El enfrentamiento de posiciones ideológicas y políticas sigue ocupando los titulares de la prensa venezolana en todas sus formas.
Parece no entenderse que el proceso comunicacional no tiene porqué someterse a otro compromiso que no sea el de facilitar el acceso a la realidad, presentando todas sus facetas y versiones, enriqueciendo la información con los recursos necesarios para que el colectivo pueda usar ese conocimiento para guiar sus decisiones y formarse opiniones sobre la realidad sin verse entorpecido por la engorrosa labor de "desmalezar" el producto que recibe de cualquier clase de parcializaciones deshonestas o interpretaciones dirigidas a favorecer intereses sectarios, comerciales o políticos.
La base jurídica y legal que nos interesa está esbozada en los artículos 57 al 61 de la CRBV entre otros, y parcialmente reglamentada por el Código de Ética del Periodismo y la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión; aún así, debe evitarse que esas disposiciones del contrato social de convivencia se utilicen para entorpecer el acceso a la información o la libertad de expresión. Dicho de otra manera, CONATEL, la burocracia o el "honor" no pueden estar por encima del derecho colectivo e individual a informarse y opinar, y mucho menos convertirse en encubridores de maniobras antiéticas.
En ese sentido, el gremio de comunicador@s, licenciad@s o no, colegiad@s o no, tiene la responsabilidad de sacar al periodismo venezolano del pantano de la confrontación contínua impuesta por la SIP y secundada por el gobierno al hacerse eco de ella; si no puede o no quiere hacerlo el gremio, serán l@s ciudadan@s l@s encargad@s de que los medios - TODOS LOS MEDIOS - permitan y estimulen la expresión de todos los ángulos y visiones sobre la realidad nacional e internacional, aún (y particularmente) aquellas que no están específicamente alineadas con alguno de los frentes en pugna.
Venezuela no puede limitarse, como ahora, a abrevar solamente en los dos paquetes informativos sesgados de VTV y Globovisión o a abstraerse con novelas, películas y cartones animados. Aún el entretenimiento debe ser educativo: esta es una necesidad coyuntural que debe dar respuestas a la realidad de un país cuya población fue alienada y deliberadamente desprovista de un sistema educativo adecuado a sus necesidades y que ahora carga sobre sus hombros el lastre social de un segmento etario que aún no ha aprendido a hacer lo que necesita hacer ni a investigar lo que necesita conocer a pesar de las misiones educacionales coyunturales (Robinson, Ribas, Sucre), cuyas buenas intenciones lidian con las imperfecciones fruto de la improvisación y el inmediatismo.
Un gremio periodístico que se divide entre un CNP de oposición y otras protoestructuras desagregadas a favor del gobierno no parece ser todavía capaz de formular propuestas comunicacionales que integren a ambas (y otras) posiciones en cada programa, noticia e información; como usuari@s no podemos esperar a que ello suceda si no hacemos presión. El problema es que ya nos hemos acostumbrado a la confrontación, sin darnos cuenta de que gracias a ella es que tenemos el actual clima de hostilidad permanente. Un caldo de cultivo para una guerra civil que nadie en su sano juicio desea.
Solo a través de una expresión colectiva ponderada podremos contrarrestar los efectos de la lucha por el control de la conciencia ciudadana entre los poderes del estado, los de las corporaciones y los de otros estados. Abstraernos al nirvana de la inconsciencia o dejarnos arrinconar hacia solo dos polos posibles, como hemos permitido que suceda hasta ahora, debilita el poder real que tenemos como ciudadan@s de un solo país y de un solo planeta.
En artículos anteriores sobre este tema planteaba la necesidad de tomar los espacios comunicacionales, consciente de que los poderes en pugna sólo plantean la expresión y defensa de sus respectivas posiciones y se apropian de parcelas crecientes del territorio comunicacional sin ningún reparo ético ni respeto a la posibilidad de oir las posiciones y propuestas alternativas que nacen desde el seno de la sociedad y cuya difusión es una responsabilidad inherente al papel de l@s comunicador@s, sean o no profesionales o licenciad@s.
La toma de espacios comunicacionales a la que me refiero aquí no se trata de una ocupación física de instalaciones o de la lucha por la eliminación de las opiniones diferentes a las propias de cada bando. Todo lo contrario: se trata de fortalecer la demanda de más y mejor información. Se trata de la búsqueda del trasfondo real en el que suceden los acontecimientos, de la investigación sobre las razones políticas, sociales y económicas que los originan, de la sed de contextualizar apropiadamente las piezas del mosaico informativo a nuestro alcance y de hacer que ese conocimiento esté efectivamente a nuestra disposición. Se trata, en fin, de una maduración de nuestro rol como usuari@s y a la vez protagonistas de la historia de la que somos parte.
Se trata también de la forma de lograr que esa información sea accesible a tod@s. El primer poder es el conocimiento... pero de nada sirve si no está a la mano de tod@s. Las galaxias de información disponibles en internet son invisibles a la enorme mayoría de sus protagonistas. Un espectro radioeléctrico repleto de noticias baña a países enteros ignaros de su contenido. La prensa escrita no es más que papel sucio para amplios porcentajes de los continentes. Aún si la comunicación lograra llegar a tod@s l@s usuari@s, seguiría siendo un ininteligible barullo, un oceano de voces si no se la procesa de manera de ser usable, digerible y útil.
Es allí donde empieza el papel de l@s comunicador@s. Allí es donde cobra valor el concepto de la honestidad intelectual, el de la ética, el del compromiso con la verdad por encima de los intereses sectarios, económicos o estatales que pueden permitirse financiar el proceso comunicacional.
¿Estamos preparad@s, como comunicador@s o como usuari@s, para vivir y luchar por esta utopía?
muninifranco@gmail.com