Quizá debería ser más condescendiente, y no titular peyorativamente el significativo río de gente que hoy 4 de noviembre 2006 salió a marchar por la oposición.
No le veo nada malo al reconocer la magnitud de esta marcha, considerando que Hugo nos recuerda siempre aquello de que "el que tenga ojos, que vea". No eran cuatro gatos, y, exceptuando las agresiones al equipo reporteril de Venezolana de Televisión, sobre las que regresaremos luego, lució más o menos pacífica... o por lo menos eso es lo que trataron de transmitir.
Ahora, decir que esta gente que caminó por Caracas lo hizo a favor de un proyecto político o de una figura magnética es mentir descaradamente. Ese abismo de incultura que se oculta en el bulto vacío que Rosales pasea sobre su cuello no tiene la capacidad de convocar ni siquiera una ronda de cervezas a su cuenta en un botiquín de carretera. La cacofonía de promesas vagas que sus asesores de imágen le hacen leer o proferir tiene de límpido lo que el cipo o la borra del café; llamarlo "plan de gobierno", y asumir que sus seguidores lo entiendan como tal, es una ofensa al concepto mismo de la inteligencia, ese ingrediente ausente de la espesa sopa de incongruencias, caletres mal memorizados y chuletas que salen de su cavidad bucal.
La oposición no salió por afecto al verbo incoherente y la figura currutaca del candidato. A la oposición le interesa un bledo este personaje: de hecho, hubieran acompañado a cualquier muñeco, un globo inflado, una gallina, cualquier piñata vacía (y ésta es quizás la mejor descripción de Rosales), con tal que representara un punto focal sobre el cual concentrar una manifestación de rechazo al proceso Bolivariano y su líder Hugo Chávez.
En pocas palabras, los medios siguen manejando el subconsciente de la oposición utilizando los hilos del odio, el racismo y la cubanofobia para propiciar el retorno o la permanencia de un sistema de exclusión en la eterna lucha de clases en Venezuela sin ofrecer ningún esquema propositivo ni alternativas de diálogo; el discurso que se maneja desde los medios hostiles al gobierno está atravesado transversalmente por una matriz de odio y rechazo irracional a cuanta acción, proyecto, misión y obra tenga el sello Bolivariano, y es evidente que logran el objetivo de movilizar a la población que les cree, adicta al odio e inerme al ataque subliminal, a que sigan cualquier marioneta que les presenten como "la solución".
Lo que preocupa no es su número en el aspecto electoral (lo dicen las encuestas, lo verificamos en la calle: Chávez gana), pero sí lo que indica en cuanto a la poca efectividad de la estructura comunicacional del gobierno, así como la necesidad de corregir defectos nuevos y heredados de la cuarta república. Las mafias judiciales logran entorpecer la lucha contra la impunidad, juego peligroso que puede significar una oleada de justicia popular; una victoria contundente de Chávez sería la herramienta para iniciar una serie de depuraciones por decreto para adelgazar la estructura de ese mastodonte burocrático e ineficiente que seguimos cargando como estado, y para poner a derecho a los anárquicos de derecha, como la figura de Liliana Hernández y sus secuaces, vástagos de ese club de Alejandro Peña Exclusa, llamado "Tradición, Familia y Propiedad", que se "atreven" a agredir a los periodistas y reporteros de los medios del cambio pues saben que siempre hallarán la figura jurídica que les permite salirse con las suyas.