Desconozco qué es un consejo comunal. Como es natural, no pretendo que el Presidente Chávez me llame para darme una clase sobre el tema, pero el caso es que poca gente parece estar cabalmente informada en esta materia.
Se trata, hasta donde puedo colegir, de uno de los cinco proyectos básicos del programa de gobierno, presentados como los cinco motores de la revolución. El último de ellos, y al que se le asigna mayor importancia, se titula “Explosión del Poder Comunal” y consiste en la fundación de la mayor cantidad posible de consejos comunales a lo largo y ancho del país.
Como su nombre lo indica, el consejo comunal es el órgano administrativo o de gobierno de la comuna. La comuna es la célula primaria de la sociedad y, si no me equivoco, la intención del Presidente Chávez es traspasar buena parte de los poderes de los organismos ejecutivos: gobierno nacional, estadal y municipal, a los integrantes de cada consejo comunal.
Todo ello se basa en la premisa de que para acabar con la pobreza hay que darle poder a los pobres. Hay que “empoderar” al pueblo, como se dice ahora, utilizando un nuevo verbo cuya pertinencia, si no resulta muy académica, se incorporó a los modismos de la política criolla.
Creo que, desde el punto de vista sociológico, el traspaso del gobierno a las comunas es un experimento interesante y cargado de razones lógicas. Entre otras cosas, consiste en un recurso práctico para que los ciudadanos más humildes, los pobladores de los sitios donde los problemas cotidianos se acumulan, resuelvan sus necesidades más apremiantes.
El Presidente Hugo Chávez parte de la premisa de que los pobladores de cada comunidad saben dónde les aprieta el zapato y en eso tiene absoluta razón. Cualquier gobernante democrático percibe la sabiduría innata que bulle en los sectores populares, sin necesidad de estudios avanzados.
Son los habitantes del barrio quienes deben decidir, en última instancia, el trazado de sus calles, la ubicación de la escuela, del dispensario médico, del Mercal de la zona y de otros servicios básicos. Son ellos quienes deben exigir la construcción de la cancha deportiva y ocuparse de su mantenimiento y conservación. En Margarita, por ejemplo, los consejos comunales determinarán cuáles zonas pueden ser hoteleras y cuáles deben ser residenciales.
Así pues, no cabe duda que la Explosión del Poder Comunal está cargada de buenas intenciones y tiende a desplazar el Poder Ejecutivo hacia las células primarias de la sociedad. Ello en buena parte se debe a la inoperancia de gobernadores y alcaldes, quienes, empeñados en conservar sus cuotas de votos, se ocupan más de repartir canonjías que de resolver problemas reales.
Desde el punto de vista teórico los consejos comunales constituyen la expresión más depurada de la democracia. En la práctica, sin embargo, faltaría ver si tienen funcionalidad y si el desempeño de estas entidades es similar en las distintas regiones.
La atomización del poder o del gobierno podría convertirse en fuente de nuevos vicios, donde los caciques políticos impongan su voluntad mediante abusos y amenazas.
El meollo del asunto, sin embargo, está en la autonomía presupuestaria. El mal manejo de los recursos podría crear un caos administrativo sin que haya control posible para un desmadre descomunal.
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