En un Estado democrático moderno, la conquista del poder político por el pueblo no puede ser el resultado de un golpe de mano, sino de un largo y penoso trabajo de organización sobre el terreno económico y político, de la regeneración física y moral de la clase trabajadora, de la conquista gradual de las municipalidades y de las asambleas legislativas. En el porvenir será el Parlamento del Pueblo, quien tome las resoluciones que lo guiarán en su lucha liberadora.
Más, en los gobiernos donde el poder gubernamental es centralizado, no podrá ser conquistado fragmentariamente. La entrada de un socialista aislado al gobierno burgués no puede ser considerada como el comienzo normal de la conquista del poder político, sino solamente como un expediente forzado, transitorio y excepcional.
Si, en un caso particular, la situación política exige esta experiencia peligrosa, esto será una cuestión de táctica y no de principio; el Congreso no se pronuncia sobre este punto, pero, en todo caso, la entrada de un socialista en un gobierno burgués no permite esperar buenos resultados para el pueblo militante más que sí el Partido socialista, en su gran mayoría, aprueba un tal acto y si el funcionario socialista queda mandatario de su partido.
En el caso contrario, en el que el funcionario se considere independiente del partido o que no represente más que una parte, su intervención en un gobierno burgués amenaza debilitarlo en vez de fortalecerle y obstaculiza la conquista del pueblo de los poderes públicos, en lugar de favorecerlo.
En todo caso, el Congreso socialista opina que, inclusive en estos casos extremos, un socialista debe dejar el puesto en el gobierno en cuanto el partido organizado reconozca que éste da pruebas evidentes de parcialidad en la lucha entre el capital y el trabajo.
No obstante, al demostrar a los trabajadores a qué presiones los someten los patronos, el Congreso socialista no recomienda que se intente impedir la formación de esas coaliciones siendo su formación el resultado lógico del sistema de producción, una legislación represiva lo más que podría hacer sería modificar su forma, pero no podría obstaculizar eficazmente su acción. El Partido socialista, no obstante, no se opone a que las leyes obliguen, que los boliburgueses y los patronos publiquen su manera de funcionar y sus resultados financieros.
La única salida real a la opresión actual de esas coaliciones es la nacionalización y, a un estado consecutivo, la regularización nacional de la producción y distribucción en los sectores donde los patronos han alcanzado su más alto desarrollo del acaparamiento y la especulación.
El Congreso socialista, teniendo en cuenta las resoluciones de los Congresos del PSUV, recuerda las resoluciones votadas en los Congresos anteriores sobre la huelga general. El Congreso es de opinión que las huelgas y los boicots son los medios necesarios para realizar la tarea de la clase obrera, pero él no ve la posibilidad actual de una huelga general. Lo inmediatamente necesario es la organización sindical de las masas obreras porque de la extensión de la organización depende la extensión de las huelgas a las industrias enteras de los capitalistas.
¡Gringos go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!