Ha causado pánico en el representante de Estados Unidos ante Naciones Unidas, señor J. Bolton, y en sus seguidores en Venezuela (los hay quienes hasta hace poco recibían jugosos atractivos sueldos de la República por vender a Venezuela, en lugar de promoverla como debe hacer todo diplomático por su nación) la aspiración legítima del gobierno de Venezuela de ingresar al Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas.
Mientras no se reforme las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad sigue siendo el órgano de mayor poder en el principal multilateral del Planeta. Ya los venezolanos saben de su composición nada democrática, con cinco potencias que mantienen el poder de veto, más diez países electo cada dos años.
El Consejo de Seguridad controla también, entre otros organismos, la recién creada Comisión de Consolidación de la Paz, el Comité de Sanciones y el Comité de Indemnizaciones. Tiene poder de sancionar hasta con medidas bélicas, bloqueos comerciales y ocupación a través de sus cascos azules. Su manera de administrarse no es la más envidiable, puesto que mientras tiene cinco miembros permanentes, la presidencia es rotativa cada mes, lo cual le
resta coherencia, continuidad y efectividad.
Su principal misión, es mantener la paz, garantizar los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos. El Consejo de Seguridad obra mediante “resoluciones” –hasta el 15 de febrero había emitido 1659, desde la primera en 1946.
Hasta noviembre de 2002, el Consejo de Seguridad, marchaba sobre su rutina de discusiones y aprobación de resoluciones (de 2 a 3 por mes), aceptadas por todos los estados signatarios de la Carta, en atención al mandato del artículo 25 de ésta. Fue entonces cuando, guiada por la doctrina de guerra preventiva antiterrorista, la administración Bush, decidió invadir a Irak y derrocar al presidente de aquel país. En ese mes, hicieron un intenso lobby en el Consejo, consiguiendo tres resoluciones sobre las armas de destrucción masiva que de acuerdo a los informes de Bush tenía Irak. Cuestión que negaron los inspectores de la ONU y que no aceptó Bush (solo admite lo que a él le conviene).
A partir de allí, cuando los entonces miembros rotativos del CS (se necesita 9 votos de 15 para una resolución, pero Bush quería el consenso), entre ellos México y Chile se negaron junto con los permanentes Francia, Rusia y China, a una invasión a Irak, el gobierno de EEUU se esforzó en convencer al CS de que la mentira de las armas era verdad. Desplegaron una intensa y costosa actividad diplomática que fue contrarrestada por inmensas manifestaciones populares en contra de la invasión y por la paz (objetivos del CS). El señor Bush y sus halcones de la guerra, sencillamente dejaron de lado al CS e iniciaron la invasión y con ella la guerra de resistencia del pueblo iraquí que va para su tercer año.
Ahora, vuelve la estrategia, esta vez contra otro país petrolero Irán.
Por supuesto, la desprestigiada administración Bush quisiera conseguir un permiso expeditito del CS para saciar su sed belicista y petrolera contra el pueblo persa.
Por ello la desesperación de Bolton, y los dislates de los apatridas venezolanos para impedir que la voz crítica y firme del gobierno de Venezuela se deje escuchar en el Consejo de Seguridad de la ONU.
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