Crece el peligro ante la decisión de Londres de enviar un submarino nuclear a Las Malvinas. Veamos el proceso histórico que prueba la legítima posesión argentina de las islas que el Imperio yanqui invadió, en diciembre de 1831, y se las entregó, un año después, al Imperio Británico.
Memorial Day –Día de Recordación--: este lunes, día 28, el Imperio se acuerda de sus guerras; los antiimperialistas nos acordamos de sus víctimas.
1-. EL DERECHO DE LAS BESTIAS
Tengo la lejana sospecha que cuando Marco Tulio Cicerón dijo que “la fuerza es el derecho de las bestias” no se refería a las Islas Malvinas, pero aquellas palabras pudieran ser aplicadas a ese archipiélago del Atlántico austral porque fue la fuerza bestial del joven Imperio yanqui la que se robó las islas para entregárselas a su cómplice, la vieja y pérfida Albión.
Veamos algunos párrafos de una información aparecida en Cubadebate este lunes basada en un previo reportaje de Telesur, sobre una noticia publicada en The Sun, de Londres, el día anterior:
--El diario inglés The Sun advirtió este domingo que el Gobierno británico podría enviar esta semana un submarino nuclear, cargado con misiles y torpedos de gran potencia, a las Islas Malvinas que llegaría a esa región el 14 de junio, cuando se cumplan 30 años del fin de la guerra.
--The Sun cita fuentes anónimas del Ministerio de Defensa inglés, quienes aseguran que la nave “está lista” para zarpar a las islas, donde “patrullaría” la zona durante los próximos meses.
--La Armada británica lo denomina “El Cazador Asesino”. Tiene 84,5 metros de largo, pesa unas cinco mil toneladas, puede alcanzar una velocidad de 60 kilómetros por hora, sumergirse hasta 305 metros de profundidad, cuenta con cámaras y periscopios que le permiten registrar imágenes térmicas, y sus misiles tienen un alcance de 1,609. kilómetros.
--El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado argentino, Daniel Filmus, sostuvo que, en caso de confirmarse este hecho, Gran Bretaña violaría todos los acuerdos de Zona de Paz del Atlántico Sur, entre ellas la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas 41/11. “La actitud de la Defensa inglesa es una provocación no sólo para Argentina, sino para todos los países de la región y el Atlántico Sur”, enfatizó Filmus (hasta aquí partes de lo que publicó Cubadebate)
Todo esto, por supuesto, aumenta la tensión entre Londres y Buenos Aires. Veamos, entonces, el proceso por el que Argentina fue desposeída de un territorio que le pertenece a toda plenitud.
2-. LA POSESIÓN ESPAÑOLA
Los derechos de Argentina sobre Las Malvinas están basados en los que tenía España sobre esas islas antes de 1811, año en que las abandonó y fueron ocupadas por la nueva república nueve años después. Cuando un país se libera de su metrópolis hereda todos los territorios que la misma poseía como partes de ese país. Si se excluye un territorio, sea continental o insular, sería como si, por ejemplo, España se hubiera liberado de Napoleón con excepción de las Baleares, o Venezuela de España sin la Isla Margarita.
Hay numerosas razones para probar que las Islas Malvinas eran españolas y que, por ello, fueron argentinas después.
Durante los siglos XV y XVI, el derecho internacional, aceptado por todas las potencias europeas, reconocía que el descubrimiento y la ocupación de un territorio era la fuente principal de su posesión. Si esta ocupación no se producía, entonces el territorio era declarado res nullius, o sea deshabitado o libre de todo gobierno.
Apenas dos años después del Descubrimiento, el Tratado de Tordesillas, logrado por la Iglesia entre España y Portugal, colocaba a las Islas Malvinas como parte de los territorios que España podía ocupar. Aunque el Papa que logró el tratado, Alejandro VI, no llegó a confirmarlo, lo hizo su sucesor, el papa Julio II, en 1506. O sea que aun desde antes que España descubriera estas islas, ya le pertenecían. (Si el almirante Piri Reis descubrió antes Las Malvinas, eso no significa nada a los efectos de su posesión porque el Imperio Otomano nunca reclamó tierras en el Nuevo Mundo; ni siquiera hay pruebas definitivas de que Piri Reis hubiese navegado a través del Atlántico, ya que los mapas encontrados en el Palacio Topkapi, en 1929, pudieron haber sido hechos después del Siglo XVI)
Aunque algunos historiadores suponen que Américo Vespucio pudo haberlas descubierto en 1503, lo cierto es que sí hay testimonios de que fueron descubiertas, en 1520, por Esteban Gómez, capitán de la nave San Antonio, durante la expedición española de Fernando de Magallanes, que terminó por darle la vuelta al mundo por primera vez en la historia, aunque ya al mando, después de la muerte de Magallanes, de Juan Sebastián Elcano.
Cinco años después, en la expedición española de García Jofre de Loaisa, el capitán Pedro de Vera avistó las islas que después se llamarían Malvinas. En 1535, en la expedición de Simón de Alcazaba y Sotomayor, el capitán de la nave San Pedro, José Rodríguez Martínez, avistó las propias islas. En febrero de 1540, el capitán español Francisco Alonso Camargo tomó posesión del archipiélago a nombre de España. A fines de 1542, ya las islas figuraban en el atlas Islario de Alonso de Santa Cruz que las situaba a unas 70 leguas de la Patagonia argentina.
El Imperio Británico sostuvo que las islas fueron descubiertas por John Davis, capitán de la nave Desiree, el 14 de agosto de 1592. Y eso lo “hizo” sin ni siquiera referirse a las coordenadas de su “descubrimiento”. Medio siglo antes ya Camargo y sus compañeros caminaban por las islas.
Los dos requerimientos que las potencias colonialistas europeas, incluyendo la británica, reconocían como pruebas incontestables de posesión de un territorio, o sea el descubrimiento y la ocupación, habían sido satisfechas por España medio siglo antes de que los británicos dijeran que habían “descubierto” el archipiélago.
En 1740, hubo un amago de guerra entre España e Inglaterra por las incursiones ilegales que los barcos británicos hacían en las islas.
Un cuarto de siglo después, un conde francés se estableció en una de las islas y fundó la villa de San Luis, pero a los dos años la abandonó, reconociendo la soberanía española. Los franceses que se habían establecido allí quedaron bajo el mando de Felipe Ruiz Puente quien, a nombre de España, creó la Gobernación de las Islas Malvinas. Fue el primer gobierno de las islas.
Un grupo de británicos se estableció en la isla Trinidad, pero unos meses después, mediante unos acuerdos denominados Convenciones de Nutka, se retiró, aceptando la soberanía española.
En 1811, durante la ocupación napoleónica, España se retiró de las islas y éstas quedaron desiertas hasta 1820.
3-. LA LEGÍTIMA OCUPACIÓN ARGENTINA
Argentina, liberada ya definitivamente de España con el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata, o de Sudamérica, envió una fragata para tomar posesión de Las Malvinas, en 1820, como sucesora legal del territorio español conocido como Virreinato del Río de la Plata.
Este dominio eminente de los argentinos sobre las islas estaba amparado en el derecho internacional, específicamente en la ley de sucesión de estados y en la doctrina uti possidetis juris. Al reconocer España la independencia de las Provincias Unidas les cedió todos sus derechos sobre Las Malvinas, con carácter retroactivo al 25 de mayo de 1810, día en que los argentinos proclamaron la independencia.
No hubo ninguna protesta por parte del Imperio Británico sobre Las Malvinas cuando España firmó un tratado de amistad, comercio y navegación con el nuevo país, en febrero de 1825, lo que prueba, como veremos después, que si no llega a ser por la invasión yanqui, el Imperio Británico no las hubiera reclamado porque ni siquiera lo hizo cuando España las abandonó, en 1811, a pesar de que en ese momento Madrid no había reconocido al gobierno de Buenos Aires y las islas podían haber sido declaradas entonces resnullius, o sea deshabitadas o sin gobierno.
En 1823, el gobierno de las Provincias Unidas comisionó a Luis María Vernet para que explotara los recursos de las islas y, en junio de 1829, lo nombró Jefe de la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas, con capital en la isla de Soledad y jurisdicción sobre todo el archipiélago. Dos meses después, Vernet fundó San Luis. En pocos meses los pobladores eran ya más de 125, miembros de unas treinta familias que se dedicaban a la agricultura y la pesca.
4-. LA AGRESIÓN YANQUI
Como Comandante de las Malvinas, Vernet tenía los mismos poderes de un gobernador y, como tal, estableció una serie de disposiciones que regulaban la pesca en las aguas próximas al archipiélago; pero éstas fueron violadas, repetidamente, por los capitanes de los barcos balleneros y los cazadores de morsas que procedían de Estados Unidos, sobre todo de Massachusetts. Debido a la excesiva depredación que habían sufrido esos animales, Vernet prohibió su pesca y su caza, pero los estadounidenses lo desafiaron y prosiguieron sus fechorías.
Estos piratas, sin patas de palo ni parches en los ojos, no sólo violaban las leyes de la Comandancia, sino que desembarcaban en las islas y les robaban sus reses y otras pertenencias a los gauchos argentinos. Al cabo de dos o tres años, Vernet procedió al arresto de decenas de estos bandidos y al apresamiento de los barcos pesqueros Harriet, Breakwater y Superior.
Quienes conocemos un poco la larga historia de autoagresiones del Imperio, no podemos menos que sospechar que los delitos perpetrados por los pescadores yanquis en Las Malvinas fueron hechos de acuerdo con el gobierno de EU para provocar al comandante Vernet a que cumpliera la ley y, entonces, acusarlo de agredir a los “pacíficos” pescadores para “justificar” la invasión a las islas, como ocurrió el 28 de diciembre de 1831.
Si tenemos en cuenta que Estados Unidos abandonó Las Malvinas para que fueran ocupadas, unos meses después, por los británicos, se debe llegar a la conclusión lógica de que ambos imperios, el viejo y el joven, estaban actuando de acuerdo, como han hecho muchas veces, entre ellas, casi un siglo después, cuando llenaron de armas, municiones y dinamita el Lusitania, violando las leyes marítimas por las que se deben regir los barcos de pasajeros en tiempos de guerra, para incitar a los alemanes a hundirlo y que el gobierno de Estados Unidos usara ese hecho –y lo del posterior Telegrama Zimmerman, que también fue un ardid de ambos imperios-- para entrar en la Primera Guerra Mundial. La autoagresión indirecta o provocada –Trípoli, Río Grande, Lusitania, Pearl Harbor y otras--, así como la directa –Hawái, Maine, Golfo de Tonkín, 11 de Septiembre y otras--, es una estrategia típica del Imperio desde sus orígenes.
A partir de 1820 hubo un movimiento político en Estados Unidos que buscaba zanjar las disputas entre Londres y Washington que motivaron la invasión de 1812 en que los británicos llegaron a darle candela a la Casa Blanca. Ya hacia 1825 las relaciones de ambos imperios eran buenas y así se han mantenido hasta hoy.
Se cree que la entrega de Las Malvinas al Imperio Británico, en 1833, después que las islas habían quedado sin gobierno y casi sin población como efecto de la agresión yanqui, fue un obsequio de Washington a Londres para fortalecer las relaciones que habían hecho tan grave crisis veinte años antes. Debe recordarse, además, que el poderío militar británico, en tierra y mar, era muy superior entonces al de Estados Unidos; en rigor, era el mayor del mundo.
El hecho cierto fue que la actitud británica respecto a Las Malvinas cambió, radicalmente, de 1825 a los últimos días de 1831, en que los yanquis invadieron las islas.
Vernet liberó a los pesqueros Breakwater y Superior, pero mantuvo el Harriet y junto a su familia llegó en este barco a Buenos Aires el 19 de noviembre de 1831 con todos los documentos para iniciar un proceso criminal contra los pescadores-piratas.
Fue entonces que, en perfecta coordinación con el apresamiento de esos barcos, los británicos dijeron que su evacuación de Las Malvinas en 1774, en la que habían reconocido los derechos de España, había sido hecha sin el consentimiento de la monarquía, que era, por ello, ilegal, y reclamaron su derecho sobre las islas. Es muy significativo que lo que antes no había hecho el Imperio Británico, ni siquiera cuando las islas quedaron desiertas en 1811 ni cuando las Provincias Unidas tomaron posesión de ellas en 1820, lo hiciera después que comenzara el enfrentamiento con los pesqueros estadounidenses, y, como “casualidad” adicional, la protesta británica ante la cancillería argentina fue hecha el mismo día en que Vernet llegó a Buenos Aires a bordo del Harriet.
Para mayor coincidencia, el cónsul de Estados Unidos, George W. (otro criminal George W.) Slacum presentó su protesta por el apresamiento de los barcos ante el gobierno de Buenos Aires al día siguiente, o sea que los dos imperios no sólo actuaban en coordinación, sino, además, con insolencia.
El cónsul Slacum, a la sazón, declaró:
--The American fishermen can do their work wherever they want (los pescadores estadounidenses pueden hacer su trabajo adonde les dé la gana)
Algunos historiadores consideran que lo que ocasionó la crisis entre Estados Unidos y Argentina fue que el cónsul Slacum desconoció los pactos que existían sobre pesca entre varias naciones de Europa y actuó con extrema agresividad; pero también esa actitud pudo haber sido ordenada desde Washington por el Departamento de Guerra con el consentimiento del presidente Andrew Jackson, el genocida de la población autóctona de Norteamérica, para facilitar la invasión a Las Malvinas.
Usurpando funciones presidenciales, o sea de Comandante en Jefe, el cónsul Slacum le informó al gobierno bonaerense que si el Harriet y su tripulación no eran liberados en el acto, le ordenaría a la corbeta USS Lexington, que se hallaba en el puerto de Buenos Aires, que atacara y ocupara las Islas Malvinas, que no habían estado protegidas nunca por barcos de guerra.
El capitán del Lexington, Silas Duncan, fue aun más insolente que Slacum y demandó del gobierno argentino “la rendición inmediata e incondicional de Vernet para ser enjuiciado, a bordo de su barco, o sea en territorio estadounidense, como ladrón y pirata”
Es en ese momento en que el gobierno de Londres declara que España había ocupado ilegalmente Las Malvinas y que, por ello, las Provincias Unidas no tenían derecho sobre las mismas. Esta demanda descomunal fue apoyada por el presidente Andrew Jackson en Washington (Jackson, como sabemos, fue el mayor genocida de la población autóctona de Norteamérica, responsable directo del asesinato de cientos de miles de seres humanos. A pesar de ello --¿o tal vez por ello?-- fue elegido Presidente de EU en dos ocasiones y no lo fue la tercera vez porque no quiso aspirar)
5-. EL ASALTO
El 28 de diciembre de 1831, los Marines del USS Lexington, al mando de Silas Duncan, tomaron por asalto Puerto Soledad, capital de Las Malvinas, destruyeron las pocas piezas de artillería que defendían la pequeña villa y arrasaron con las viviendas y los cultivos de sus habitantes, a los que tomaron prisioneros, incluyendo mujeres, ancianos y niños, entre ellos al único nativo de las islas, un niño de dos años. En el momento del ataque, Puerto Soledad tenía una guarnición de 25 soldados y unos 125 habitantes, entre ellos 7 alemanes.
Al carecer de gobierno, las islas cayeron en un estado de total anarquía, a merced de los prisioneros que se habían escapado del penal en el momento del asalto y de numerosos piratas que desembarcaron después.
Unas semanas después, Levy Woodbury, Secretario de Marina de EU, le envió una carta al capitán Duncan en que le decía:
--El presidente Jackson aprueba el curso que usted siguió y se encuentra muy satisfecho con la prontitud, firmeza y eficiencia de sus medidas.
El 2 de enero de 1833 llegó a Puerto Egmont la fragata de guerra británica HMS Clio, al mando del capitán John James Onslow, quien tomó posesión de las islas a nombre del Rey de Inglaterra. Unos días después arribó a las ruinas de Puerto Soledad y comenzó a reparar el destruido fuerte y la arrasada villa.
Esta ocupación ilegal se mantuvo hasta abril de 1982 y a partir de junio del propio año hasta hoy.
La criminal complicidad que ha habido entre esos dos imperios se manifiesta hoy en las guerras del Medio Oriente y en las amenazas a Irán, Siria, Venezuela, Yemén, Argelia, Corea del Norte y, de hecho, al resto del mundo
carlos.rivero@att.net