Nuestro proceso en este momento ha sido muy sitiado desde dentro como desde afuera, nuestros propios errores es una dolorosa cachetada que recibimos aquellos que a parte de los sinsabores, divisiones, molestias, pifias que se suceden en nuestras filas y que es restregada en nuestros rostros de todos los que se oponen a un socialismo que nace en amor, con las más profundas esperanzas, como siempre digo a amigos y allegados que no comparten la revolución: “Lo último que les pueden quitar a un pueblo es su esperanza!.
Esa esperanza liberadora donde muchas veces no entendemos pero anhelamos porque no es fácil ser revolucionario hoy ni mucho menos intentándolo ya que fuimos formados y estructurados hacia un modelo capitalista que nos cuesta limpiarnos de eso, un proceso no fácil que amerita una constante revisión de lo que creemos, de cómo nos comportamos, de cómo presentamos esta nueva forma de ser, de vivir, de liderar. Tascón tuvo sus diferencias, tal vez en esa lucha interna por comprender el proceso tuvo sus desvaríos, sus choques, sus aspiraciones, sus conflictos, sus miedos y mucho más sus frustraciones.
Nadie escapa de eso, todos lidiamos con nuestros fantasmas, con nuestros miedos, pero a lo largo del camino y con un espíritu sincero se va aclarando el horizonte. Tascón siempre lo recordaremos más por su valentía, su defensa de la revolución que por otras cosas que hoy tratan de enlodarle en su memoria, por lo menos sabemos que en el camino de la revolución los que mueren por la vida, no pueden llamarse muerto. Así recordaré para siempre a Luis Tascón.