El cuadro actual de la coyuntura en Latinoamérica, caracterizado por el apreciable crecimiento económico de la mayoría de nuestros países, nos permite asumir una posición optimista y esperanzadora, muy a pesar de los nubarrones, heredados o de reciente aparición en el escenario sociopolítico de la región, que muy a pesar de los esfuerzos, nos afecta.
No queda duda acerca del despertar de la amplia gama que conforman los sectores populares, cuyas manifestaciones concretas se palpan en la voluntad y la decisión que asumen en los actos electorales. Cada realidad nos retrata o refleja elementos o variables, que constituyen el común denominador de una cartilla, receta o agenda que los agentes desestabilizadores tratan de imponer por distintas vías y métodos.
Es así como cada uno de estos componentes de agendas desestabilizadoras ha venido tomando cuerpo para tratar de incubarse y lograr los efectos desastrosos y lamentables que deja a su paso. Hablamos entonces del nefasto paramilitarismo con el pesado fardo que lo acompaña como es el narcotráfico, en el cual nuestros países se convierten en puente para destinos de alto consumo. Es precisamente Estados Unidos, jurado de la desclasificación o no, quien ostenta el record de recepción de drogas que le entran por cualquier forma y vía.
Estos agentes de la desestabilización, desde hace buen rato se dieron cuenta que si al miedo que genera la inseguridad con todos sus bemoles, le agregas el no menos importante ingrediente del desequilibrio económico, es posible que tengas hecho buena parte del mandado.
Es así como esta campaña encuentra fácil caldo de cultivo en países monoproductores, rentistas, con frágil proceso industrial y con una descuidada actividad agropecuaria. Pero a pesar de los embates internos y externos, son alentadores los planes para propiciar la soberanía alimentaria, como elemento clave de liberación. Al menos ese es el discurso y buena parte del accionar de la mayoría de los gobiernos de esta región.
Esa coincidencia en el discurso y el positivo avance en las políticas integradoras regionales son resultados de las búsquedas políticas que hemos vivido en la Latinoamérica de los últimos 15 años. Búsquedas y encuentros afincados en los principios ideológicos de nuestra idiosincrasia y los referentes libertarios.
Todos estos elementos, constituyen una propuesta que en los diversos campos de la realidad social, afianzados en la fortaleza del poder popular, comienzan a dar resultados. Una mirada a los resultados y avances sociales en cada uno de los países, nos da la razón.