Lo digo con franqueza absoluta: no pierdo las esperanzas de que más temprano que tarde, la corriente derechista de nuestro país sea conducida por hombres y mujeres que entiendan el grado de responsabilidad que tienen en la sociedad. La desfachatez con que públicamente algunos de ellos y ellas plantean el asunto político, produce, además de enojo, tristeza y severos dolores estomacales.
Este domingo, Carlos Ocariz hizo gala de esa insolencia. Él, quien se alista entre quienes engañaron al pueblo de la oposición jurándole que con las mortales guarimbas derrocarían al Gobierno de Nicolás Maduro, ahora se muestra como el más prístino de los ciudadanos. Frescamente y cual mansa paloma, a través de una de las televisoras que abiertamente apoya la subversión "descubre" que las elecciones constituyen el camino idóneo para protestar y diligenciar los cambios que -desde su punto de vista-, son necesarios aplicar en el país.
Es mentiroso, como todos los de su especie. Afirmar que las víctimas dejadas por las guarimbas son responsabilidad absoluta de quienes están al frente de los cuerpos del orden, revela de forma atinada los ingredientes que alimentan tan insustancial discurso. Recalcar tan burda especie, es pretender burlarse de la inteligencia de la población que en su momento supo cómo fallecieron 172 compatriotas víctimas de barricadas, guayas, quemados vivos, linchados, electrocutados y otras causas.
Requiere nuestro espectro político, de mujeres y hombres que aunque militen en espacios abiertamente contrarrevolucionarios, entiendan su responsabilidad ante la nación; que no tiren la piedra y escondan la mano para que asumiendo las consecuencias de sus actos puedan aspirar a ganarse el respeto de sus propios correligionarios.
Verdaderamente, sueño con la llegada de ese día. Ya basta de que la mediocridad siga reinando, en los escenarios de quienes ensayan ser una alternativa de poder. Nadie lo merece. Ni tan siquiera el pueblo opositor.
¡Chávez vive…la lucha sigue!