Las últimas semanas han venido arrojando más evidencias a la afirmación de que el gobierno de Uribe, en la vecina y hermana nación colombiana, ha entregado, a espaldas de su pueblo, la soberanía de Colombia a los EEUU mediante convenios secretos, con la fachada pública de un “acuerdo de seguridad y cooperación” con el gobierno de Barack Obama.
La primera y más relevante evidencia son las siete bases militares colombianas entregadas para su uso a los EEUU habitadas por militares y civiles de ese país norteamericano, quienes gozan de inmunidad diplomática y comienzan a ser centros de operaciones abiertas y encubiertas, al interior de Colombia y hacia su entorno regional.
Como segunda evidencia, muy clara y distinguible de cómo va modificándose y reestructurándose el sistema de poder en Colombia, se podría mencionar la frecuente presencia de los más altos mandos militares de EEUU en territorio neogranadino, realizando chequeos, visitando localidades militares, operando con otros mandos y reuniéndose con gobernantes locales, como recientemente hicieron el Jefe del Comando Sur, general Frazer y el más alto Jefe de Operaciones Navales de la Marina de los EEUU, Gary Roughead, quienes se interesaron poco en visitar y conocer las opiniones del presidente Álvaro Uribe.
Una tercera evidencia es el papel que actores de segunda línea en el mando gubernamental de esa nación vienen desempeñando ante la opinión pública mundial y en particular en la región, lo cual hace pensar que reciben instrucciones no precisamente de la Casa de Nariño, la cual apenas se menciona en las noticias de los diarios, y que es un síntoma nítido de que el poder real en Colombia se ha desplazado, desde Bogotá hacia otro de los siete sitios en que operan los altos mandos militares estadounidenses. La caída de la popularidad -según Gallup- de Álvaro Uribe tiene varios factores en su origen y no sólo el que señala la encuestadora.
La cuarta evidencia puede encontrarse en las temáticas, las líneas argumentales y el enfoque que los actores de segunda línea como el Vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, o el Jefe de las Fuerzas Armadas, general Padilla, tienen como agenda y como estilo de declarativo, a base de falsedades, medias mentiras, conjeturas increíbles pero comunicables, tales y como las utilizadas por Santos en la reunión de MERCOSUR en Montevideo contra Venezuela o las empleadas por el comandante de las Fuerzas Militares de Colombia, general Freddy Padilla de León.
El alto jefe militar colombiano dirigió sus declaraciones para vincular a Venezuela con las FARC, con frases cínicas y aparentemente cargadas de sentimientos humanos en torno a una supuesta carta del actual jefe de las FARC, escondiendo tras esas frases los años que Padilla ha tenido vinculado a muertes de civiles en batallas desiguales y masacres de poblados completos, cuando ostentaba otros cargos dentro del ejército colombiano que sí lo pueden convertir en cómplice “de las violaciones a los principios humanísticos y del Derecho Internacional Humanitario” y no quienes usan los foros y las conferencias públicas para la pacífica “batalla de ideas”.
Cuando estos acontecimientos ocurren en un mismo país y al mismo tiempo, se está en presencia de una situación anómala de una nación supuestamente libre e independiente, sin dudas.
Tal situación ha sido llamada “la anexión de Colombia a Estados Unidos”, mediante la alerta lanzada por el Comandante Fidel cuando conoció la materialización de los planes de EEUU en el país de su gran amigo García Márquez.
Para el ciudadano o ciudadana colombiana, incrédulos y mediatizados, todo transcurre “como siempre”; la vida en las ciudades sigue al mismo ritmo intenso de siempre; los corruptos están por donde quiera; se fugan todas las divisas y no ocurre nada; siguen los desplazados buscando refugio; los diputados y senadores discuten y debaten y no se mejora al país; la violencia aparece en todos los espacios pero allí siguen estando inermes las cordilleras de Medellin, de Cali o de Bogotá; escuchan a los comentaristas de radio y televisión decir que Venezuela está agrediendo a Colombia y lo comienzan a creer, sin exigir pruebas ni evidencias o contrastarlo con todo lo que Colombia ha conseguido de Venezuela desde que gobierna el Comandante Chávez; ni tampoco escuchar a sus cinco millones de compatriotas que viven en la Venezuela pacífica y con educación y salud gratuitas, y mucho menos, sin analizar cómo las riquezas del país se esfuman y se escapan hacia los bancos de Miami o de Europa.
Lo más lamentable de todo es que no perciben cómo ya Colombia dejó de ser soberana y sus gobernantes prefieren ser voceros de EEUU que asumir posiciones dignas de hermandad con los venezolanos.
Según expresó el Vicepresidente Santos, en la Cumbre MERCOSUR de Montevideo, “Venezuela mantiene un embargo comercial contra Colombia”, y dejó entrever que lo menos que él conoce es de derecho internacional público o privado. ¿Qué bienes ha embargado Venezuela a Colombia? ¿O Santos se refiere a los alijos de drogas que Venezuela ha capturado y decomisado provenientes de Colombia? “Podemos superar las diferencias sobre una base de respeto mutuo y la seguridad de que el acuerdo con Estados Unidos jamás será utilizado para ninguna acción contra ningún país del continente”, afirmó Santos, pero ¿quién le puede creer a él? si este asunto se ha presentado por las propias fuerzas armadas de EEUU a su congreso como de interés estratégico para operar sobre todo el hemisferio.
Tal actuación sólo la lleva a cabo un subordinado bajo las órdenes de un mando, como ocurre entre el gobierno de EEUU y los gobernantes neogranadinos, y por lo cual, estos no experimentan ningún tipo de vergüenza al decir las cosas que lo mandan a decir. “Donde manda capitán, no manda marinero” reza el dicho popular por esas tierras de Barranquilla y Cartagena.
Además, las declaraciones de Santos en MERCOSUR revelan lo poco que le interesa a Colombia y mucho menos a EEUU de que MERCOSUR avance. Un Vicepresidente frente a Presidentes criticando a Venezuela por comprarles más a los países que representan esos presidentes, es una aberración diplomática de Santos, lo cual demuestra el interés nefasto de perjudicar las relaciones con Venezuela y el desinterés por mantener relaciones amistosas con Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
Por ello, las declaraciones de Santos en Montevideo son expresiones cínicas pues menosprecian todo el esfuerzo de más de diez años que ha hecho el gobierno del presidente Chávez para que inmensos recursos económicos de Venezuela hayan estimulado la economía colombiana.
En más de cinco veces se incrementaron las ventas de Colombia a Venezuela gracias a la voluntad y los recursos financieros del gobierno de Venezuela, y sin embargo, el gobierno de Álvaro Uribe acaba de firmar un acuerdo militar con EEUU, cuando él sabe lo dañino que es ese instrumento jurídico para las relaciones armoniosas y pacíficas con los países de la región y sobre todo para los países limítrofes como Venezuela, Ecuador y Brasil.
Por tales razones, los analistas encuentran en las declaraciones de Santos las mismas líneas argumentales que emplean los EEUU para agredir a otros países. Llámense “armas de destrucción masivas”, “embargo” o “fabricación de armas nucleares”, es igual, todos han sido o son, motivos artificiales para llevar a cabo futuras acciones de guerra contra quienes quieren la paz.
¿Será el cinismo un estilo utilitario y perdurable del “smart power” que para recibir un premio por la paz menciona “la guerra justa” y las “lamentables muertes” en una guerra que es de agresión y ocupación?
wongmaestre@gmail.com
barometrointernacional@gmail.com