¿Qué queda de la política “Chávez cae mañana?

La política de “Chávez cae mañana” pasó por la prueba del ácido y se volvió sal y agua. De las pretensiones “primera condición para el dialogo que Chávez renuncie”, solo queda la altanería mediática y el melifluo atrevimiento de un candidato que no pasa de ser un vulgar correveidile. No cayó por las buenas que nunca fueron tales, ni por las malas que los intentos fueron y son muchos. La oposición, hizo suya la idea que derrotar “al “gobiernito de Chávez” era pan comido, y asumió que basta con promover e instalar un clima de ingobernabilidad para imponer su mala ley. “La presión necesaria” (el punto de ebullición de Miquelena, Tejera París y Cisneros, el paro petrolero, el sabotaje económico, la guarimba, el poder medíatico y el golpe de estado) no fue suficiente para demoler la voluntad popular. Y que Departamento de Estado se haya permitido afirmar: “el problema del Fondo Monetario Internacional es que no sabe con quién debería negociar, si con este gobierno o con el que vendrá”, no pasó de ser una visión alucinante y trasnochada de los jerarcas imperiales.

La menguada hora que padece la oposición oligárquica, no se refiere exclusivamente a una cuestión de números (resultados de las encuestas y del proceso electoral), sino a que carece, de cara al presente y al futuro, de la llama sagrada típica de los proyectos políticos transformadores, de las propuestas promisorias y radicalmente democráticas, de esa fuerza y potencia política que demandan los pueblos, a la hora de transformar la puesta en común de la vida, de plantearse una revolución de sus modos de vida.

El mito de la impunidad y la cultura política de todo está permitido se agotó, y ya no da para más piruetas y continuar jugando a la candelita. Quizás la jugada o parada política más astuta de la oposición, pero también la más inescrupulosa, fue calar que la vocación y el talante democrático del Gobierno Nacional le impide el uso de la violencia militar o policial. Tal virtud y fortaleza significaba y significa, para el gobierno de Chávez, un límite estricto en el uso de la fuerza del Estado. La oligarquía y en especial su sector neofascista, ha tomado nota puntual de este hecho. Por ejemplo: en el período post golpe, acrecentó su descarada y desmedida utilización de la violencia y el tono belicista de sus planteamientos ( “el pica y se extiende”, “no hay marcha atrás”, “el trancazo”, “los cacerolazos” por cualquier motivo y en cualquier lugar... “a Miraflores nuevamente y saquemos al tirano”...) con la finalidad de meter presión y lograr el famoso y sumamente esquivo punto de ebullición; así como tentar al presidente Chávez para que se pase de la raya y, demostrar que es verdad lo de la existencia de un régimen dictatorial y antidemocrático. En el uso y abuso de ese lineamiento político, la oposición adopta formas y comportamientos típicamente fascistas: téngase en cuenta nada más la desaprensión absoluta por las consecuencias sociales y humanas de sus acciones, la racionalidad que deja de lado las significaciones precisas de eventos y acontecimientos políticos (caso del paro y sabotaje petrolero) que ocasionan profundas heridas al tejido social de la nación. Este elemento hay que asumirlo con rigurosidad, ya que dejó instalada una marca cultural inédita, traumática y perversa en nuestra sociedad. Afortunadamente es cierto que “Los nazis avanzan cuando la solidaridad social se resquebraja”
La oligarquía, sus mandos y achichinques (gestionados por la CIA y sus amos imperiales, así como abrumados por la inefable pasión de los supremacistas), ante la derrota político-electoral (previsible e incuestionable), tientan de nuevo retornar a los callejones ciegos y laberínticos de la violencia y el fascismo. Sacan cuentas y dibujan escenarios y siempre obtienen el mismo resultado: la política Chávez cae mañana está en bancarrota. Tal adversidad pesa demasiado en los planes políticos de la oposición. No obstante: ¿cómo precisar cuando el pez bebe agua? En este punto hay tener siempre presente, esta aguda observación de Slavoj Zizek en torno a la cuestión de la ideología:

“…ellos no lo saben, pero lo hacen: la ilusión no está del lado del saber, está ya del lado de la realidad, de lo que la gente hace. Lo que ellos no saben es que su realidad social, su actividad, está guiada por una ilusión, por una inversión fetichista. Lo que ellos dejan de lado, lo que reconocen falsamente, no es la realidad, sino la ilusión que estructura su realidad, su actividad social real. La ilusión…consiste en pasar por alto la ilusión que estructura nuestra relación efectiva y real con la realidad. Y esta ilusión inconsciente que se pasa por alto es la fantasía ideológica… el nivel fundamental de la ideología… no es una ilusión que enmascare el estado real de las cosas, sino el de una fantasía (inconsciente) que estructura nuestra propia realidad social…el lugar de la ilusión está en la realidad del hacer: ellos saben que, en su actividad, siguen una ilusión, pero aún así lo hacen.”

Moraleja: “A Dios rogando y con el mazo dando


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Francisco Cedeño Lugo


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