Sentado en una de las mesas de una panadería leyendo Un dragón en el trópico (una cagada de libro que no hace más nada que repetir sobre Chávez toda la paja que le han echado la mayoría de los escritores de Debate y otras editoriales que forman parte de la tramoya urdida contra uno de los políticos más interesantes que ha parido la humanidad en los últimos años. Pero que sin embargo Boris Muñoz e Ibsen Martínez lo consideran una joya de investigación) de los “facurtos” Javier Corrales y Michael Penfold. Como periodista integral estoy obligado a leer de todo por eso siempre he denotado por dónde van los tiros. La edición, bien logrado como producto de Marketing observa en portada una expresiva foto de medio rostro de Chávez con su boina de revolucionario. Pero muy sesgado en su contenido. Carente de objetividad. En otra oportunidad les hablo de este bodrio.
Pues bien estoy sentado, leyendo, cuando de repente se presenta un desconocido, que después de identificarse como ex chavista, pero con una cara de escuálido que no la brinca un venado asustado por el yerro de un disparo de escopeta venaera (esa de guáimaro del grueso), me echa un cuento de su vida de chavista hoy devenida en escuálido, me pide que lo ayude a promocionar su rol de oposición porque tiene interés de formar un partido. De entrada el tipo me lució como un provocador de oficio. Un tirapiedras antichavista crónico buscando un recetor de sus peroratas, Le dejé hablar. Se encadenó. Terminó diciendo que los militares son unos ladrones y que Nicolás no tiene madera de Presidente.
Por supuesto que lo puse en sitio. Le dije que era chavista hasta las bolas. Que si me hacían una foto en los testículos, en uno salía la foto de Chávez y en el otro, una de Nicolás. Y en cuanto a su intención de informar sobre su partido de oposición lo primero que tenía que hacer era crearlo, de lo contrario los colegas lo tomarían como un loco de carretera. Allí se desató y comenzó a vociferar. Por el pasillo pasaba mucha gente y me saludaba. El tipo se daba cuenta.
- “Usted se sentó en mi mesa para saciar su odio antichavista. Pero te equivocaste de autobús. Y no le creo todo lo que me ha dicho de su vida revolucionaria. Un verdadero revolucionario no habla tantas sandeces como usted. Y no trato de convencerle pues quien puede convencer a un convencido. Usted no entendería nunca de razones valederas y evidentes de los beneficios que la Revolución Bolivariana de Venezuela le ha dispensado al pueblo porque Ud. esta requeteconvencido que todo lo bueno que hizo Chávez y que ahora hace Maduro es mentira, no existe’’, dije al intruso de un solo tirón, y le dejé estupefacto. Un moreno, como de 50 años que estaba sentado en una mesa contigua vino en su auxilio. Hacía rato le había observado su condición de salvavidas.
- “Señor me dijo yo vote por Chávez la primera vez. Pero me decepcioné. Qué me dice usted de la escases, de la especulación, de las colas que hay que hacer para comprar una batería”.
-Quieres que le dé una repuesta. Le recomiendo que leas, si es que usted no lo ha leído, La casa de los espíritus, escrito por Isabel Allende, prima de Salvador Allende. Allí Isabel narra la guerra económica desatada por la Oligarquía Chilena, apoyada por la ITT, en contra de su primo Presidente antes de destronarlo. Es la misma cartilla que el Imperio y oligarquía doméstica están aplicando en Venezuela. Pero aquí esa cartilla va a fracasar como todas las maldades desatada por la Contrarrevolución. Usted no se ha dado cuenta que el pueblo tiene tiempo capeando esa guerra y no ha salido a calentar las calles, que es el objetivo de esa guerra”.
El tipo repito, alga cargado en kilos sin caer en la obesidad y de color moreno, me dijo que provenía de Puerto Ordaz, que era ingeniero y que trabajaba en Venalum, de la que dijo tiene cáncer metástico. Dicho esto abandonó la conversación ante la llegada una jovencita, que imagino era su hija.
De los dos personajes escuálidos en referencia el que más me preocupa es el ingeniero de Venalum porque es un infiltrado porque de no serlo no echaría tanto lastre a la empresa. Son estos los que sabotean las empresas públicas. Es difícil extirparlos de las nóminas, y son esos a los que se refiere Diosdado. Se cansa uno como decía Cuto.