Cuando se metió en política lo hizo porque vio la cosa como papayita. No había estudiado mayor cosa. Quienes le conocen sólo dicen de él, hablando de currículo, "fue apenas chofer de Nelson Moreno". Para ser Chofer de alguien, de un político modesto – dicho esto sin ironía -, apenas Alcalde de una ciudad como Puerto La Cruz, no se necesita pergamino académico alguno. Basta sepa prender el carro, ponerlo en marcha, oportunamente y, quizás, hasta un poco de sentido de orientación. Para estar cerca de un político aunque sea modesto, es necesario ser discreto, sordo y mudo. En síntesis, sólo eso es necesario para ser chofer de un político y hasta un alcalde. A menos que este sea muy exigente y hasta por demás inteligente para pretender tener detrás del volante de su carro a alguien con quien conversar a fondo y poder consultarle hasta sobre las cosas más complicadas. Hay quien es así. Pero en los pueblos, y Puerto La Cruz, sigue siendo un pueblo, quizás no por su tamaño sino por el nivel intelectual de sus políticos y gobernantes. Es pues todavía como un niño.
Andando de aquí para allá y con esas compañías del Alcalde aprendió que el ejercicio de la política era como demasiado fácil y a él le sobraban cualidades. Era asunto de pegarse bien como una ventosa, chupar lo necesario, con prudencia al principio, saludar a todo el mundo, sonreír siempre, mostrarse obsequioso o zalamero sobre todo cuando como él se tiene una sonrisa agradable, medir bien de quien amigarse y conseguirse unos leales que abundan, aunque unos sean más caros que otros. No tardó, de tanto dar vueltas en aquel carro, escuchar lo que la gente dentro del mismo hablaban, aprender que era necesario buscarse un padrino de arriba, alguien quien le pusiese donde hay, del resto se encargaría él posteriormente. Nada de imitar a esos carajos que estudian mucho, miran como más allá de las paredes, tanto que hasta en veces ven cosas y advierten; pues a estos, los jefes no quieren ver ni en pintura y cuando se ven obligados a recibirlos, oírles sus críticas, ladillamientos con vainas que ellos llaman teóricas y reclamos, después de despedirlos con sonrisas, apretones de manos y expresiones formales como "ven a verme cuándo quieras, estas puertas están abiertas para ti, me haces falta, tu opinión me es vital", les mientan las madres y ordenan a sus alcabalas que la próxima le digan que no está.
Por eso, en cuanto se le presentó la oportunidad formó su patota a la que, valiéndose de su cercanía al poder, favoreció en todo cuanto pudo y de esa manera de "adoctrinamiento" la hizo de puro leales. Halló, con sus habilidades, disposición a servir y estar siempre prevenido, un "Protector" que le sirviese para andar siempre a flote y de esa manera llegó justo a la meta que se había fijado en lo inmediato. Se aprendió, no fue nada difícil, su discursito compuesto sobre todo de consignas y como una especie de plegaria; eso, el estilo, lo aprendió observando bien a esos cristianos que todo los domingos, protegidos del sol con sus sombrillas, van de casa en casa con ofertas salvadoras y de unos cuantos líderes de los tantos que conoció dentro del carro del alcalde y en cuanto sitios ellos se reunían. Era el mismo discurso, ese de consignas duras, consistentes, pero llenas de ternura y profunda amor por los pobres, loas y ofertas formales de solidaridad hasta más allá de la muerte, como quien promete a una mujer a quien se sabe no volverá a ver nunca, "jamás te olvidaré, sin buscarle cuatro patas al gato ni pedirle mango a la mata que de ellos debe dar y sobre todo "si me ponen donde hay".
Llegó aquella Alcaldía donde hay puerto marítimo de gran movimiento, uno de los tres o cuatro más importantes del país. Guanta, un pequeño pueblo, además cercano, muy cercano al también puerto de despacho de hidrocarburos de PDVSA y del enorme espacio operativo y administrativo de la misma, es como una joya de la corona. Además, su jefatura le permitiría establecer vínculos estrechos con quienes en aquella mandaban, lo que incluía el manejo de lo relativo a la Faja Petrolífera del Orinoco. Allí, desde antes de su llegada a la alcaldía, jefatureaba Pedro León, uno de esos leales que por serlo y saber hacerlo bien hasta le llamaban "el gran zar de oriente".
Sin nada de esa pendejada de hablar de Marx, Gramsci. Althusser y ni siquiera Alfredo Maneiro, a quienes confundía con personajes de la Biblia, lo que no excluye asistiese de vez en cuando a esas asiduas conferencias que, en una de las tantas amplias salas para tal fin del edificio de la empresa petrolera, dictase Toby Valderrama, de lo que nada nunca entendió y menos asimiló, si pudo con lo de empatarse en los negocios. Lo primero que percibió el "dirigente revolucionario" fue era necesario tener la esposa fuera, "en el imperio mismo" y al resto de la familia. Eso le daba seguridad y hasta prestigio. La mansión de las casas botes de Lechería daba un poco de aquello, pero llegó un momento que le quedó pequeña ante su crecimiento.
Pero también era necesario buscarse un protector y extendió sus redes. Logró meterlo en sus espacios, intimidad para lo que se vio obligado a ser consecuente con lo hubiese qué hacer.
Pero como el lucero se esconde hasta miedoso cuando aparece el sol, una estación cede espacio a otra, la noche se diluye cuando viene avanzando el día, los días "malos", relativamente hablando, atropellan a los buenos, se fue Luisa Ortega Díaz, a quien Toby llama "Fiscal de la Dignidad" y perfiló su figura Tarek William Saab y comenzó a jorungar la basura. Tocaron a Pedro León, mientras él se escudaba tras el candidato por Anzoátegui, el que terminó perdiendo. Apareció en la lista de detenidos un personaje del mismo entorno al cual se menciona junto a cifras escandalosas en dólares y planes casi para adueñarse de la parte norte del Estado, desde Guanta hasta Caicara. Pequeña aldea esta de Barcelona, a la que misteriosamente, de un día para otro, el Alcalde de esta ciudad, Guillermo Martínez convirtió en centro de atracción, tanto que construyó una amplia vía hacia allá y con meta final en el aeropuerto. Todo después descubierto, se explica con lo denunciado el sábado pasado por Mario Silva, como vinculado a aquellos planes.
Del Alcalde de Barcelona, quien por lo menos aspiraba hasta no hace mucho repetir, si no se le daba la movida de volverse gobernador, nada se sabe. Calló y hasta desapareció misteriosamente y sus amigos si le ven deben hacerlo en sitios misteriosos y oscuros. Con Jonathan formó parte del clan que contribuyó a defenestrar a Nelson Moreno, gobernador en ejercicio y aspirante a quedarse por la vía electoral y permitió el "regreso", como en un intento "salvador", de Aristóbulo.
Sintió pasos fuertes en su reducido espacio, imaginó ese "tun-tun" del cual siempre hablaba Diosdado en "El Mazo Dando", el cual suele sonar de madrugada y se fue para donde ya estaba la familia toda instalada, tal como mandan las reglas de un perfecto "leal", adonde se van a reunir los mártires. Todo allá estaba organizado, reunido y en orden. Pero aquí adentro parece que también. Veamos.
La cámara municipal dominada por los suyos, pese no haber pedido permiso para ausentarse, lo que no costaba esfuerzo ni tiempo alguno y conociendo las informaciones que corren por los medios no desmentidas por nadie, optó por negar la petición de su ausencia absoluta amparándose en formalismos cómplices. Además, tampoco salió del país como mandan las reglas. La información tampoco desmentida, habla de una salida presurosa e ilegal por la cual hasta presos hay y se fue adonde siempre van quienes buscan amparo.
Mientras tanto, ya parece sucederá lo que suele suceder con los leales que callan y tienen mucho que callar. Se les da tiempo, como sucede con los "Precios Acordados", para que su nombre y gesta se borre de la memoria colectiva. Conviene porque, si ese avispero se jorunga, más de uno, hasta de quienes vuelan muy alto, puede salir picado y la marca que eso deja puede obligarlos a salir en estampida al sitio donde esos tipos se amparan, se hacen héroes y terminan su vida. Pudiera ser esta placentera, pero borra la de héroes que tanto les gustaba, formado desde jóvenes. Esa de verse como "El Che", Fidel y hasta Chávez.
¿No le parece lector que esta historia mía, está como demasiado "arrancada de la vida misma", cual solía escribir Félix B. Caignet, aquel libretista radial cubano o el también libretista y narrador de la "Tía Julio y el escribidor" de Mario Vargas Llosa? ¿Y siendo así, porque a lo que ella se refiere nadie le para?