García, venezolano.
Quiero referirme a este texto porque entiendo que aquí no hay chovinismo. Y comparto por supuesto la idea del internacionalismo, pareciéndome muy válida. El internacionalismo ha sido siempre la bandera de la izquierda revolucionaria, la manera de superar los límites de los nacionalismos a veces sectarios –chovinistas justamente- pero siempre se ha mantenido dentro de límites clasistas. En el Manifiesto Comunista Marx escribió: “Proletarios de todos los países, uníos”. No dijo capitalistas ni terratenientes o clases medias de todos los países, uníos. Además, como dije, lo que me interesa es ver las cosas en su contexto.
Hay sin duda una extraordinaria amplitud y una visión fraternal en nuestra Constitución Bolivariana. Como declaración principista es válida, pero esa validez puede no quedar tan clara ni resultar tan aceptable cuando se la aprecia en su contexto, es decir, el de nuestro país, el de nuestro continente, el de las relaciones de dominación en que hemos estado inmersos por siglos y que no han desaparecido porque siguen vigentes en buena parte hoy mismo. No es lo mismo esa apertura extraordinaria que subyace en nuestra Constitución Bolivariana en un país central, en un país rico y desarrollado, es decir, en una gran metrópoli, que en un país pobre y dependiente, que en un país del Sur, sometido a la amenaza colonial imperialista, tanto abierta como encubierta, más sutil.
Me explico. Imaginemos por un momento que una cosa como esta, muy bien recogida por Luis Britto, se haga en Estados Unidos: que los inmigrantes de toda Centroamérica y México tengan derecho a ejercer todos los cargos administrativos o políticos en Estados Unidos, a tener cargos en la Fuerza Armada salvo ser jefes del Ejército, a ser diputados y ministros, a ejercer todos los cargos políticos salvo los de Presidente y vicepresidente, o Presidente de la Corte Suprema, y todo ello conservando siempre su condición de latinoamericanos, esto es, de haitianos, de dominicanos, de salvadoreños, de nicaragüenses o guatemaltecos. (Eso en los Estados Unidos sólo ocurre dentro de ciertos límites con los gusanos cubanos, pero por razones diferentes). Imaginemos pues un sistema de doble nacionalidad en Estados Unidos para inmigrantes de América Latina, los mismos que vemos a diario atropellados, encarcelados o expulsados. Imaginemos que se otorgan los mismos derechos en Francia a los argelinos, a los marroquíes, a los tunecinos, pudiendo conservar empero su nacionalidad de origen. Imaginemos lo mismo en Alemania con los turcos, o en España con los africanos, con los latinoamericanos, que hasta ahora, como sabemos, son tratados en general como perros. Imaginemos que esos países se abren constitucionalmente a otorgarle todo tipo de derechos a los ciudadanos de otras nacionalidades, de países pobres, pudiendo al mismo tiempo conservar esos ciudadanos su propia nacionalidad. ¡Ah, eso sería excelente! Porque son países dominantes, imperialistas, racistas, saqueadores de países pobres, y de esa manera estarían abriéndole posibilidades y derechos igualitarios –así sean teóricos, así sea en el papel, en la Constitución- a los pueblos que ellos han masacrado, saqueado y explotado por siglos.
Pero la situación es muy distinta para un país del Tercer Mundo, que ha sido saqueado, dominado y explotado precisamente por los países capitalistas ricos y dominantes, y que continúa dominado y saqueado por ellos. Venezuela ha sido dominada, explotada y saqueada por países a los que pertenece por su origen una parte importante de esos ciudadanos y ciudadanas a los que se permite ahora ser venezolanos conservando su otra nacionalidad. Venezuela, al igual que buena parte de América Latina, ha sido saqueada por empresas de nacionalidad española, de nacionalidad italiana, de nacionalidad portuguesa. Y no hablemos de empresas de nacionalidades como la estadounidense, francesa o alemana, o de otros sitios de Europa. Es decir, los nuestros son países que han sido colonizados, sometidos; y cuyo crecimiento en beneficio de las grandes mayorías nacionales requiere de un fortalecimiento de su nacionalidad, de su soberanía. Hay un peligro real aquí, un peligro real. Hay que encontrar un equilibrio entre la amplitud, el internacionalismo y la generosidad típicos del pueblo venezolano y el peligro real de que ellos se conviertan en un instrumento legal constitucional facilitador de que los países que nos han explotado y saqueado nos sigan dominando.
No es lo mismo que esa amplitud con respecto a la doble nacionalidad la aplique España a que lo haga Venezuela. O Colombia. O un país aun más débil, como Haití. ¡Imagínense esa amplitud constitucional en Haití o en Paraguay! Es que sin necesidad de doble nacionalidad los imperialistas extranjeros los han saqueado. Como nos han saqueado a nosotros. Y es pertinente tomar en cuenta la diferencia. Cito un solo ejemplo del pasado latinoamericano que ni siquiera ocurrió con países europeos; lo comenté aquí una vez hablando sobre cómo Bolivia perdió su territorio y su acceso al mar. En la segunda mitad del siglo XIX Mariano Melgarejo, un dictador boliviano que gobernó despóticamente su pobre y débil país, decidió de manera demagógica que aplicaría en Bolivia la idea bolivariana de la Patria Grande, por lo que decretó que en el país todos los extranjeros tendrían los mismos derechos que los bolivianos, salvo el de ser Presidente de la República, reservado para él, y al mismo tiempo eliminó de hecho las fronteras entre Bolivia y sus vecinos. No hizo falta que se aprovecharan de ello los ingleses o los franceses, que eran entonces las potencias imperialistas dominantes. Ni tampoco lo hicieron los estadounidenses, cuyas ambiciones de dominio estaban centradas en el Caribe y Centroamérica. Fueron sus vecinos sudamericanos los que se aprovecharon de ello. Halagando a Melgarejo, los gobernantes y diplomáticos brasileños y chilenos, con algunos chilenos y brasileños infiltrados en su gobierno, se encargaron de obtener beneficios y territorio. El saqueo chileno a Bolivia condujo poco después a la Guerra del Pacífico, en la cual ésta terminó perdiendo su acceso al mar; y, mediante un hábil embajador, el Imperio de Brasil logró una discusión sobre límites en la cual le arrancó unos 300 mil kilómetros cuadrados a Bolivia. Es decir, que esa amplitud de miras y ese internacionalismo tienen que combinarse con una defensa firme del país, de su soberanía, de la nacionalidad, de la dignidad, para que no se conviertan exactamente en su contrario. Y este problema valía la pena tocarlo, porque me permite entrar más directamente en el tema que quiero tratar.
VI. SOMOS AUN UN PAIS COLONIAL QUE RECREA MODELOS COLONIALISTAS
El problema es, en pocas palabras, que esta Venezuela, nuestra Venezuela, incluso esta Venezuela bolivariana con los cambios que se están operando en ella, continúa siendo un país dominado por el racismo y por el colonialismo, que han sido las características de su clase dominante, de su clase media y de su clase alta. Y que, a través de un mensaje repetido por distintos mecanismos y acentuado por los medios masivos de comunicación en los últimos cincuenta años, racismo y colonialismo han llegado incluso a impregnar a las propias masas del pueblo, a crearle a las masas del pueblo por lo menos hasta hace poco la idea de que éramos seres inferiores y de que Venezuela era un país inferior.
El hecho es que nosotros los venezolanos seguimos colonizados y seguimos teniendo una supuesta élite racista y europeizada. Y que el problema central -en el cual se inscriben los discursos racistas y trasnochados como el del par de brujas en Televen- se relaciona con un proyecto antinacional. Venezuela hoy, con todos los cambios que se están operando para romper con ello, sigue siendo una colonia en el campo económico. Lo es todavía en muchos aspectos de lo que tiene que ver con la gran propiedad capitalista. La gran propiedad capitalista continúa estando en Venezuela en manos de extranjeros, en lo esencial estadounidenses, o gentes y empresas vinculados a ellos. Importadoras de automóviles, tractores, televisores, equipos domésticos, de computación, industriales o médicos, todo eso viene en lo esencial de Estados Unidos y está de manera estrecha ligada al gran poder de las corporaciones transnacionales estadounidenses. En ese terreno seguimos todavía en buena parte, salvo en el caso del petróleo y algunos otros campos estratégicos, sujetos a una hegemonía absoluta de Estados Unidos. Pero eso no se discute porque está claro: sabemos que Estados Unidos es el país imperialista fundamental, el principal saqueador de las riquezas de América Latina, y concretamente aun de Venezuela, y todos sabemos lo que son las grandes corporaciones estadounidenses y quiénes son esas gentes. Eso lo conocemos bien y no es lo que me interesa tocar ahora.
El terreno en el cual nos encontramos menos claros en relación con este racismo cotidiano y mezquino, es el pequeño y mediano comercio, la pequeña y mediana industria, los servicios y las pequeñas y medianas actividades técnicas y profesionales. Ocurre en esas ramas, que forman prácticamente la economía diaria, la economía cotidiana (porque un venezolano corriente no se tropieza todos los días con una empresa petrolera o con una corporación trasnacional, pero sí en cambio con pequeños y medianos productores, comerciantes o vendedores de servicios, como talleres mecánicos, restaurantes, areperas, zapaterías) es decir, con todo lo que es pequeño y mediano comercio, pequeña y la mediana actividad económica y también con una serie de actividades productivas, de técnicos, cuadros, abogados, etc.
De manera que si uno examina esos campos en la Venezuela de hoy –eso pasa en otros países pero particularmente me interesa lo que pasa en Venezuela- los dueños de esas empresas pequeñas y medianas son siempre, o casi siempre, extranjeros. El hecho es que no son venezolanos. Y si no son extranjeros, porque tienen nacionalidad venezolana, son descendientes inmediatos de extranjeros, de primera o segunda generación. Pero en este caso no son estadounidenses: aquí las pequeñas zapaterías no las tienen los norteamericanos, los bares o restaurantes no lo tienen los norteamericanos; al contrario, aquí los dueños son europeos. Y mientras los patronos son europeos o descendientes inmediatos de europeos, las trabajadoras y los trabajadores en cambio sí son venezolanos. En Venezuela ocurre que el patrón en esas empresas pequeñas o medianas es un extranjero blanco y, por lo general, europeo, o de origen europeo. En cambio, el trabajador y la trabajadora son venezolanos, no son blancos, por lo general tienen la piel más obscura, o negra. Así se genera, se reproduce de generación en generación y permanece viva en Venezuela una relación de dominación que viene de la Colonia y que reproduce los mismos valores y las mismas relaciones de dominación de la Colonia. El europeo o el hijo de europeo es superior, es el que manda, es el patrón. El venezolano es inferior y es el que obedece. Y se mantiene entonces el racismo del europeo contra el venezolano y se fomenta en el venezolano el complejo de inferioridad.
Repito: seguimos reproduciendo esos modelos coloniales que son la fuente de ese racismo trasnochado de las brujas de Televen. Voy a citar unos ejemplos en orden alfabético. Veamos el caso de las areperas en Venezuela. ¿De quién son las areperas en Venezuela? De portugueses fundamentalmente. ¿De quién son los bares en Venezuela? De españoles, de portugueses y de italianos. ¿De quién son las carnicerías en Venezuela? Casi todas son de italianos, en algunos casos, de españoles. ¿Quién cultiva aquí fundamentalmente las hortalizas? Los canarios, los españoles y los portugueses. ¿Quién controla en Venezuela la educación privada? En su absoluta mayoría españoles, monjas y curas de derecha y hasta franquistas o herederos del franquismo. ¿Quiénes son en Venezuela los dueños de las farmacias y de las perfumerías, sobre todo de las grandes? Los judíos. ¿Quiénes son los que controlan mayoritariamente la medicina, la profesión médica en Venezuela? Judíos, de distinta procedencia, cierto, pero todos de origen extranjero. ¿De quién son los restaurantes? De españoles, portugueses, italianos o chinos. ¿Y de quién son los supermercados? De verdaderas mafias portuguesas: Central Madeirense, Excelsior Gamma, etc. ¿Quiénes son los propietarios o patrones de los talleres mecánicos? Italianos o españoles. La televisión es muy importante en este caso porque es la que difunde contravalores, esos mismos contravalores racistas y colonizados de que vengo hablando. Y en la televisión ocurre que la mayor parte de las actrices y actores, locutores, presentadores, periodistas de televisión, son hijos de españoles, hijos de gallegos o portugueses e hijos de italianos. Y hasta algunos de sangre francesa o alemana, como la bruja de Televen. Los venezolanos son una minoría allí, digo venezolanos que tengan más de cuatro, cinco o siete generaciones de venezolanos, cuya mezcla española -porque todos la tenemos- está presente pero viene de mucho más lejos. ¿Quiénes son los amos de las empresas textiles? Son judíos, árabes, o armenios. ¿Los amos del transporte y la mudanza? Casi todos canarios, al menos los dueños de las empresas de transporte. ¿Y de quién son las zapaterías? De italianos, de españoles... y no sigo nombrando otras ramas técnicas y productivas porque en cualquiera de ellas ocurre lo mismo, como es el caso de empresas técnicas, consultoras, encuestadoras y otras.
Ojo, dejo claro aquí que en lo que digo no se oculta ninguna xenofobia. Intento reproducir una realidad heredada de la Colonia que nos sigue afectando y que sigue creando determinados valores de superioridad europea por parte de patronos que son europeos y de la inferioridad venezolana, porque los venezolanos son los trabajadores explotados. Esa realidad heredada de la Colonia, renovada con el tiempo, alentada por la élite dominante, ya que ella misma se siente medio extranjera, ya que es profundamente racista y que, cada vez que puede, saca sus raíces españolas, francesas o alemanas para demostrar justamente que es más blanca y superior, forma parte de nuestra sociedad venezolana hoy y es una de las fuentes que en ella alimentan el racismo y el colonialismo. De paso quiero aclarar que este no es siempre el caso, porque numerosos pequeños empresarios europeos de distintas procedencias tienen una actitud distinta y practican otro trato. Conozco algunos casos de carniceros o dueños de talleres mecánicos que, siendo italianos o españoles, se sienten profundamente venezolanos, identificados con Venezuela, que incluso respaldan a este Gobierno y los cambios que está llevando adelante por recuperar la dignidad, y que paradójicamente tienen trabajadores que son por el contrario enemigos de este proceso, bastante serviles con los clientes de clase media y hasta escuálidos. Eso también pasa.
VII. HAY QUE SALIR DE LA COLONIA
Pero el problema de fondo que tenemos en este campo es que Venezuela necesita salir de la Colonia. Porque todavía el país no ha salido de la Colonia, en este caso, de la Colonia europea más que de la Neocolonia estadounidense. Porque los norteamericanos se encuentran mucho más en evidencia y porque su carácter imperialista se hace más claro para el pueblo día a día.
Es necesario que Venezuela pueda al fin ir teniendo sus propios empresarios, empresarios pequeños y medianos, preferiblemente dentro de otra concepción, no necesariamente dentro de la concepción usual de pequeño empresario capitalista explotador que sólo sirve para que venezolanos exploten a otros venezolanos. Lo deseable sería que en este contexto de construcción de una sociedad más justa, democrática y solidaria, ese proceso en el que los venezolanos dejen de ser mano de obra explotada se hiciera preferiblemente desde una concepción no capitalista, desde una concepción colectiva y solidaria.
Esto no significa en absoluto que los patronos o empresarios extranjeros tengan que irse del país ni nada parecido. Aquí hay espacio para todos y este proceso a diario lo demuestra. En Venezuela hay espacio para diversas actividades porque este es un país que está creciendo, que se está desarrollando, en el que hay oportunidades para todos, y particularmente para los sectores populares. Es claro que ese crecimiento debe significar a través de las misiones y de todos los diversos proyectos que ha ido desarrollando este Gobierno bolivariano, la posibilidad de que los venezolanos dejen de ser siempre empleados, dejen de ser siempre sirvientes, dejen de ser trabajadores de unas minorías blancas que no se sienten venezolanas, minorías que se consideran europeas y que por ello se creen superiores. Repito: no es la totalidad de los casos pero pesan bastante dentro de este país y mantienen automáticamente una relación de dependencia que incluso puede ser independiente de la posible buena voluntad de un patrono de origen europeo.
La Venezuela bolivariana no representa ningún obstáculo para que en el país haya patronos y empresarios de todo tipo y de cualquier procedencia nacional o étnica. Lo único que hay que exigirle a esos patronos de cualquier procedencia es que sean venezolanos en su comportamiento y en su compromiso con el país en el que viven y en el que trabajan y se benefician; no importa que sean de cualquier origen: italiano, portugués, español, judío, rumano, francés, ruso, croata o serbio. No importa, Venezuela ha sido siempre un país profundamente abierto a todos pero tienen que identificarse con Venezuela, no pueden despreciar a las venezolanas y a los venezolanos, no pueden seguir pensando que están en la Colonia de hace dos siglos o que ellos son superiores a la mayoría mestiza de los venezolanos porque son blancos, porque tienen sangre francesa o alemana. Y en la medida en que se identifiquen con los venezolanos, que participen con los venezolanos de hoy en la construcción de una nueva Venezuela, democrática y soberana, esa Venezuela mantendrá los brazos abiertos para ellos y los respaldará en su trabajo y en su esfuerzo como lo ha hecho siempre.
Pero para aquellos europeos o descendientes inmediatos de europeos que desprecian al venezolano, que lo odian, que se creen superiores a él porque tienen la piel más blanca o porque vienen de Europa y que no quieren aceptar estos cambios democráticos que suceden ahora en Venezuela, para ellos y su racismo las puertas están abiertas para que se vayan. Las puertas abiertas, como siempre han estado las de Venezuela, sirven para entrar pero también para salir. Están abiertas para entrar pero también para irse del país. Los que quieran entrar o quedarse en Venezuela y trabajar y prosperar en ella respetando la dignidad y los derechos de los venezolanos, bienvenidos; pero los que quieran irse de aquí porque el país no les gusta, porque ahora se dan cuenta de que hay demasiados negros y mulatos, porque ahora esos negros y mulatos ya no son tan dóciles y colonizados como antes y la blancura como expresión de superioridad racial o cultural ya no les dice nada; porque los negros y mulatos andan por las calles, porque los negros y mulatos ya no están solamente en los cerros en que vivían hacinados como bestias sino que ahora tienen acceso a la salud, la educación y la vivienda, porque ahora circulan libremente por toda la ciudad, porque ahora van al Teresa Carreño, porque ahora viajan por los aeropuertos donde antes sólo entraban como cargadores de maletas o choferes y comen en los restaurantes que antes se llenaban de puros blancos y mestizos de las clases dominantes, a esos hay que decirles simple y llanamente que se vayan a sus países de origen, a España, a Portugal, que se vayan adonde quieran, a Estados Unidos o a Europa, a prosperar allí si pueden, y que en el país se queden aquellos que quieran de verdad a Venezuela, con independencia de su origen o nivel de mestizaje.
Esto es importante considerarlo porque la raíz de todo este colonialismo interno proviene de esa relación de subordinación que ha tenido el venezolano, siempre empleado, siempre trabajador y siempre obrero en su propia tierra; y todavía, casi doscientos años después de la Independencia, teniendo siempre patronos europeos, hijos de europeos o nietos de europeos, y que no importaría que lo fueran salvo porque hacen valer esa condición de hijos o nietos de europeos para sentirse superiores a los venezolanos y tratarlos como si Venezuela fuese una colonia y no el país independiente al cual sus padres o abuelos vinieron hace décadas en condiciones pobres y miserables por las crisis de Europa a que aquí se los acogiera con los brazos abiertos, dándoles a ellos, a sus hijos y a sus nietos todas las posibilidades de progresar y enriquecerse.
VII. LA INMIGRACION EUROPEA Y SUS RESULTADOS
Ahora bien, esto me lleva a analizar así sea en forma resumida el problema de la inmigración. Porque el problema de la inmigración es la fuente fundamental de todo esto. El problema remonta, sobre todo, a la inmigración del siglo XIX y se relaciona con el racismo de las élites criollas, de las oligarquías criollas. El objetivo de esas élites criollas que eran mestizas (se habían mezclado con indios y negros, sólo que tenían mucho dinero, lo que según ellos les disimulaba el color y los blanqueaba), querían fundamentalmente blanquearse cruzándose con europeos. Y así blanquear al propio país. De modo que su objetivo, declarado desde la propia Independencia pero sobre todo a lo largo del período Republicano, era atraer inmigración europea blanca para “blanquear” el país; y así lo sostenían con toda claridad.
Esas élites criollas se opusieron a cualquier otro tipo de inmigración. Durante la Guerra Civil norteamericana, por ejemplo, los Estados Unidos, racista como siempre, le ofrecieron a Venezuela inmigrantes negros que organizar colonias de negros recién independizados. Los gobernantes venezolanos de entonces rechazaron de plano la idea, no porque esa colonización podía servir para crear peligrosos intereses estadounidenses en Venezuela sino con el argumento de que aquí ya había suficientes negros. La oligarquía mestiza venezolana quería blancos. Blancos europeos, como los que acudían a los Estados Unidos y a los países del cono sur. Pero no lo lograron. Vinieron en cambio algunos negros de las Antillas y de Trinidad. Y hasta algunos chinos, aunque esa inmigración se prohibió pronto. Guzmán Blanco declaró incluso que a él no le gustaban mucho los canarios ¡porque los encontraba muy parecidos a los venezolanos! Él quería verdaderos inmigrantes blancos de la Europa continental. Desgraciadamente para ese proyecto racista de blanqueamiento, Venezuela no atrajo inmigración europea y a lo largo del siglo XIX los logros fueron pocos, las experiencias fracasaron, buena parte de los colonos que vinieron regresaron pronto a sus lugares de origen en Europa. Quedó el caso peculiar de la Colonia Tovar que justamente sobrevivió porque los emigrantes que trajo Codazzi de Alemania fueron abandonados ahí, se perdió su recuerdo y se los redescubrió mucho después. Las colonias que intentaron Guzmán Blanco y luego Castro entre el último tercio del siglo XIX y los principios del siglo XX tampoco fueron exitosas. Los europeos acudieron fundamentalmente al cono sur y allí sí cumplieron el sueño de las élites criollas de blanquearse, lo que lograron Argentina, Uruguay, el sur de Brasil y un poco Chile.
Venezuela permaneció siendo un país mestizo y su mestiza élite criolla se quedó añorando la llegada salvadora de algunos blancos europeos. Fue sólo ya entrado el siglo XX, después de muerto Gómez, prácticamente en tiempos de López Contreras y de Medina Angarita, cuando empieza a venir, de una forma no masiva pero sí en una cifra importante, inmigración europea blanca. Vinieron españoles republicanos huyendo de la Guerra Civil Española, vinieron algunos grupos judíos, empresarios, técnicos, cuadros, huyendo de las persecuciones nazis, pero sobre todo esa inmigración europea aumentó en forma significativa en los tiempos del trienio de Acción Democrática y en los años de Pérez Jiménez, ya en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y de la espantosa miseria europea de los años cuarenta del pasado siglo XX.
Venezuela, que era percibida como un pequeño y próspero país petrolero de grandes oportunidades, atrajo entonces a muchos inmigrantes. Aquí vinieron técnicos y cuadros (la gente emigra cuando es pobre, cuando está bien no emigra), pero en este caso se trataba de cuadros, profesionales y científicos que emigraron simplemente porque eran perseguidos por razones políticas, lo que pasó mucho con la gente de origen israelí. Los judíos vinieron porque eran perseguidos por los nazis y otros emigrantes de otro origen étnico lo hicieron por razones políticas no y no raciales, como sucedió con cuadros y técnicos llegados de Alemania, de Croacia, de Serbia, de Europa Oriental. Sin embargo, la aplastante mayoría de quienes vinieron al país eran aquellos europeos que por razones históricas, culturales, coloniales, se sentían más vinculados con Venezuela; y vinieron de los países más pobres, más arruinados, más golpeados por el hambre y miseria del Viejo Continente: vinieron de España: gallegos, extremeños, catalanes, vascos, andaluces; del sur de Italia: napolitanos, calabreses, sicilianos; y de todas las provincias de Portugal. En su mayoría eran analfabetas o casi analfabetas, campesinos pobres, albañiles, obreros sin calificación, y sus mujeres, amas de casa, analfabetas, ignorantes, pobres. Vinieron muertos de hambre en su gran mayoría huyendo de la Guerra y de la terrible pobreza que asoló a Europa. Constituían lo más pobre y lo más atrasado de Europa. Pero en Venezuela fueron recibidos con los brazos abiertos. Por el pueblo porque el pueblo venezolano ha sido siempre generoso, franco, solidario. Y por la minoría gobernante, fundamentalmente porque eran blancos y porque por fin, después de tanto esperar, vieron en ellos la oportunidad de “blanquear” un poco al país y de paso de terminar de blanquearse ellos mismos. Aquí hubo también y sigue habiendo inmigración colombiana, peruana, antillana, haitiana, inmigración que siempre fue despreciada o rechazada y se las rechazó no por ser pobres (pues los europeos, como dijimos, no eran precisamente ricos) sino por ser una inmigración mestiza, mulata o negra, gente demasiado parecida a los venezolanos, como habría dicho Guzmán Blanco.
Y esos europeos prosperaron y tuvieron muchas ventajas en Venezuela. Diría que tuvieron tres ventajas fundamentales sobre el venezolano.
La primera, que su situación de miseria y de pobreza los impulsaba, al emigrar, a tratar de progresar en su nuevo país emprendiendo cualquier tipo de esfuerzo, cualquier tipo de trabajo y haciéndolo a cualquier precio, comiendo -como se decía en los años de Pérez Jiménez- gaseosas, cambures y emparedados de mortadela. Realmente hicieron un enorme esfuerzo por progresar. La segunda, que su cultura europea, que era ya una cultura abiertamente capitalista, una cultura de trabajo, de competencia, de “quítate tú para ponerme yo”, les daba una ventaja grande sobre los venezolanos porque éstos, sobre todo en esos años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, eran mucho menos capitalistas que hoy, estaban más ligados a la sociedad tradicional, y, al ser mucho menos capitalistas, tenían también mucho menos espíritu egoísta, competitivo, y al mismo tiempo -pese a ser pobres- estaban menos presionados que los emigrantes porque vivían en su medio, que era solidario, y al existir la solidaridad se podían prestar ayuda entre ellos, mientras que un grupo de inmigrantes que no conoce a nadie ni tiene familia debe apoyarse en gente de su propia nacionalidad y tiene que hacer más esfuerzo para progresar. Y en tercer lugar los ayudó mucho el color blanco y la condición europea, porque eso permitía que los criollos venezolanos los vieran como blanqueadores, como una suerte de detergente social y racial.
La mayoría de esos inmigrantes prosperó con su esfuerzo, nadie niega eso, pero también lo hizo aprovechando esas ventajas culturales y racistas que los hacían ver por los criollos de la élite como superiores al propio venezolano, al que siempre han calificado de flojo porque se ha resistido a que lo exploten. Pusieron bares, restaurantes, talleres mecánicos, carnicerías, abastos y zapaterías. Algunos, italianos sobre todo, lograron posiciones económicas y de poder ya en tiempos de Pérez Jiménez. Luego vino la democracia cuartorepublicana, que en su primer período produjo ciertos cambios modernizadores en el país: masificó y democratizó la educación y estimuló el desarrollo del capitalismo dependiente en Venezuela. Los hijos de inmigrantes tuvieron así acceso a la educación gratuita, se convirtieron en profesionales, en cuadros y técnicos y aumentaron también su ventaja comparativa porque si un albañil europeo, blanco, luce mejor en Venezuela que un albañil venezolano, de piel obscura o negro, con más razón un economista hijo de europeo y blanco es mejor partido que un economista venezolano mulato. Las nuevas generaciones de inmigrantes, hijos de inmigrantes, ya no fueron entonces por fuerza panaderos o dueños de bares. Mientras su padres progresaban y ampliaban sus negocios ellos adquirieron más poder, formaron empresas, y se asociaron a distintos medios de comunicación. Entraron casi todos a formar filas en la clase media y como se trataba entonces de una clase media en ascenso muchos de ellos asumieron posiciones progresistas. Pero en general la mayoría se fue asociando a la élite del poder, se casaron con las hijas de ésta, blancas o mestizas, para ascender, cambiaron blancura europea por billete y poder, y sus nietos terminaron ya siendo prósperos venezolanos de inmediato origen europeo, integrantes de la élite criolla renovada, en parte, por sus padres y luego por ellos mismos.
Me veo obligado a terminar por ahora el tema. Continuaré con él la próxima semana. Lo dejo entonces en esta especie de suspenso, porque hay conclusiones a las cuales no he llegado todavía pero a las que sí llegaré en el próximo programa.