Todas las organizaciones judías estadounidenses, a escala nacional, estatal y local, han lanzado una campaña de propaganda y recogida de fondos de 300 millones de dólares en apoyo de los 21 civiles y 116 soldados judíos muertos durante la invasión israelí de Líbano (pero entre los beneficiarios no se incluirán los 18 árabes israelíes a los que se impidió el acceso a los refugios reservados sólo a los judíos). Actuando como adjuntas al Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, ni una sola de las 52 organizaciones que forman la presidencia de la cúpula de organizaciones judías en EE UU ha alzado una sola voz en público contra la destrucción masiva de hogares, hospitales, oficinas, supermercados, convoyes de refugiados, iglesias y mezquitas, ni contra el asesinato deliberado de civiles, fuerzas de paz de la ONU y trabajadores en misiones de rescate, realizados por medio de bombardeos de precisión. Por el contrario, todo el lobby judío se ha hecho eco con lujo de detalles de la mentira oficial israelí de que las muertes libanesas fueron debidas a la utilización por la resistencia libanesa de “escudos humanos”, a pesar de la total devastación de los suburbios meridionales de Beirut, densamente poblados, totalmente fuera del alcance de los cohetes de Hezbolá.
La magnitud de la operación de enmascaramiento realizada por el lobby judío es mensurable en detalle. El ejército israelí lanzó sobre Líbano cada día durante 27 días 5.000 cohetes, bombas revientabúnkeres de 5 toneladas, y bombas de racimo, así como bombas de fósforo antipersonal, lo que asciende a 135.000 cohetes, bombas y proyectiles de artillería. Durante los últimos siete días de la guerra, Israel lanzó 6.000 bombas y proyectiles por día, es decir, 42.000 en total, lo que sumado a lo anterior supone 177.000 unidades, todo ello concentrado en un territorio densamente poblado de un tamaño equivalente al más pequeño de los Estados Unidos. Por su parte, la resistencia nacional libanesa lanzó 4.000 cohetes durante los 34 días, lo que arroja un promedio de 118 por día. La relación es pues de 44 a 1, para no mencionar las diferencias de tamaño, los efectos letales a largo plazo de los miles de bombas de racimo que no explotaron (casi 50 víctimas, muertos y mutilados) desde el final de las hostilidades), ni la política de tierra calcinada puesta en práctica por Israel en su incursión militar.
Los activistas del lobby judío han publicado la cifra de 41 civiles israelíes muertos, aunque olvidan mencionar que sólo 23 eran judíos, y los 18 restantes miembros de las minorías árabe musulmana y cristiana, que forman en torno al 20% de la población. La desproporcionada cifra de víctimas árabe-israelíes es el resultado de la política del Gobierno de Israel de proporcionar refugios y sirenas de alarma a los judíos, mientras pasaba por alto las necesidades de seguridad de sus ciudadanos árabes. La proporción de civiles muertos en relación con los soldados fue de 41 a 116, es decir, el 26% del total de víctimas israelíes (pero si sólo tomamos en consideración los israelíes judíos y los miembros del ejército, la proporción fue de 23 a 116, es decir, que el 16% de las víctimas judías fueron civiles.) Es evidente que la resistencia libanesa dirigió la mayor parte de su fuego al ejército israelí invasor. En cambio, en Líbano, de las 1.181 víctimas contabilizadas hasta hoy, 1.088 fueron civiles y sólo 93 combatientes. En otras palabras, el 92% de los muertos libaneses fueron civiles, es decir más de tres veces la proporción de civiles víctimas de la resistencia libanesa, y casi seis veces la proporción de civiles muertos (los únicos que cuentan para la máquina propagandística del lobby). Dicho de una manera más clara y brutal: se han registrado más de 47 víctimas libanesas por cada civil judío-israelí muerto.
La pretensión del lobby judío de una superioridad moral y militar israelí en Oriente Próximo, mientras que al mismo tiempo se afirma, paradójicamente, que la supervivencia de Israel está en juego, ha sido plenamente desmentida como resultado de su fracaso en la aniquilación de Hezbolá.
El eco que el lobby proporciona a las pretensiones de invencibilidad militar de las Fuerzas Armadas de Israel se basa en los “combates” de éstas contra escolares palestinos que arrojan piedras. Hoy, su vulnerabilidad es evidente cuando deben enfrentarse a combatientes guerrilleros como los libaneses, veteranos y bien armados. Según un Informe de las Naciones Unidas, desde junio 26 hasta agosto 26 del presente año, Israel mató a 202 palestinos, 44 de los cuales eran niños pequeños; las bajas de Israel fueron de un soldado. Durante su intervención en Líbano, Israel perdió 116 soldados, contra 93 combatientes libaneses en 34 días (casi la mitad del periodo anterior). En otras palabras, los muertos israelíes como resultado de la invasión de Líbano, en un mes, superan en 157 veces las bajas sufridas en Palestina en dos meses (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, ONU, 26.8.2006). La campaña de propaganda del lobby judío ante el Congreso de Estados Unidos, en todos los grandes medios de comunicación favorable a la operación “Lluvia de verano” (lluvia de bombas sobre la población civil) contra los palestinos, ha sido desenmascarada plenamente revelando su carácter de política de tierra calcinada por el citado Informe de las Naciones Unidas, recogido en el diario israelí Haaretz (27.8.2006). Según este diario, la campaña estaría teniendo graves repercusiones para 1.400.000 palestinos. Miles de ellos han debido abandonar sus hogares a raíz de las continuas agresiones del ejército israelí en la Franja de Gaza y de los bombardeos de la Fuerza Aérea israelí, que ha efectuado 247 ataques aéreos; asimismo, más de un millón de personas se han visto privadas del suministro de agua potable y electricidad. El lobby israelí, en el mejor estilo totalitario, hace una inversión de papeles y llama terroristas a las víctimas palestinas (los 202 muertos), y denomina víctimas a los ejecutores (Ejército israelí, que ha sufrido 1 baja, probablemente por “fuego amigo”.)
George Orwell podría haber escrito un vitriólico ensayo sobre la versión del lobby judío de Rebelión en la Granja (Animal Farm), según la cual una muerte israelí vale más que 202 palestinas.
Cuando se analiza la publicación Daily Alert, un panfleto propagandista elaborado por el Jerusalem Center for Public Affairs (una agencia propagandista semioficial del Gobierno israelí) para la Conferencia de presidentes de grandes organizaciones judías de EE UU (Conference of Presidents of Major America Jewish Organizations - CPMAJO) es imposible hallar la mínima mención al hecho de que el Estado judío ha estado matando casi diez civiles libaneses por cada combatiente, mientras que la resistencia de Hezbolá ha matado a cuatro veces más soldados israelíes que civiles de esta nacionalidad (judíos y gentiles). Ni un sólo artículo de opinión, editorial o comentario reproducido por Daily Alert, recogido de The Wall Street Journal, The Washington Post, The National Telegraph, The New York Sun, USA Today, The Boston Globe, The New York Times, Haaretz, The Jerusalem Post or The Times británico menc¡ona el hecho de que los tan cacareados bombardeos “de precisión” tuvieron un gran éxito en la matanza de civiles, mientras que las armas mucho menos sofisticadas de los defensores libaneses hicieron blanco principalmente en los miembros del ejército invasor.
Estas omisiones de parte del lobby judío y sus miembros y activistas en los respetables y “amarillos” medios de comunicación anglo-usamericano-israelíes, tanto en las publicaciones impresas como en las electrónicas, han sido absolutamente indispensables para perpetuar el mito de que Israel estaba luchando una guerra “defensiva”, “de la que dependía su existencia” (sic), de supervivencia contra los terroristas islámicos personificados en Hezbolá y la Resistencia nacional libanesa.
¿Fue fruto de acciones defensivas la destrucción de 15.000 hogares, hasta Beirut y más al Norte, como asegura la citada Conferencia (CPMAJO)? ¿Creen realmente todos estos ricos, inteligentes y cultos apologistas de la invasión israelí –cultivados en las universidades de Princeton, Yale, Harvard, Johns Hopkins y Chicago— que el bombardeo de hospitales, supermercados, plantas de tratamiento de aguas, iglesias y mezquitas de la zona sur de Líbano, refinerías de petróleo y plantas lecheras, industrias alimentarias y farmacéuticas de Beirut, medios de transporte, carreteras y puentes de Líbano septentrional, creen realmente, decimos, que se trataba de actos indispensables para la “supervivencia” del Estado judío? ¿No comprenden las sencillas matemáticas presentadas más arriba? ¿No comprenden las matemáticas del genocidio? ¿Acaso los banqueros inversionistas, los profesores universitarios, los dentistas y los ejércitos de rabinos doctos en talmúdicas lecturas creen que Israel es la víctima inocente de una agresión que justificó el sacrificio de más de 90% de civiles libaneses entre los muertos? Todas estas personas tan cultas tienen que saber que desde enero de 1996 hasta agosto de 2006 ha habido semanalmente incidentes a lo largo de la frontera israelo-libanesa, con acciones como incursiones israelíes, asesinato y secuestro de civiles libaneses, y lanzamiento de cohetes en ambas direcciones. ¿Desconocen todos esos magnates de Hollywood que con tanta generosidad contribuyeron a la máquina de guerra israelí, que Elliot Abrams –asesor principal del presidente Bush sobre Oriente Próximo y acérrimo defensor de la pureza judía, a la vez que estrecho colaborador con el alto mando militar israelí— dio pleno apoyo, a comienzos del verano, a un plan israelí para destruir a Hezbolá, al menos un mes antes del incidente fronterizo (cf. Seymour Hersch, The New Yorker, 21.8.2006).
Es evidente que estas élites intelectuales conocen muy bien las ansias israelíes de poder y dominación. A diferencia de los buenos alemanes de los años 40, que aseguraron que nunca ser percataron de las humeantes chimeneas o de los siniestros trenes, las imágenes de hoy de viviendas devastadas y niños asesinados eran visibles y fácilmente accesibles y fueron seguidas de informes bien difundidos elaborados por todos los grupos de derechos humanos sobre los crímenes de Israel contra la humanidad. Lo sabían, y apoyaron los crímenes de Israel antes y después del alto el fuego, y orgullosamente decidieron respaldar la guerra, las políticas y el Estado, constituyéndose en auténticos cómplices a posteriori.
Sin embargo, el lobby judío afirma que el secuestro de dos soldados por parte de Hezbolá en la frontera fue el detonador de una invasión a gran escala. Numerosas fuentes de todo el mundo incluso discuten el relato israelí del ataque transfronterizo de Hezbolá. Según la gran revista de negocios estadounidense Forbes (12.7.2006), el servicio francés de noticias AFP (12.7.2006), el respetable Asia Times (15.7.2006), y la policía libanesa, los soldados israelíes fueron capturados en el interior de Líbano, en la zona de Ai'tu Al-Chaarb, una población libanesa situada a algunos kilómetros de la frontera israelí.
Mientras el lobby israelí recoge fondos exclusivamente para los soldados y civiles judíos israelíes, Hezbolá ha iniciado un programa de reconstrucción no sectario, que abarca todas las comunidades y hogares libaneses, con independencia de sus preferencias religiosas o étnicas. La razón reside en el hecho de que la resistencia libanesa es un movimiento nacional. Contra lo que afirma la propaganda del lobby, la resistencia libanesa no es exclusivamente chií, ni siquiera solamente musulmana. La invasión de Israel ha conseguido unir a las diferentes facciones libanesas en defensa de su patria. De los 93 combatientes libaneses muertos, 20% pertenecían a organizaciones distintas de Hezbolá, aspecto que los ideólogos del lobby pro israelí prefieren ignorar, mientras defienden e impulsan la política israelí de llevar a EE UU a un ataque contra Irán, Siria y otros Estados de Oriente Próximo hostiles a las ambiciones hegemónicas de Israel
Consecuencias de la guerra israelí
Tanto en Israel como en todas las redes judías pro israelíes, el fracaso militar de Israel en su intento de derrotar y eliminar la resistencia libanesa, en particular Hezbolá, ha tenido importantes repercusiones. En Israel, el principal reproche que se hace al tándem Olmert-Peretz y al general Haluz, tanto por parte de civiles como de soldados, es que el gobierno fue muy débil, que hubo unos bombardeos insuficientes, que el número de tropas de tierra no fue suficiente y que se dio una preocupación excesiva a la cuestión de los civiles libaneses. El alto el fuego, afirman, fue prematuro y el territorio ocupado demasiado limitado. El Likud y otros partidos con representación en el Knesset (Parlamento israelí) pidieron el bombardeo de Siria e Irán.
Mientras que muchos progresistas estadounidenses e israelíes consideran la “agitación”, la “discordia” y las acerbas críticas posteriores a la guerra como algo típico del estilo bullanguero y beligerante de la democracia israelí, no prestaron la debida atención al sustrato militarista y la dirección ultraderechista de la opinión pública de Israel. La polémica en torno a “quién perdió la guerra” tiene su base en los preparativos para un nuevo ataque, más violento, a Líbano y otros adversarios de Israel.
El furor militarista se manifiesta en los brutales ataques diarios a los palestinos en Gaza y Cisjordania, donde la aviación militar israelí bombardea viviendas y las fuerzas de tierra asesinan y hieren a docenas de civiles, entre otros a escolares que arrojan piedras. Además, dicho furor se ha transmitido ya a algunas personalidades religiosas judías. El Consejo rabínico de Estados Unidos ha pedido a los militares israelíes una revisión de sus normas de actuación en situación de guerra, a la luz del uso por parte de Hezbolá de “civiles, hospitales, ambulancias, mezquitas, entre otros, como escudos humanos”, según afirmaba The Jerusalem Post (21.8.2006) El citado Consejo y la moderna organización de mujeres ortodoxas, Eminah, representan más de un millón de judíos, y piden que aumenten las víctimas civiles a fin de reducir el “riesgo” de “nuestros soldados”, en el mejor espíritu de los capellanes nazis que incitaban a la Wehrmacht a perpetrar su política de tierra calcinada durante la II Guerra Mundial. Sus correligionarios israelíes, los rabinos Eliyahu y Drori, se han hecho eco de las “delicadas críticas” del Consejo en términos más drásticos y desinhibidos: “Nuestros corruptos mandos militares, que nos dicen que nuestros soldados deben poner en peligro sus vidas para proteger las de nuestros enemigos, son la razón de que hayamos perdido esta guerra”, en palabras del amable rabino Eliyahu, que considera a todos los civiles no judíos que se oponen a la política de Israel como enemigos dignos de ser incinerados. Para no ser menos, el buen rabino Drori acusó al resto de la humanidad occidental de “antisemitas” por sentirse horrorizados ante la salvaje destrucción realizada por Israel: “Los antisemitas nos exigen que utilicemos la moral cristiana, mientras nuestros enemigos actúan como bárbaros”, (The Jerusalem Post, 21.8.2006). Aparentemente matar y mutilar a más de mil civiles libaneses, en su mayor parte mujeres y niños, no llega a satisfacer a este rabioso rabino.
Como muestra de que estos rabinos estadounidenses e israelíes no son simples casos psicopáticos aislados, tres semanas antes, un rabino llamado Dov Lior, en nombre del Yesh Council of Rabbis (que cuenta con miles de seguidores israelíes) anunciaba que “cuando nuestros enemigos sostienen con una mano a un niño y nos disparan con la otra, o cuando se disparan cohetes dirigidos a la población civil de la Tierra de Israel, con desprecio evidente de criterios morales, nos vemos obligados a actuar con arreglo a la moral judía que nos dice: “A aquél que se alce para matarte, álzate tu también y mátalo antes” The Jerusalem Post (25.8.2006). Los Hombres Santos de Tierra Santa proporcionan su bendición religiosa a los más de trescientos niños libaneses muertos y piden que en el futuro se mate un número aún mayor. Todo lo cual, dicen, se ajusta a la “moral judía”. No cabe duda de que muchos judíos estadounidenses, especialmente los progresistas, pero incluso algunos conservadores, rechazan estas bendiciones rabínicas al asesinato de niños, pero su silencio resulta clamoroso. El lobby hace oídos sordos, como conviene, a este jueguecito moral judío, aún cuando defiende la argumentación seglar “moderada” de las muertes de civiles israelíes víctimas de Hezbolá, que utiliza bebés y abuelitas libaneses como escudos para cometer sus crímenes. Así pues, tenemos un vivo debate abierto entre los rabinos estadounidenses e israelíes, y los apologistas seglares y religiosos sobre si matar a civiles y niños libaneses se basa en tácticas militares o en consideraciones ético-religiosas.
El Director Ejecutivo del American Jewish Committee, David A. Harris, añade a la mentira un repugnante añadido propagandista de parte de los sionistas estadounidenses “de izquierda”, que pretenden quitar importancia al papel del lobby judío en la consecución del apoyo total de la Casa Blanca y del Congreso a la destrucción de Líbano por parte de Israel. Al glosar la sumisión de EE UU a Israel, Harris manifiesta: “Ninguna otra nación ha estado dispuesta a definir una relación tan íntima con Israel en todas las esferas bilaterales, desde la venta de armas, la ayuda exterior y la puesta en común de inteligencia hasta la creación de una zona de libre cambio, la cooperación científica y el apoyo diplomático. Ninguna otra nación tiene la capacidad, por su tamaño y estatura, de ayudar a Israel a conseguir una paz segura y duradera (sic). En el reciente conflicto con Hezbolá, los Estados Unidos demostraron una vez más su decisión de mantenerse junto a Israel, proporcionar un apoyo vital y resistir las presiones de muchos aliados que hubieran deseado que la lucha terminara mucho antes, aunque ello hubiera supuesto dejar a Hezbolá en gran parte intacta sobre el terreno. Sea cual sea la razón fundamental, no cabe duda que los judíos estadounidenses son una parte esencial de la ecuación (de uncir EE UU a Israel). Esta es otra razón para que los judíos estadounidenses trabajen día tras día para asegurar que este vínculo, mutuamente beneficioso (sic) se mantenga y se refuerce”, (The Jerusalem Post, 21.8.2006).
Dicho de otra manera, más simple, las redes y lobbies judíos consiguieron un apoyo del 98% del Congreso a una resolución de apoyo a la invasión de Líbano por Israel, aún cuando el 54% de los votantes demócratas y el 39% de los republicanos están a favor de una política de neutralidad, opuesta al alineamiento con Israel (Encuesta Times-Bloomberg, 25 julio-1 agosto 2006, publicada en la Jewish Telegraph Agency el 15 agosto 2006). El lobby convenció, presionó y amenazó a la Casa Blanca a fin de prolongar los bombardeos terroristas israelíes, como Harris anunció orgullosamente. El lobby judío trabaja sin duda “día tras día” para garantizar que Israel pueda hacer su limpieza étnica en Palestina, lanzar bombas de cinco toneladas sobre edificios de apartamentos libaneses, derribar pueblos enteros con bulldozers y aislar a EE UU hasta de sus más cercanos aliados, a expensas del contribuyente estadounidense, de nuestros ideales democráticos y de nuestra soberanía. Y el American Jewish Committee tiene la arrogancia de decir que se trata de un “vínculo mutuamente beneficioso”. ¡Qué muestra de falta de honradez política!
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