Se debe partir de reconocer que la esencia del conflicto coreano-estadounidense está en el enfrentamiento de Estados Unidos contra el socialismo coreano del norte que paso a paso, de forma pacífica, ha ido creando un clima de unificación con los coreanos del sur, lo cual significaría la pérdida considerable para EEUU del espacio que ocupan en Corea del Sur, su aliado más lacayo en la zona. Se dice que una unión de las dos Coreas haría desplazar más rápidamente a Japón y a los propios EEUU de los primeros lugares mundiales y China quedaría siendo la cabeza de un nuevo sistema político internacional que surgiría basado esencialmente en los llamados Principios del Pancha Shila (1).
Al enriquecerse en el análisis esa esencia, no debe perderse de vista la explosiva carrera china -un primer proceso- por alcanzar a ser un país rico, estable y armonioso, la cual la ha llevado a escalar uno de los primeros lugares mundiales en producción de valores o Producto Interno Bruto (PIB) desplazando a Alemania y Japón. El respaldo de China a Corea del Norte responde a necesidades ideológicas, pero también político-militares, y ello está incidiendo en el desenvolvimiento del conflicto coreano-estadounidense que actualmente se limita a una especie de mini guerra-fría regional.
Un segundo proceso que comienza a tomar fuerza es el declive del poderío nipón y el surgimiento de una poderosas fuerza política interna de orientación socialdemócrata, opuesta a la subordinación a EEUU que conlleva a una influencia dinámica sobre los intereses de EEUU en Corea del Sur para reforzar su hegemonía allí y que ha llevado a EEUU a chantajear a China con dos asuntos que para China son de incumbencia propia (el Tibet y Taiwán) y es interpretado por China como que EEUU se inmiscuye en los asuntos internos chinos, y así lo ha hecho saber a EEUU, llegando a amenazarlos con represalias económicas, luego de lo cual las posiciones estadounidenses de chantaje se han pospuesto o aminorado.
El
caso del hundimiento del buque de guerra surcoreano Cheonan pudo
haber sido ocasionado por una de esas operaciones especiales de algún
grupo
estadounidense, de cualquiera de las 16 agencias de inteligencia de
EEUU, que produjeron el hundimiento, buscando exacerbar las riñas
entre ambas Coreas pero también impactando en la dinámica política
de Japón, como en efecto ocurrió, con la renovación de los
acuerdos para mantener la base militar en Okinawa, donde hay un
sentimiento antigringo desde las explosiones atómicas en 1945 de
EEUU contra Japón. Además, fue una justificación ante el mundo para
incrementar el clima bélico en el corazón de la actual hegemonía
económica mundial como es la zona asiática.
El caso de Japón resulta muy sugestivo. Sólo hay que observar la campaña no tan velada en películas, seriales o documentales de Hollywood de corte antijaponés para percibir los intereses actuales y la visión que tiene EEUU de lo que está ocurriendo al interior de la sociedad nipona.
El tercer proceso que incide en el conflicto coreano-estadounidense es la aceleración y éxito de la integración del sudeste asiático a través de la ASEAN en la cual están participando diez países asiáticos que no son potencias nucleares pero que han involucrado a China, Japón y Corea del Sur, lo cual crea una madeja de poderosos intereses asiáticos, con fuerte influencia socialista de Vietnam, Laos, Camboya y de China, de no muy fácil rompimiento, como ocurrió en la época anterior en que la hegemonía de EEUU estaba en su apogeo.
Por todo ello, el cuarto proceso de carácter general que no debe perderse de vista en el análisis: el deterioro acelerado de la hegemonía estadounidense en las cuatro latitudes.
Europa en los últimos cinco años cada día está más dispuesta a desprenderse del lazo financiero con que EEUU la dominó y la aprovechó, al quitarle espacio en África y Asia a costas de la ayuda por el Plan Marshall. Y mientras ello pasa, las posiciones de EEUU en América Latina han entrado en una fase de no retorno a su estado anterior, de amplio hegemonismo estadounidense. Aún cuando EEUU conserva poderío en Asia a través de Japón y Corea del Sur, en lo fundamental, sus baterías se van apagando frente a la luz de la competencia de China y de la propia ASEAN que mediante los acuerdos de libre comercio entre ellos se van deteriorando más aceleradamente las prerrogativas independientes de los capitales norteamericanos y las fusiones financieras van favoreciendo a los capitales asiáticos.
Considero muy acertada e ilustrativa esa expresión del Comandante en Jefe Fidel Castro cuando dijo que “Estados Unidos está en jaque”. En efecto, EEUU se colocó desde hace ya más de un decenio en una posición arriesgada cuando contribuyó a demoler el sistema bipolar que junto a la entonces Unión de República Socialista Soviética (URSS) estuvo obligado a crear, ambicionado por atraer para sí las riquezas capitalistas del colonialismo europeo, sin darse cuenta que el juego con la URSS no era de suma nula, ni apreciar en toda su significación la visión del estratega chino Mao Tse Tung cuando lo calificó de “tigre de papel”.
Ante la situación actual Barack Obama podría ser más prudente y sacar de su alma algo de la paciencia asiática o de la bondad africana que anidan en sus genes para evitar el holocausto. Tarea que sólo podrá coronar si actúa con firmeza y decisión frente a los halcones sedientos de guerras.
Una guerra o dos al mismo tiempo contra países con sistemas populares como es el caso de Corea del Norte y el de Irán en que se involucre EEUU, por los enormes costos en recursos materiales y humanos, sería el derrumbe definitivo -por supuesto a un alto costo humano- del sistema hegemónico imperialista, que se mantiene actualmente en su aspecto más de dominación que de dirección, basado en las capacidades para atacar a uno o varios contendientes con armas nucleares pero sin capacidades para luego ocuparlos o al menos dirigirlos, dadas las resistencias que encontrará, la falta de recursos humanos para ello y el desacreditado liderazgo para conducir los negocios mundiales.
La percepción de todo esto, tanto de Irán como de Corea del Norte, es muy sugestiva según los propios voceros de esos países lo han expresado. Ambas naciones están dispuestas a todo y hasta han pronosticado a los EEUU una derrota atroz. Y razones no les falta. La élite en el poder en EEUU y los propios integrantes del Club Blindeberg saben que una guerra nuclear contra Irán y Corea les acarrearía serios problemas en varias de sus instalaciones militares esparcidas en Asia y Medio Oriente y además en las propiedades estadounidenses en varias partes del mundo.
Iniciándose el conflicto armado en alguno de esos dos países y necesariamente derivado a enfrentamiento nuclear, se iniciaría en el otro país otra coyuntura de guerra nuclear, dadas las urgencias de cada uno de ellos por aprovechar la situación y evitar así que luego, EEUU les pueda atacar por separado. Es la lógica de la guerra. Irán está apoyado cada vez más claramente por Rusia y China, quien a su vez, históricamente ha estado del lado de Corea del Norte, como ocurrió entre 1950 y 1953 cuando a sólo tres años de crearse la República Popular China un contingente de tropas chinas, el “Ejército Voluntario Popular”, auxilió a los coreanos del norte para vencer a las tropas estadounidenses del General McArthur y rechazarlos hasta el paralelo 38 que hoy divide a las Coreas.
Y ante esas dinámicas estaría obligado Estados Unidos a jugársela para salir airoso, lo cual es lo más improbable, sobre todo porque Rusia y China cuentan también con sus aliados en América Latina, Europa y el Medio Oriente, y al parecer en mayores cantidades que EEUU.
Estos cuatro procesos están imbricados de tal manera que no se podría hacer un análisis exacto de un acontecimiento en Asia sin considerar el impacto dialéctico entre esos procesos y los acontecimientos.
El balance de los cuatro procesos anteriormente mencionados implican reconocer que la correlación mundial de fuerzas no favorece precisamente a la opción guerrerista, y mucho menos a la opción del imperialismo yanqui de seguir explotando al mundo.
NOTA
(1) Cinco principios asiáticos que fueron base de los acordados entre los primeros ministros Chou En Lai y Jawajarhal Nehru, de la RPCh e India respectivamente, en 1954, en el primer Tratado de Cooperación entre ambas repúblicas recién formadas y que luego alentaron tanto la declaración de Bandung en 1955 como la constitución en 1961 del Movimiento de Países No Alineados, y que tienen diferencias con los de la Carta de ONU de 1945 porque son más ajustados, ante todo, a actores en pie de igualdad, fraternidad y cooperación.