De: “los malos modales y la conducta nada diplomática de Hugo Chávez”

Cuando el presidente Chávez llamó pendejo a Insulza, le salió el paso al envite, a cierto lance que forma parte de una operación internacional de envergadura y largo alcance. No hacia falta haber tenido, a la mano o sobre el escritorio, el informe de inteligencia de las Fuerzas Armadas Brasileñas que registra la existencia de tal plan: “Según los servicios de inteligencia brasileños, es previsible que Estados Unidos se esfuerce en minar al Gobierno venezolano y hasta, si hay condiciones, contribuir a su derrocamiento".

Recuérdese que el impresentable Petkoff salió al ruedo (ipso facto, como boy scout siempre listo), con aquello de “las cosas no se arreglan así, nada de groserías (quien lo dice, soez como el que más y que tal cual, le consta a los que alguna vez han cruzado palabra con él), que Insulza venga a Venezuela para debatir civilizadamente. Así es como la gente seria arregla las diferencias”.

En la intromisión inaceptable de Insulza y el consiguiente espaldarazo de Petkoff, quedó totalmente al descubierto el “guión anti Chávez post su triunfo electoral del 03 de diciembre”: la cacería imperial de la revolución bolivariana está lejos de haber concluido. Y una pieza clave de tal acoso y cerco, es la estrategia de imponer el retorno de los tiempos, de la fallida intervención dirigida por César Gaviria; esto es, de la vana pretensión imperial de tutelar la política venezolana desde la OEA.

Ha concluido un ciclo de la política para “sacar, por las buenas o las malas, a Chávez”, con base a la participación beligerante y movilización activa de las fuerzas opositoras internas: a partir de 3D, solo queda, “a los enemigos del régimen”, una remota y elusiva oportunidad, esa que está diferida para las elecciones presidenciales del 2011: “demasiado tiempo” exclamó, sumamente desesperada, Carla Angola, revelando así la escasa información suministrada por Federico Ravell (conocedor a la perfección de que, exactamente, se trata)

Eso de que “Hay que calarse a Chávez, hasta entonces”, no ha sido obviado por la oligarquía y menos aun por la elite imperial: la novedad es que, después del 3D, las fuerzas imperiales externas asumen un rol activo, rol que puede ser cada vez más beligerante y estratégico: he allí la figura de “Chávez” como un enemigo principal del “Clan de Davos”, el matiz de lo dicho por el impostor de Felipe Calderón, los oscuros movimientos palaciegos de Uribe (Por ejemplo: la reciente reunión de Cardozo, Oscar Arias, Uribe y demás “gente de bien”) y el extremismo de Negroponte.

Declaraciones todas, que están articuladas con la elegante, cuerda, respetuosa y glamorosa petición de que Insulza venga a Venezuela y le digamos: “ Su excelencia pase adelante y siéntase como si esta casa fuese suya y que en verdad lo es, con todo el respeto del mundo lo invitamos a discutir que hacer con nuestra soberanía nacional. Usted es digno de ello y mucho más”. Como el presidente le dio un “parao” en seco a tal pretensión proconsular, ahora les toca el turno al bate a los presidentes latinoamericanos aceptados por el imperio: Felipe Calderón, no se desboca por su cuenta, lo mandaron a desbocarse, le dieron el chance espinoso de marcar, así sea por un día, a Chávez, a jugar su papelucho de payaso del imperio. Él sabe lo que hace y aun así, lo hace.

Desde hace cierto tiempo, en la política, la cuestión de la ideología ya no es más: “la gente no lo sabe, pero lo hace”; y sí es por demás: “la gente sabe muy bien lo que hace, pero aun así lo hace”. En este punto preciso, en este punto nodal, donde el cinismo se apropia de la política, es cuando no hay que ser pendejo y establecer un deslinde radical. Desde siempre (la lectura de Francois Rabelais y Michel Batjim, así como atenerse a la sabiduría popular, es suficiente para entender lo que sigue), el pueblo ha sabido (mediante la burla, la mofa y la cruda ironía) enfrentar y colocar en ridículo a las relaciones de poder y dominación. Está suficientemente claro de que , no hay nada nuevo en el hecho de que “las divinidades” y los “intocables” son objeto de la burla y blasfemia popular.

Si en la lucha político-ideológica de hoy, la derecha y la elite imperial mienten descaradamente con el ropaje de la verdad (caso de la apelación a forjadas y truculentas razones para invadir a Irak o el discurso insolente que ampara las estrategias y acciones del poder sionista), ¿cómo es eso de los buenos modales y del tratamiento estrictamente diplomático? ¿Por qué estar obligado a participar en determinados eventos, encuentros y reuniones y aceptar, resignadamente, las decisiones de tales conclaves? ¿Por qué no se puede asumir, desde la voz que nos pertenece, que rechazamos y no aceptamos esa vaina? ¿Por qué hemos de ser participe del silencio ignominioso que legitima el poder totalitario de la elite imperial? ¿Por qué a los señores matanzas y sus acólitos latinoamericanos, no podemos, tan siquiera, fruncirles el ceño o mostrarles su nombre verdadero?

Cuando el golpe militar, el 13 de abril de abril de 2002, un compañero responsable de rastrear información en la prensa internacional, se topó con esta perla: en el diario español “El País” había un artículo titulado “Un hombre tranquilo tras el huracán”. Y en el mismo se dice que Pedro Carmona (“el breve”) es un “hombre pausado, sin estridencias que usa trajes a medida y raramente pierde el control y las buenas maneras.”. Esto es, que Carmona ganó la partida “sin perder los buenos modales”. Si Chávez fuera así: suspiran, en el mundo de sus creencias, Italo Luongo, Julio César Pineda y hasta Martha Colomina. Aquí radica la diferencia, si la política se basa en mentir con el ropaje de la verdad, si la política se fundamenta en saber muy bien lo que hacemos, no importa aun si lo haremos sin perder la compostura, la sobriedad, la caballerosidad, la distancia irónica y guardar la elegancia de ocasión. ¿Qué más da, cuando vale todo, lo que cueste nuestro cinismo?. Ahora bien, ¿si la política es otra cosa, si a la política le es propio otra familia de ideas?.

En todo esto, de los buenos modales, de la obediencia al mandato que rige en las relaciones diplomáticas, hay una coherente posición política que se explica a partir de la perspectiva siguiente: “la construcción ideológica siempre encuentra sus límites en el terreno de la experiencia diaria, que es incapaz de reducir, de contener, de absorber y liquidar a este nivel. Una ideología se apodera de nosotros realmente sólo cuando no sentimos ninguna oposición entre ella y la realidad, a saber, cuando la ideología consigue determinar el modo de nuestra experiencia cotidiana de la realidad. Una ideología triunfa en realidad cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen empiezan a funcionar como argumentación en su favor”

Y ubicados en este lugar: los buenos modales funcionan en el contexto de la construcción ideológica que soporta los planes intervensionistas de la elite imperial. Y entonces, no basta con el desenmascaramiento de la argumentación racional, ni tampoco la lustración de la conciencia falsa acerca de lo que realmente acontece o puede acontecer. En este punto los males modales pueden ser, y de hecho son, eficaces ideológica y políticamente.

Cuando de la revolución se trata, cuando la lucha es entre la política de los viejos equilibrios, inactuales puntos de consenso y convergencia, y la política socialista de ruptura radical, no aquella de la Tercera Vía o el socialismo de derecha: desde luego que es procedente romper los jarrones chinos, que se impone producir cismas y conmociones para confrontar reglas viciadas y unilaterales. El cinismo ideológico de hoy (imperial u oligárquico) tiene que ser interpelado, rechazado; y las reglas oficiales de los organismos internacionales seriamente desafiadas, porque nada tienen de sagradas y nos han sido impuestas. Así ello, a veces, pase por enfrentar la divinidad imperial y sus sucedáneos con los “malos modales y la conducta nada diplomática del presidente Hugo Chávez”. Y de esta manera impedir que la ideología triunfe “cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen empiezan a funcionar como argumentación en su favor”


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Francisco Cedeño Lugo


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