No es un secreto para nadie el comportamiento abiertamente reaccionario de quienes de manera pública vienen asumiendo ser portavoces de la derecha en nuestro país. Tal manera de actuar ha contagiado a la mayoría de sus seguidores, quienes de manera automática y contaminados con el antichavismo, se ufanan en predecir y desear una Venezuela caótica y a arrodillada ante quienes los ordenan y financian.
Afirmamos, entonces que la oposición venezolana no solamente la calificamos de derecha sino que ha venido actuando con un discurso y una práctica con un perfil marcadamente de ultraderecha. En esencia, reaccionario. Fanáticos reaccionarios.
Pero seguramente podemos hacer otras consideraciones para definir aún más a quienes se han convertido, desde la oposición, en continuadores de las prácticas de exterminio de revolucionarios, como una pésima y horrorosa manera de confrontación política.
Ya en los oprobiosos días de abril 2002 dieron claras muestras de lo implacables que son a la hora de tomar decisiones al asumir horas de poder. No hay dudas, para los revolucionarios fueron horas de un terror comparable con la actuación del abominable y tristemente célebre, por asesino, Augusto Pinochet.
De allí en adelante han dado rienda suelta a las mil y una manera de hacerle daño a nuestros ciudadanos y al país. Se han confabulado de la manera más grosera y antinacional con la criminalidad internacional, al punto que para ningún compatriota hay duda de la importación de mercenarios de la peor calaña para socavar las bases de la Revolución Bolivariana.
Afirmamos, entonces, que la oposición venezolana asumió peligrosamente el camino de una ultraderecha con evidentes rasgos facistoide. No es una aventura tal afirmación, cuando se prestan para el asesinato, horrendo como ha ocurrido. Y peor aún, guardan silencio cómplice, del cual se jactan.
No conformes con sus crímenes, aupan de manera abierta prácticas para generar el descontento popular. La campaña mediática, ataque económico y su complicidad con delincuentes como Alvaro Uribe, develan a un sector político casado con prácticas reaccionarias y fascistas.
Cualquiera sea la explicación que pueda dar la derecha venezolana, sus pasos son la clara demostración de haber entrado en un siniestro callejón, del cual se resisten a salir. Cada declaración y cada movimiento los delata en sus presagios de "salidas", abiertamente antidemocráticas.