"El Orinoco y el Magdalena se abrazarán entre canciones de selva y mis niños y tus niños, le cantarán a la paz".
Alí Primera (Canción "La Guerra del Petróleo")
La reciente celebración de los 200 años del Congreso de Angostura (15 de febrero de 1819), fecha histórica en la cual el Libertador Simón Bolívar decretó el nacimiento de la Gran Colombia, sueño del Generalísimo Francisco de Miranda (La Colombeia), evocó el origen de la nación hermana que hoy nos agrede.
El sueño de la unión del Padre de la Patria fue siempre pisoteado y el canto de los esclavos que rodeó su muerte en San Pedro Alejandrino, Santa Marta, se postergó en la herencia del Virreinato de Nueva Granada hasta la Cosiata de 1830, cuando Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez coronaron la separación entre los dos países.
El karma que conduce desde entonces las relaciones entre Colombia y Venezuela marcado por la traición, se ha revivido bajo la inspiración del odio y la muerte para sembrar con sangre nuestras fronteras, como cuando asesinaron al "Abel de América" en la selva de Berruecos, el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.
También resuenan en las páginas de la historia "Los Horcones" y los amaneceres en balcones de Bogotá, donde gracias al accionar de la heroína Manuelita Sáenz, en oscuras madrugadas, salvó de la muerte El Libertador, acechado bajo el puñal asesino de los mercenarios de Santander.
Son innumerables los capítulos de historia escritos bajo la actuación del asedio de los neogranadinos hacia la Patria de Bolívar, con intentos de magnicidio, desconocimientos de límites geográficos, asaltos, asesinatos, contrabando (gasolina, alimentos, medicinas, etc.) trata de blancas y paramilitarismo en nuestra frontera.
La saña se acrecentó con la llegada del Comandante Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana, porque ya desde la IV República quedaron registrados episodios superados como Los Monjes, La Guajira, Caño Bayonero, Corbeta Caldas, Las Coloradas y pare usted de contar.
En nuestros días, gracias a las oscuras componendas del imperialismo norteamericano y la Casa de Nariño (nombre que merece un desagravio), la oligarquía colombiana (en decadencia) se ha envalentonado; ya no utiliza la diplomacia de las damas sino la más rancia especie, de una deplorable burguesía nacida en el nefasto negocio de la droga (narco Estado) y el cual avergüenza a los propios colombianos.
La degradación a la que ha llegado el Estado colombiano es tal, que el signo de decadencia se queda pequeño y muestra un país entregado a los más oscuros intereses del imperio norteamericano, quien hoy pretende poner sus garras sobre Venezuela y utiliza el suelo neogranadino, como plataforma para una posible invasión (con sus bases militares gringas).
Las muestras de su degradación cruzan la frontera y supera la envidia que trastoca los más auténticos valores del pueblo colombiano, quien ya despierta y enarbola la bandera de la auténtica libertad, inspirados en los sueños del Padre de la Patria Simón Bolívar, más allá de su laberinto invocado por "El Gabo" García Márquez en su libro.
La destrucción de un Estado nación, como ocurre con Colombia, es un signo de una sumisión en su máximo grado y la cual hoy avergüenza a los propios colombianos.
No ha bastado la guerra de más de 60 años creada para que se destruyan internamente entre sí los colombianos (paramilitares y guerrilla). Todo gracias a un amo, quien ahora penetra hasta los tuétanos el suelo neogranadino y lo utiliza como sicario, junto a unos venezolanos vende patria, quienes intentaron agredir el pasado 23 de febrero a la República Bolivariana de Venezuela por los puentes Simón Bolívar y las Tienditas por órdenes del impostor Juan Guasón.
Son variados los oscuros intereses que se han mezclado como en un coctel o "bomba molotov", en la frontera colombo-venezolana. Los presuntos invasores a nuestro país, ya son por demás descarados.
En estos días de carnaval se han caído las caretas junto a los títeres del "Cartel de Lima" y las demás comparsas que se han derrapado tras la oligarquía santandereana, quien recluta encapuchados de la oposición venezolana que no tienen Patria y obedecen como cipayos a las órdenes del imperio, quien ahora les envía a sus jefes a darles órdenes en su propio territorio (Mike Pence).
La vergüenza se ha perdido y los más sensibles pudores que todavía quedaban en la Casa Blanca se han extraviado y navegan en el "paraíso de la droga", para ahora buscar el petróleo del subsuelo de la "Reina del Sur" y arrebatárselo a lo Jalisco, bajo la mano cómplice de Nelson Duque "El Uribito", el "Cartel de Lima" y los perritos falderos, quienes mueven la colita desde la Patria Grande.
Ha llegado la hora para que los auténticos hermanos colombianos, quienes abrazan la causa de Bolívar, coloquen en su lugar las fallidas traiciones de Santander, defiendan su honor patrio y rescaten la hermana república de las manos asesinas de quienes odian la paz y desangran el suelo neogranadino.
No conformes con asesinar a su propia gente (pasan más de 600 los líderes sociales asesinados en los departamentos y miles los colombianos enterrados en los pozos de la muerte como "La Macarena") sobre todo en las últimas gestiones de Pastrana, Uribe, Santos y Nelson Duque para vergüenza de los propios colombianos, de la América Latina y de todo el mundo.
Cuando el Orinoco y el Magdalena se abracen surgirá la verdadera paz entre las naciones hermanas, nacidas bajo la misma inspiración de la espada de Bolívar en la tierra de Angostura, hoy Ciudad Bolívar.
En los últimos días hemos visto renacer el odio encubado desde los tiempos de Santander, en una dirigencia que asesina a su pueblo y quien además, abre las puertas de su territorio al imperio norteamericano para que destruya a un pueblo hermano y ahora en la búsqueda de sus riquezas (petróleo, coltán, oro, diamantes, hierro, bauxita, etc.)…
¡Amanecerá y veremos!