Ocurrió que Luís Herrera hizo su campaña electoral proponiendo que él “arreglaba esto” y fue así como surgió de las profundidades de Caucagüita, Carlota Flores y su pequeña hija Aleida Josefina, como arquetipos del Pueblo sufrido y marginado a quienes se les abría por obra y gracia de la guanábana, la fantasía mediática de reclamar arrecho su derecho con la letanía de ¿Es esto correcto? ¿Es esto lo que tú quieres que continúe? Compadrazgo por el pecho incluido, el Pueblo fue usado una vez más para ganar elecciones, quedando como eco de un país hipotecado aquella otra frase con la cual Carlota le dio piña, contra pitos y flautas onomatopéyicas, al candidato adeco de entonces: ¿Dónde están los reales?
Ocurrió además, digo yo, una vaina que es lo único que puede explicar que una burguesita de fina estampa haga hoy en día la misma pregunta, como un mal remedo de Carlota. Y digo mal porque Carlota, aunque practicara antes de la filmación, ciertamente debió abrigar la esperanza de saber qué coño hacián los reales los adecos mientras en los barrios lo único abundante era la miseria. Pero a la burguesita, hacerse la popular con semejante argumento, le queda forzado, como su sonrisa. Creo que María Corina, entonces preadolescente, debió quedársele grabada aquella cuña, acuñada en cada negro de la TV de la época.
Después de permanecer enhiesta durante siete horas en la AN, durante la memoria y cuenta presidencial, dando la errónea idea de que le paraba bolas al discurso, hizo un show mediático con la pregunta de marras, aduciendo que el Presidente no dijo nada. Por eso cuando el periodista de Vive TV la ametralló con aquellos ¿Dónde estaba usted diputada? Lo único que se le ocurrió fue exigir respeto y dejar para mañana lo que no podía demostrar en ese momento.
Cualquiera pudiera pensar que la burguesita de finas rótulas es astuta, preguntando por los reales con la esperanza de evocar tiempos idos que la catapulten a una candidatura que ya comienza a ser pesadilla en las filas cuarto republicanas. Solo que cuando la mentira es estandarte en la batalla política, a menudo es fácil quedar en evidencia.
No es muy inteligente de su parte esgrimir cifras fraudulentas como un Ramos Allup cualquiera, acusando al contrario de serlo y luego se cansa uno de esperar las pruebas. Antier escurrió el bulto del hemiciclo popular, a sabiendas de que allí estarían representantes de organismos nacionales y extranjeros que avalan las cifras oficiales.
Por eso, recordando aquel Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia, cuyos fundamentos programáticos proponían “enseñar a pensar”, le hago una pregunta a María Corina ¿Dónde estaba usted, diputada?
EPILOGO
María Corina estaba muy nerviosa. Tenía el dedito tan estiradito que le dolía. Henry, con libreta en mano le dice: Cálmese diputada, está peor que en la primera sesión. Usted tiene un trauma con las cifras peor que el de Julio Andrés. Ella le responde: ¿Y por qué crees que no fui hoy? Una tampoco puede hacer el ridículo ante toda Venezuela. Tranquila, que de eso se encargaron varios hoy. Vaya tranquila y prepárese para lo que viene. Mientras salía, Henry empezó a cantar bajito: Todos los balurdos creen turururu tuuturú…
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