El 14 N ha entrado en la historia de los grandes combates del movimiento obrero internacional. Es la primera huelga simultánea que se desarrolla desde que existe la Unión Europea. Millones de trabajadores y ciudadanos agobiados por las políticas del capital financiero dejaron sus puestos de trabajo y salieron a las calles, acompañados por estudiantes, desocupados, desahuciados y otros perjudicados por la crisis. Hoy, 21 de noviembre, es muy pronto para hacer un balance acabado e identificar las perspectivas que este hecho abre. Sin embargo no es exagerado decir que se ha puesto a andar una formidable fuerza social que hace temblar a los responsables de la más descarada estafa de las últimas décadas. Otra vez como siempre, en las grandes encrucijadas de la historia, el Viejo Mundo se prepara para ser escenario de enormes confrontaciones sociales y políticas.
Una fuerza imparable
En 87 grandes ciudades de 23 países de Europa se hizo sentir de distintas maneras la huelga general convocada para el 14 N por el CES . Los principales escenarios de esta verdadera confrontación contra el capital fueron España, Portugal, Italia, Grecia y Chipre. Ocupando un lugar especial en las movilizaciones Francia y Bélgica. También hubo manifestaciones, asambleas y paros parciales en Alemania. Las manifestaciones convocadas para la tarde de finalización de la acción directa fueron enormes: en el Estado Español dos millones y medio de personas se volcaron a las calles, mientras que en Portugal fueron centenares de miles y en Grecia decena de miles coronaron una semana de huelgas generales y parciales y movilizaciones diarias. La contundencia de la medida se puede encontrar en las palabras del Presidente del Banco Central Europeo, pronunciadas en la tarde del 14 cuando afirma que: “Rajoy está haciendo las cosas bien, no serán necesarias nuevas medidas de austeridad”, pretendiendo desarmar una bomba de tiempo que ya está en cuenta regresiva.
La contundencia de esta medida no es sorpresiva, está montada en un proceso de rebelión que se viene desarrollando en los últimos cuatro años especialmente en el Sur de Europa. Los grandes movimientos de indignados en España, las 17 huelgas generales en Grecia, las 4 huelgas generales en Portugal y los primeros ensayos de movilizaciones simultáneas en varios países, son el antecedente donde hay que buscar el hilo rojo de esta poderosa reacción del movimiento de masas. Cada uno de estos fenómenos sociales se alimenta de las luchas nacionales y a la vez estimula el movimiento general. Lo que ha sucedido el 14 N es que el conjunto de luchas nacionales y expresiones parciales de la resistencia al ajuste se han articulado cuestionando al poder político y económico a nivel continental. Se produjo un quiebre, se rompió el aislamiento, empieza un nuevo capítulo en la pelea contra la Troika.
Los peligros que enfrenta el movimiento
El éxito del 14 N demostró que hay condiciones de sobra para una lucha europea contra la austeridad y la Troika. Sin embargo ese éxito no puede ocultar los peligros que el movimiento enfrenta. Hay muchas preguntas que merecen respuesta: ¿Por qué se demoró tanto para la convocatoria a la huelga europea? ¿Por qué no hay un plan de acción continúo debatido entre todos los actores sociales y políticos que enfrentan a la austeridad? ¿Por qué luego del éxito de la huelga no hay medidas inmediatas y comunes de lucha? En las respuestas a estas preguntas están las claves del desarrollo futuro del proceso.
El 14 N ha invertido la tendencia a la crisis de representatividad de las direcciones sindicales. La vieja práctica de las cúpulas de las centrales, práctica cuestionable sin dudas, de encarar solo luchas parciales y reivindicativas específicas, por salarios o condiciones laborales, hace parte de una situación que ya no existe. Si los dirigentes sindicales continúan con las viejas prácticas en una situación nueva, no sólo se revertirá su recientemente recuperada capacidad de movilización, lo peor es que se corre el peligro de debilitar al movimiento en su conjunto. La solución vendrá desde las bases del movimiento, exigiendo, organizando y de ser necesario superando los límites que la vieja dirigencia pretenda imponer. Lograr ese objetivo es tarea de los activos miembros de los movimientos sociales y políticos que han leído correctamente la nueva situación.
El ejemplo de Grecia: Una nueva izquierda para el viejo mundo
Al mismo tiempo que tiemblan las calles y las viejas estructuras del poder, se están construyendo alternativas. El ejemplo es Grecia. Allí Syriza es capaz de presentarse como una alternativa política al sistema de dominación socialdemócrata o de la derecha tradicional. Leer acertadamente este proceso es lo que dará, al ascenso de masas que vive todo el sur del continente, la posibilidad de construir una salida política.
De la misma manera que no se puede responder con fórmulas del pasado a las necesidades actuales de la lucha de masas, tampoco es posible buscar viejas respuestas políticas para la nueva etapa. Grecia muestra que es necesario que surjan nuevas herramientas políticas de izquierda, democráticas, plurales con un programa anticapitalista que sean capaces de disputar, con propuestas correctas, la cabeza del movimiento que está en la lucha.
Este debate se está realizando en toda la izquierda radical europea. Encontrar el camino para resolverlo es una tarea urgente. El silencio que pretende imponer el capital financiero y sus gobiernos ha encontrado un límite firme en el 14 N. Ese límite que se expresa en las calles puede y debe convertirse en nuevos instrumentos en el terreno político. El viejo mundo necesita una nueva izquierda que haga escuchar en todo el continente la voz de los oprimidos. Necesita que haga escuchar el grito que surge de sus entrañas.
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