Israel es el nombre que dio el sionismo al territorio palestino que, en complicidad con la ONU, invadió. Una mezcla de conquistadores, principalmente europeos, disfrazando sus intereses bajo la lucha antisemita, comete un genocidio estructural contra los árabes palestinos, titulares históricos de la totalidad de las tierras que circundan Jerusalén.
El sionismo, apoyado por fuerzas imperiales, los arrincona en franjas de concentración para rendirlos por hambre, necesidad y por bombardeos periódicos. Palestina ha sido ocupada estratégicamente, primero mediante la compra de tierras, luego por la expansión territorial y ahora mediante muros oprobiosos. El exterminio es la meta.
Nadie se atreve a hacer nada efectivo contra el terrorismo de estado israelí. Un exitoso aparato de intimidación, propaganda y posesión de dinero lo secunda. En cada capital de país con poder político, han instalado lobbies respaldados en poderosos capitales e inversiones cuyo retiro haría temblar cualquier economía. Así terminan siendo factor decisivo en muchas de las potencias occidentales.
Con la transferencia tecnológica y colocación directa de armas, Israel se convirtió en superpotencia militar, termonuclear, de contrainteligencia capaz de doblegar todas las amenazas y destruir cualquier objetivo.
Se mofa de resoluciones, comunicados, manifestaciones, solidaridades y de la indignación mundial. Asesina por política y cuentan a sus victimas como a la arena del desierto. ¿Quién detiene al poderoso y maligno sionismo israelí? El miedo es grande y hay que “echarlo a la espalda” y actuar.
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