Este primero de septiembre nos deja un silencio, que debe llamar a la reflexión a todos aquellos actores vinculado con el accionar político venezolano. La soledad presente en las ciudades, autopistas y principales carreteras nacionales, ponen de manifiesto, como una actividad con alcances desastrosos son capaces de paralizar toda un día la completa normalidad en un país. A medida que transcurre el día, se detectan intentos aislados de alteración del orden público, bajo cierta visualización pasiva de los cuerpos de seguridad del estado, que independientemente quienes sean los individuos involucrados en la alteración de orden público, deben ser sancionados por los hechos que irrumpen la paz ciudadana. La indisciplina ciudadana no puede ni debe ser validada como forma de lucha en un estado democrático.
La Fuerza Armada Bolivariana, tiene por mandato constitucional garantizar la tranquilidad y seguridad a su pueblo, cuando hablo de pueblo, incluyo a todas las personas naturales y jurídicas. En este sentido, es su responsabilidad custodiar los comercios en las ciudades, no permitiendo saqueos, que impactan en un desenlace fatal para las familias, y por otro lado para los comerciantes, estos últimos responsables, a través de sus actividades del impulso para el desarrollo y la economía de nuestra Venezuela. Hay un pueblo observando que se niega parcializarse con el gobierno o la oposición, este segmento de la población cada día es más voluminoso, analiza y saca conclusiones de las diferentes instituciones, estudian sus comportamientos y lealtad para con el soberano. Imploran cambios estructurales a favor de la nación, que no tienen que ver con modelos diferente de gobierno, en momentos solo añoran rectificaciones contundentes en el modelo socialista, que permitan continuar en paz la vida cotidiana de cada venezolano.
Precisan un aumento de la oferta en los productos de primera necesidad, empleos dignos y seguridad de quienes tienen esa responsabilidad constitucional. Cualquier intención de conflicto colectivo debe ser identificada, localizada y erradicada. Basta de exponer a nuestros hijos a la triste realidad de ver como acabamos con la nación, se deben inculcar en ellos fe, esperanza entre otros valores positivos que le den paso a una nueva ética ciudadana y podamos crear en ellos un nuevo sujeto histórico caracterizado por el amor, deben ser amantes de la paz y fieles constructores de un país productivo con posibilidad real de crecimiento económico, que le garanticen una calidad de vida justa en una sociedad de iguales.