¡Comuna o Nada! (En honor al comunero Pablo Arteaga)

La última vez que entrevisté a Pablo Arteaga fue en el año 2013 cuando él organizaba las primeras elecciones para el Parlamento Comunal de la Comuna Alicia Benítez.

Lo conocí gracias a la profesora Eglée Zapata, directora del Centro de Estudios de la Energía de la Universidad Bolivariana de Venezuela, desde donde se tendieron puentes "académicos" al incipiente movimiento comunal. Me correspondió diseñar e impartir talleres de comunicación y periodismo y así me acerqué a la comuna y más nunca me pude separar de ella.

La experiencia en la Comuna Alicia Benítez fue alucinante y cada visita era una aventura maravillosa. Llegar a Petare en el metro, cruzar toda la zona "comercial" donde el bachaquerismo hace de las suyas. En la fea, sucia y desarreglada redoma de Petare (reino de Carlos Ocariz) venden lo que menos te imagines a precios "dolartoday". Cruzaba hasta el Puente Baloa para tomar la buseta de la ruta comunal. El transporte comenzaba a subir la cuesta. Una estrecha calle de doble vía donde el paisaje dominante era la basura. El chofer tenía que parar de cuando en cuando para darle paso a los que venían bajando. Diferentes letreros se veían en los ranchos: "se venden vacíos"; "Aquí: hielo fresco"; "Se corta pelo y bigote"; "se venden colchones viejos en buen estado"; "Pan casero a toda hora". Y así subíamos y subíamos hasta llegar a Maca. Al bajar de la buseta ya te sentías en otro mundo. Caminar hasta la Chocolatera Modesta Veitía y entrar a la sede de la Comuna Alicia Benítez, es algo que nadie debería perderse.

En esa Chocolatera conocí a Pablo Arteaga. Un hombre joven, de verbo fuerte y claro (como la luna llena); chavista a morir. Hablaba con la Constitución en una mano y en la otra la Ley de las Comunas. Crítico y cuestionador, en las reuniones invitaba a hablar a todo el mundo porque creía en la libertad de expresión. Pablo era el motor pensante de la Comuna que reunía a 26 Consejos Comunales de la zona. Luchaba contra el burocratismo y fue ejemplo de organización, tanto que esa experiencia de la Alicia Benítez, fue "exportada" a otras regiones. Un día me dijo: "tú tienes que investigar por qué los únicos comités que no se conforman en los consejos comunales son los de información". Y así lo hice. Cuando terminé mi investigación le mostré los resultados: "no se conforman porque creen que tienen que ser periodistas graduados". Me dijo: "hay que cambiar esa mentalidad". Tarea pendiente…

Una tarde Pablo fue a la UBV. Pablo era el pueblo. Aquella imagen se me quedó grabada y me recordó a Jesús reunido en el Templo con los sabios. Pablo con doctores y MsC, con académicos y gente "estudiada". Y él allí, con toda su humildad, con esa luz que derramaba en cada palabra, dándonos pauta sobre cómo debíamos entrarle a la Comuna, y por dónde era que había que empezar; cómo era la gente, cuáles eran sus sueños y sus desventuras. "Hay que exigir la asistencia a los talleres, el que falte una vez no se le da diploma". Y así se hizo.

En ese tiempo habíamos arrancado los talleres de formación donde varios docentes participamos: David Paravisini, José Manuel Rodríguez, Reinaldo Tamaris y quien esto escribe. Pablo pidió expresamente que después de eso se dictaran talleres para "formar a formadores" y así también lo hicimos porque su idea era que después la Comuna caminara sola. Aquellos seis meses fueron una escuela para mí. Pablo Arteaga me enseñó realmente lo que era la "IAP" (Investigación-Acción-Participativa); me enseñó que no todo está en los libros de metodología; me enseñó que la academia y los periodistas debemos acercarnos al pueblo y a la comunidad como a un nuevo sujeto social y político pero no para "observarlo" o "diagnosticarlo" sino para vivir sus problemas y encontrar la solución pensada y articulada; me enseñó a preparar el sancocho comunal y a compartir en diciembre las hallacas y el pan de jamón hechos en la Comuna. Me enseñó que el mejor chocolate del mundo, el de la Chocolatera Modesta Veitía, está hecho con amorosas y sacrificadas manos femeninas y que ni siquiera por eso ha encontrado en el gobierno revolucionario y feminista el apoyo necesario. Tampoco se ha podido terminar la aldea universitaria que ya tiene cuatro años en construcción; tampoco Pdvsa ha atendido las necesidades del gas comunal y de la EPS "Cosoma". Pablo me enseñó que ciertamente la comuna tiene detractores dentro del gobierno revolucionario…

Cuando terminaron los talleres hicimos una fiesta, preparamos un gran sanchocho comunal en una enorme olla; comimos los mejores chocolates del mundo. Se entregaron los diplomas de manos de la rectora de la UBV, Maryann Hanson y de la profesora Eglée Zapata. Sólo en revolución. Recuerdo que los profesores estábamos sentados en el público y Pablo nos dijo: "¿Qué hacen ustedes ahí? Ustedes tienen que estar aquí en el panel de honor…" Y así lo hicimos. A mí me dieron un diploma también, de facilitadora. El más importante de todos los que me han dado. Pasado el tiempo ellos son mi familia.

La historia cambió después. Pablo se nos fue demasiado pronto. Con los ojos aguaos y un nudo en la garganta le escribo estas líneas. Me lo imagino en la Constituyente donde nadie hubiese acallado su verbo fuerte, exigiendo que el Poder Popular debía estar, incluso por encima de la Constitución.

Pero, Pablo ¿Tú crees que de verdad se logre tu sueño, que fue el mismo de Chávez? Estamos en deuda contigo y con tu lucha.

Querido Pablo, descansa en paz…



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Luisana Colomine

Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.

 @LuisanaC16

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