Como el café descafeinado, el imperialismo ha diseñado, promovido y levantado en el seno del movimiento popular una izquierda sin revolución, en palabras de nuestro Fabricio Ojeda: ¡una izquierda permitida! –que no es revolución sino en la falaz teoría de los imperialistas–.
Estas cápsulas ideológicas, son un producto de las industrias culturales imperialistas (medios de difusión, publicaciones, libros, en las academias etc.) y son consecuencia de su estudio profundo de las contradicciones en los procesos revolucionarios para desdibujarlos. Para el autor del texto “Elementos de la contrainsurgencia de EUA”, Gilberto López, la operación fundamental de las incursiones militares norteamericanas en sus guerras de invasión las hacen sociólogos o antropólogos profesionales que estudian las culturas de los pueblos invadidos o por invadir para tomar y sembrar nuevos estereotipos, aspiraciones de vida y valores moldeables al mercado capitalista. Así como existen estas cápsulas de cuarta generación para las guerras, también se desarrollaron otras dosis para domesticar el pensamiento revolucionario desde la cultura, que acompañará a la tarea de perseguir, aislar y golpear a los elementos resistentes desde los estados burgueses.
Como ejemplo vivo, al finalizar la guerra fría, el imperialismo hizo muy famosa, e injertó en el pensamiento de izquierda la tesis del “fin de la historia y el último hombre” que, cabalgando sobre la desmoralización que sufrían los luchadores de izquierda, los pueblos trabajadores y los académicos críticos en el mundo, martillaría hasta en las cabezas más obtusas el fin del comunismo, de la lucha de clases y de las ideologías, tras la supremacía de la democracia liberal capitalista en el mundo.
Esto trajo como consecuencia para la década de los noventa, unas izquierdas aturdidas, desarmadas y derrotadas antes de ir a la lucha política, situación que se ha venido superando en lo anímico por las victorias populares conseguidas en Latinoamérica, pero los valores centrales de esta ofensiva ideológica, aún se divisan por la fuerte presencia del liberalismo en los planteamientos y prácticas de los colectivos revolucionarios en el mundo y de manera más cercana en la Venezuela actual.
Pero esta no es ni la primera, ni la única operación ideológica del imperialismo para abatir el pensamiento crítico y revolucionario, Kautski corredactor de El Capital junto a Engels, se deslizó rápidamente hacia tesis conciliadoras en la II internacional, sus propuestas gozaron “casualmente” de mucha difusión en toda Europa, al nivel de convertirse en el “jefe” del socialismo en varios continentes. También Gramsci en su artículo “la revolución contra el capital” planteaba que a principios del siglo XX en Rusia, El Capital de Carlos Marx era más el libro de los burgueses que el de los proletarios, de esa forma, el pensador italiano concluyó que los bolcheviques para conseguir su victoria se alzaron también contra el marxismo aburguesado, El Partido Socialista de Italia fue responsable del aborto de las huelgas del bienio rojo italiano y del advenimiento del fascismo, lo mismo que en el Chile de Allende y así, de similares formas, cada proceso revolucionario fue enfrentado y muchas veces abortado por el predominio del pensamiento conciliador, chovinista y liberal en la izquierda.
Sobre este tema escribió Lenin hace casi cien años, (1917, El estado y la revolución): “ocurre hoy con la doctrina de Marx, lo que ha ocurrido en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndolo. Todos los socialchovinistas son hoy –bromas aparte- “Marxistas”.
Esto puede estar ocurriendo con la inclusión de las escritos del Che Guevara en el Registro Memoria del Mundo de la Unesco-ONU, y podría ocurrir con el legado del comandante Chávez, por lo que Fidel Castro llamó recientemente a los revolucionarios a no despilfarrar el legado del líder bolivariano.
En la actualidad, el imperialismo tiene en la "izquierda sin revolución" a sus mejores aliados en la patria grande, son al final de cuenta: sus sostenedores. Llaman a la construcción de patrias desclasadas, donde la burguesía es considerada incluso como fuerza motriz del desarrollismo, aun cuando estos sectores explotadores se mueven sin autonomía, como fiel engranaje de las transnacionales y su mercado mundial del cual no pueden prescindir.
Los vemos vociferar que el estado y sus instituciones son organismos que sirven para conciliar los conflictos sociales, para dirigir las revoluciones populares, que pueden ser utilizados para darle “poder” al pueblo, siendo las instituciones representativas el sujeto, el pueblo lo derivado y el poder visto como transferencias de ciertos recursos.
Recientemente y como muestra de ello, vimos al presidente de Ecuador, Rafael Correa en entrevista a Telesur declarando como un elemento consagrado de “las izquierdas sin revolución”, en tal intercambio vociferó: “Usted no puede negar una realidad como la del mercado, pero una cosa es el mercado dominando a la sociedad y otra, la sociedad dominando al mercado, es decir buscamos sociedades con mercado, no sociedades de mercado (…) y si no fuera mayor enredo plantear la posibilidad del dominio de la sociedad en lo abstracto sobre el mercado capitalista mundializado, el mandatario ecuatoriano continúa: “no nos engañemos: demasiado individualismo destruye a la colectividad, (…) pero también demasiado colectivismo destruye a la persona, en cuanto a nivel productivo el capital privado existe, ¡se le necesita! pero debe ir en función de las necesidades sociales, adecuadamente regulado”.
Vemos entonces como los que se presentan como modelos de revolucionarios, correctores de construcciones socialistas pasadas, se tambalean frente a instituciones del capital como el mercado, se les ve solapando la lucha de clases en categorías abstractas como la ciudadanía y la patria, se enredan tratando de mostrar a las burguesías como entidades de desarrollo que pudieran ser reguladas por los estados latinoamericanos, desestimando que son los trabajadores quienes con su esfuerzo han levantado las bases de todo lo que las clases capitalistas conciben como modernidad.
Es tiempo de hablar más claro, de hilar más fino, como en la década de los sesenta expresaría el dirigente revolucionario Fabricio Ojeda: “Abandonar el campo reformista y tomar el revolucionarlo significa decidirse a luchar sin temor alguno, tener seguridad de la victoria y desafiar, cual David, al gigantesco poderío reaccionario, como lo han hecho todos los verdaderos revolucionarios de la historia, incluso los revolucionarios burgueses”.
¡No se trata de una época de cambios, sino de un cambio de épocas!, por eso no debemos desperdiciar esta gran oportunidad que nos hemos dado los pueblos explotados de la patria grande al transitar por el camino de la historia.
Las perspectivas liberales de progreso y desarrollo siguen sonriendo hoy a los líderes y organizaciones de izquierda, debemos desechar estas cápsulas, son tiempos de revolución, de ir más allá, de cuestionar y superar el orden burgués por el poder popular revolucionario y su trabajo liberador.
@rradrian
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