En el último mes se ha puesto de moda para el gobierno de Nicolás Maduro, así como para diversas potencias del capitalismo global, el desarrollo de diferentes iniciativas de diálogo y negociación buscando supuestas salidas pacíficas y democráticas a la mega crisis que se vive en Venezuela. La oposición pitiyanki encabezada por Guaidó se ha vinculado a última hora a esas iniciativas, aunque generando mucho ruido a lo interno, sobre todo en las fracciones más recalcitrantes de la ultraderecha nacional.
Diremos en primer lugar que ambos extremos de la polarización venezolana están participando de mala fe en dicho "diálogo". El gobierno de Maduro repite a diario que la única elección posible que ellos aceptarían es el adelanto de las votaciones para Asamblea Nacional (que deberían realizarse en diciembre de 2020), mientras que simultáneamente ha ejecutado el allanamiento a la inmunidad parlamentaria de varias decenas de diputados opositores, encarcelando incluso al mismo vicepresidente de la AN, de apellido Zambrano. Ambas acciones, proponer adelanto de elecciones a la AN mientras se encarcela a una buena cantidad de sus actuales diputados, es más que una patada a cualquier mesa de negociación que pueda plantearse dentro o fuera de Venezuela. Maduro es un elefante suelto en una cristalería. Sus promesas "democráticas" las destroza incluso en el mismo discurso. No se visualiza hasta ahora la menor intención real del gobierno de llegar a algún tipo de salida pacífica y constitucional a la crisis. Su vocación reiterada es permanecer en el poder "como sea" y por tiempo indefinido, sin respetar los mecanismos democráticos consagrados en la constitución, como de hecho los ha venido violando desde 2016.
Por el lado de la oposición pitiyanki, la insistencia de Guaidó en su "cese a la usurpación y gobierno de transición", que en lenguaje llano es una invocación al golpe de estado y a la suspensión oficial de la constitución (que ya de facto la tiene suspendida Maduro), también es una clara demostración de la nula disposición a llegar a una solución pacífica y constitucional al colapso político, económico y social venezolano.
De manera que en Oslo se han reunido dos partes que ensayan discursos para engañar a propios y extraños. Ningún bando busca negociar nada. El gobierno de Maduro, como lo ha hecho siempre, busca sencillamente ganar tiempo para tratar de salir indemne de la crisis. Guaidó por su parte, participa para quitarse la presión de sus aliados europeos principalmente (recordemos que Europa no ha validado la salida golpista que ha empujado sin éxito la administración Trump).
Resaltamos que en este "diálogo" en Oslo, en Suecia, en Montevideo, y en cualquier otro sitio donde se realice en el futuro, se obvian y no han sido convocadas todas las fuerzas políticas no polarizadas, que no respaldan ni al gobierno de Maduro ni a la propuesta de Guaidó, como la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución y la Alianza por el Referéndum Consultivo.
El otro elemento resaltante de estos "diálogos" es el intervencionismo descarado de las potencias mundiales en los asuntos internos de Venezuela. Los países que han llevado la batuta en este intervencionismo son los Estados Unidos y sus países lacayos del continente americano (Grupo de Lima), seguidos de cerca por las potencias de la Unión Europea. A los que se han sumado Rusia, Cuba y China. Los primeros interesados en la salida del gobierno de Maduro, ya sea por medios violentos o pacíficos. Los segundos, manifestando su respaldo incondicional a Maduro e incluso su disposición a contribuir militarmente a enfrentar una eventual intervención extranjera en Venezuela.
Nunca en la historia, desde la Guerra de Independencia hace dos siglos, las potencias mundiales habían intervenido tan descaradamente en nuestros asuntos internos, como viene ocurriendo sobre todo desde comienzos de este año 2019. El "interés" de ambos polos globales, tanto del mundo occidental encabezado por USA como del nuevo bloque oriental que lidera China, son evidentemente los enormes recursos naturales, sobre todo petroleros y mineros, que existen en Venezuela. Tanta pasión por invocar la democracia y los derechos humanos en boca de gringos y rusos, de europeos y americanos, de chinos y cubanos, no es porque tengan el más mínimo respeto por los derechos democráticos, económicos y sociales de los venezolanos de carne y hueso que padecemos la crisis al interior de Venezuela. Son frases vacías en sus bocas, mientras en sus ojos se les dibujan los dólares del petróleo, el oro, el hierro, el aluminio, el coltán, los diamantes, el carbón y demás recursos de nuestro sagrado territorio nacional.
Cada bloque de poder mundial intenta resolver la crisis venezolana buscando colocarse en posiciones privilegiadas para la explotación a futuro de todos esos recursos naturales. En el caso de la oposición pitiyanki que lidera Guaidó, está de cajón su alineamiento total y absoluto a los dictados del capitalismo occidental, la subordinación plena a los mandados de potencias extranjeras y su entrega de la soberanía nacional por la cual tanta gente ha regado su sangre en doscientos años de vida republicana.
En el bando de Maduro y su combo, su condición de nueva burguesía se demuestra al permitir que intereses capitalistas como los de Rusia, China, Turquía e Irán intervengan abiertamente en el usufructo de nuestras riquezas mineras y petroleras, y que incluso negocien a nombre nuestro ante el imperialismo yanqui, como vienen haciéndolo Putin y Lavrov en las últimas semanas.
EN CONCLUSIÓN:
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Tal como lo ha expresado cada bando polarizado, ni Maduro ni Guaidó buscan realmente una propuesta donde puedan coincidir para darle una salida pacífica y democrática a la crisis. Por esa causa, el destino de todas las negociaciones en curso es el fracaso total.
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El intervencionismo de las potencias capitalistas mundiales lo que busca es una estabilización de la crisis en Venezuela para poder acceder más fácilmente al usufructo de nuestros recursos.
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Ante esta realidad, nuestra propuesta es continuar en la búsqueda de una salida pacífica y constitucional a la crisis, mediante la convocatoria a un referéndum consultivo (previsto constitucionalmente) que permita a todos los venezolanos decidir si desean la renovación inmediata de todos los poderes públicos, principalmente de la presidencia de la república y el poder legislativo, renovando previamente al actual CNE y contando con el acompañamiento de la ONU y países extranjeros (que para eso sí podrían servir, como supervisores de bando y bando en unas votaciones nacionales).
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En ese referéndum se podría preguntar también si el pueblo desea la inmediata disolución de la Asamblea Constituyente y la anulación de todas sus decisiones.
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En ese referéndum y en cualquier votación posterior, se tendría que garantizar el derecho a voto de todos los ciudadanos venezolanos que se encuentren en el exterior del país (sobre todo en los distintos países de América Latina y los Estados Unidos).
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Las múltiples luchas populares que a diario estallan en todos los rincones del país deben asumir la propuesta del referéndum consultivo y de nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias como salidas pacíficas y constitucionales a la crisis. La presión del pueblo en la calle es la que puede obligar a los bandos polarizados a doblegarse y aceptar cumplir la constitución y permitir que sea el pueblo, soberanamente, quien decida sobre el futuro de Venezuela.
LA CRISIS DEBE SER RESUELTA POR LOS VENEZOLANOS
NO AL INTERVENCIONISMO DE LAS POTENCIAS EXTRANJERAS
REFERÉNDUM CONSULTIVO PARA QUE EL PUEBLO DECIDA SOBERANAMENTE
NUEVO CNE Y ELECCIONES PRESIDENCIALES Y ASAMBLEA NACIONAL DE MANERA SIMULTÁNEA