Esta nota es
una protesta contra mí misma. En efecto, a mediados de esta semana
estaba furiosa con el Presidente Chávez, lo insulté en voz alta entre
las cuatro paredes de mi apartamento, rabié, quise gritarle personalmente
mi decepción y mi ira… porque comí cuento. En la prensa colombiana
leí una comunicación que, con gran despliegue, informaba que, a su
paso por Rusia, Chávez había planteado que los venezolanos recibirían
con beneplácito y euforia la instalación de bases militares rusas
en su territorio. Grité traición, falta de coherencia ideológica
y llamé a parientes y amigos para desahogar mi rabia.
Al día siguiente,
en una información pequeñita y perdida, decían que nunca jamás Chávez
había propuesto semejante cosa. Y nada pasó, nadie fue castigado por
haber lanzado deliberadamente esa calumnia. La llamada “libertad de
prensa” permite esas cosas aberrantes: mentir en grandes titulares,
siempre y cuando se rectifique en diminutos espacios, colocados en lugares
donde es difícil ubicarlos, ya que existen estudios científicos –
para uso de periodistas – que permiten saber cuál es el recorrido
de la mirada de un lector sobre la página que está leyendo de un diario
de pliego o de tamaño tabloide. Es decir, la ciencia empleada al servicio
de la llamada “libertad de prensa”. Un día tendremos que reformar
nuestras constituciones para que lo que se defienda sea el “derecho
pleno a la información” con visión ya no universal sino multiversal.
Hubo quien
le hizo eco a mi ira afirmando que a Chávez había que sacarlo de la
presidencia de Venezuela porque era una deshonra para el socialismo.
En medio de mi rabia me paré en seco y dije ¡No! Chávez puede ser
todo lo incoherente que se quiera, puede tener una idea loca como abrirle
las puertas a una base militar rusa, puede decirle un día Don Corleone
a Uribe para luego llamarlo heréticamente “hermano”, pero no hay
duda de que ha impuesto en la economía el valor de la solidaridad
por encima del clásico principio capitalista de la competencia.
Basta comparar la esencia del TLC y el ALBA. El primero se afinca en
la destructiva competencia, mientras que el ALBA construye sus raíces
en la solidaridad. Es ahí donde hay que reconocer y analizar el eje
del pensamiento socialista de Chávez.
Es cierto –
y afortunadamente lo es – que Chávez no está aplicando el socialismo
a partir del manual ortodoxo de una visión determinista y extrapolar
de la ley del materialismo histórico, con todas las secuelas de práctica
política que esto conlleva. Con consciencia plena o no – y yo pienso
que es su intuición la que prima – sabe que el socialismo, en lo
económico y en lo político, no exige fundamentalismos que, como camisa
de fuerza, han hecho las desgracias del socialismo real. Pero tampoco
adapta los principios deterministas del capitalismo que, con medidas
monetaristas, busca acomodarse a la torticera “ley de la oferta y
la demanda” que, haciendo de columna vertebral de los modelos económicos,
orienta y guía al capitalismo.
La brújula
que encamina a Chávez en economía es el concepto de solidaridad, base
indispensable de la construcción de un continente unido. Ese aparente
pequeño concepto es el que lo aparta del capitalismo que, como hemos
podido ver en vivo y en directo, está llevando a la humanidad al desastre.
La competencia en los mercados internacionales ha convertido a los alimentos
de primera necesidad en commodities que, con el principio de la oferta
y la demanda y la subsecuente especulación, ha encarecido los alimentos
a nivel mundial, creando condiciones sociales y políticas que alarman
a los propios gestores de este modelo económico que lleva en sí su
propia destrucción.
El capitalismo
y su globalización están llevando a nuestro planeta a un cataclismo
de dimensiones aún no sospechadas. Es por ello que debemos hablar de
cambio en términos de solidaridad y es porque Chávez está inmerso
en este concepto básico que le perdono las muchísimas cosas negativas
que le critico y por lo que me cuido de no creer todo lo que de él
dicen los amantes de “la competencia”, una de cuyas herramientas
de trabajo es la calumnia y la mentira.
Bogotá, julio 27 de 2008
*para el semanario Sexto Poder
glorigaitan@yahoo.es