Al final de la Segunda Guerra Mundial inter-imperialista mundial, a la cual fue arrastra la extinta Unión Soviética, fue evidente que la imponente maquinaria de guerra construida por la burguesía revanchista y expansionista alemana que tenía en Hitler el líder que podría modificar profundamente la geopolítica de Europa y el mundo, había sido aniquilada y que, para garantizar que nuevamente volviera a intentar disputarle a las potencias capitalistas de la época resultaba necesaria desarmarla hasta dejarla con un ejército con solo capacidades defensivas, ocupado su territorio con enormes bases militares y contingente de los Estados Unidos de América, Francia e Inglaterra (en su zona occidental) y de la Unión Soviética ( en su zona Oriental), el enjuiciamiento y ejecución, en la ciudad de Nuremberg, de parte de su elite política y militar, la prohibición expresa del desarrollo de sistemas de armas avanzados y, de manera particular, las armas de destrucción masiva, como las nucleares y químicas, convirtiendo a Alemania en casi un Protectorado extranjero.
Otro tanto ocurrió con el colonialista y belicista Imperio Japonés del derrotado emperador Hirohito, a quien se le impuso la ocupación de su territorio por las triunfantes fuerzas de los Estados Unidos de América, la organización de un ejército limitado a capacidades defensivas y una Constitución que expresamente prohibe la guerra, además del enjuiciamiento – y ejecución en varios casos- de sus jefes militares y dirigentes políticos responsables de la conquista colonial de Asia y el pacífico y el ataque sorpresivo a la base de Pearl Harbor en territorio colonial de los Estados Unidos de América en la isla de Hawai; quedando la orgullosa Japón como una nación sometida política y militarmente a los designios del gobierno de los Estados Unidos de América.
Sin embargo, las fracciones burguesas triunfantes en la Segunda Guerra Mundial tuvieron claro (como también lo estaba Hitler cuando azuzado por líderes europeos atacó con sus mejores fuerzas la Unión Soviética) que, aunque existían profundas diferencias entre ellas sobre el reparto colonial del mundo y de sus áreas de influencia, esa rivalidad tena como enemigo común a la triunfante y poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviética, URSS, por lo que resultaba esencial para el futuro geopolítico del planeta, restablecer las relaciones entre sus Estados y, especialmente, entre sus economías, con el fin de frenar y destruir el peligroso experimento de un Estado de Obreros y Campesinos y su apoyo a las fuerzas progresistas, anticoloniales y anticapitalistas que, bajo la influencia de la URSS, amenazaban la naciente hegemonía de las potencias occidentales triunfantes en la guerra; razón por la cual, la destruida maquinaria industrial y el ruinoso espacio urbano de Alemania Occidental fue reconstruido mediante el Plan Marshall y la derrotada burguesía alemana fue auxiliada con créditos y aperturas de mercado que, en apenas diez años se reconocía “El Milagro Alemán” y se suscribía el acuerdo sobre el hierro y el carbón con Francia, base de lo que posteriormente fue la Comunidad Económica Europea y hoy se llama la Unión Europea.
Con la misma visión y propósito, la burguesía usamericana, no solo le impuso a Japón la apertura de su economía a sus capitales, sino que suministro importantes avances tecnológicos a la resurgente burguesía nipona, sino que le favoreció con créditos y asociaciones estratégicas de sus corporaciones, lo que les permitió en relativo pocos años convertirse en la potencia tecnológica del continente asiático que llegó a amenazar la primacía usamericana en el mercado mundial.
Aún cuando silenciosamente tanto Alemania como Japón fueron modernizando sus fuerzas armadas bajo el consentimiento de los Estados Unidos de América y dando paso estratégicos como su incorporación al Tratado de la OTAN, uno como miembro y otro como asociado, los cambios producidos no eran especialmente relevantes por cuando sus armamentos de tierra, aire y mar y sistemas de transporte eran convencionales pero, es a partir de la reunificación de Alemania y desaparición de la Unión Soviética y, coincidencialmente, el inicio en los años 90’s del siglo XX, del desarrollo de un largo ciclo de crisis sistémica en el Capitalismo mundial, que ha generado una proceso de inestabilidad política y militar en el planeta, cuando la hoy potencia económica alemana y su equivalente asiática, Japón, iniciaron un acelerado proceso armamentista y el diseño de estrategias colectivas de defensa y ataque, involucrándose Alemania en la guerra de agresión imperialista de la OTAN contra Yugoslavia e Irak y, Japón, en la guerra de agresión imperialista contra Irak; la primera luego de su derrota en la Segunda Guerra Mundial.
No debe sorprender ahora, cuando el planeta se encuentra sumido en una gran inestabilidad por las guerra internas y la confrontación de poderes regiopnales y mundiales por el control o acceso a las fuentes energéticas del Medio Oriente y el norte de Africa, que la burguesía alemana, hoy dirigida, no por Hitler sino por la señora Angela Merkel, apoya desde la OTAN las acciones agresivas de sus socios usamericanos, británicos y franceses contra Irak, Libia y Siria, las operaciones colonialistas francesas en Malí y Kenia y la estrategia agresiva de la OTAN sobre Ucrania; mientras el revanchista Primer Ministro Shinzo Abe, de Japón, promueve con el apoyo usamericano, la reforma de la Constitución que prohíbe la guerra y provoca a la República Popular China, reclamando la soberanía sobre el archipiélago de soberanías china de las islas Diauyo, con el propósito es crispar la región del Mar de China para acompañar la estrategia de desestabilización y cerco imperialista que promueve los Estados Unidos contra la Federación Rusa y China.
Las burguesías del centro Capitalista mundial están decididas a sostener su declinante hegemonía económica, política y militar y harán uso, incluso de la guerra, para conseguirlo, por lo que los acuerdos sellados en la Segunda Guerra Mundial han sido definitivamente rotos y hoy asistimos a una confrontación global cuyas consecuencias pueden llevarnos a una Tercera y holocáustica Guerra Mundial y, ésta vez, las burguesías revanchistas y los militaristas de Alemania y Japón creen estar del lado de los posibles vencedores.