Amaneció el 27 de febrero de 1989 en Venezuela, ya se sentía el hedor a sangre y muerte en el ambiente, el pueblo tenia hambre y se preparaba a buscar comida costara lo que costara, estaba cansado de aguantar, de pronto bajó de los cerros y cayó sobre la “ciudad de concreto y limosinas” como la noche a buscar lo que el gobierno y Carlos Andrés Pérez le había negado, o sea la comida y el derecho a vivir.
Esa fue la causa aparente, pero la verdad verdadera era que el pueblo estaba en una miseria total por culpa de las políticas neoliberales del asesino de Carlos Andrés Pérez junto con sus ministros y el Fondo Monetario Internacional, la cúpula de la iglesia católica y los grupos de poder económicos de la época, ellos fueron los culpables de la masacre del pueblo aquel 27 de febrero de 1989 que segó la vida de decenas de miles de venezolanos y venezolanas en manos de la Fuerzas Armadas Venezolana, como se llamaban en ese tiempo, subordinada a Pérez. Las balas y los hombres de la Patria asesinaron a mansalva a padres y madres que buscaban hambrientos un poco de comida para ellos y sus hijos u otros objetos que el gobierno y el FMI les había quitado la oportunidad de tener por los miserables sueldos que algunos tenían, otros ni eso, y los altos precios de los mismos, eran dos Venezuela, una la ostentosa y pudiente del Este de Caracas y la otra la hambrienta y miserable de los cerros alrededor de ella, esa Venezuela la construyó el Puntofijismo de la IV República de los adecos y copeyanos durante 40 años.
Han pasado 20 años de aquella fecha sangrienta, aún no se sabe cuantos cayeron y los culpables andan libres como si nada hubieran hecho y el que dio la orden que dispararan está muriendo en vida poco a poco recordando o más bien deambulándole los espíritus en su cabeza de las vidas que mató durante su régimen de asesinatos, persecución y tortura en sus dos desgraciados periodos presidenciales, fue él el verdadero culpable de esa masacre junto con su ministro del Interior y el de Defensa, dos malditos que se prestaron cometer semejante atropello y masacre contra la vida de los venezolanos.
Pero ese fue el inicio de la revolución en Venezuela, ese fue el despertar de la concientización venezolana y fue ese día donde militares honestos y patriotas dijeron ¡Ya basta! Y un juramento se hizo: Juramento del Samán de Güere Felipe Acosta Carlés, Francisco Arias Cárdenas, Hugo Chávez, Jesús Urdaneta Hernández “Juro por el Dios de mis padres, juro por mi patria, juro por mi honor que no daré tranquilidad a mi alma ni descanso a mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen a mi pueblo por voluntad de los poderosos. Elección popular, tierras y hombres libres, horror a la oligarquía.
Y 3 años después un grito ¡Por ahora!, y 7 años más adelante un juramento ante la moribunda Constitución del 61 de hacer justicia social al pueblo de Venezuela, hoy tenemos ¡Gracias a Dios! y al pueblo un Presidente, una Fuerza Armada Bolivariana y una Constitución participativa comprometidos con el Pueblo y hagan lo que hagan ¡jamás volverán!, esos miserables de la oligarquía y sus lacayos de la clase media no pondrán de nuevo su mano en el poder, la IV República murió aquel 2 de febrero 1999 en el extinto Congreso de la Republica de Venezuela y jamás un 27 de febrero se repetirá contra el pueblo, ¡Chávez es pueblo! y nunca las armas del Ejercito y los otros componentes militares apuntarán contra él.
Por eso digo…
¡No volverán asesinos!
¡Patria, Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!
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