Hay que distinguir las opiniones movidas por una real preocupación ante los movimientos realizados por nuestra vecina Guyana, de aquellas que solo pretenden aprovecharse del incidente para darle continuidad a una agenda golpista.
Nada fácil, por cierto, en medio de un debate tan encrespado, dominado por posiciones extremas. Sin embargo hay que hacerlo, aun en medio de tanta crispación, quizás precisamente por ella. Razón de más para que nos esforcemos en construir espacios comunes. Nada más indicado para hacerlo que los intereses soberanos del país.
Los temas limítrofes siempre han significado un asunto delicado. En innumerables ocasiones se han utilizado para remover sensibilidades dentro de las Fuerzas Armadas. En el pasado, cada discusión limítrofe, estaba acompañada de sus respectivos “Ruidos de Sables”.
La reclamación que nuestro país ha hecho ante el despojo de parte de nuestro territorio por el Imperio Británico, mueve de sobra nuestro sentido patriótico. No obstante, luego de declarada la Independencia de Guyana, el litigio tomaba otro cariz. Ahora no discutíamos con un Imperio arrogante y colonizador, sino con una pequeña Nación, empobrecida y débil. Nos guste o no, esta realidad otorga un nuevo sentido a la discusión.
En muy pocas ocasiones, que se sepa, ha estado planteado el escenario de una intervención militar; al contrario, hemos reiterado la disposición a un arreglo pacífico de la controversia. Siendo así, será a través de una negociación, lo cual implica mucha paciencia de parte nuestra pues, en fin de cuentas, para nuestra contraparte significa poner en juego más de la mitad de su territorio.
Ahora en América del Sur se realizan esfuerzos por alcanzar una efectiva integración política a través de la creación de UNASUR. No resultaría extraño, por tanto, que se revivieran conflictos de límites entre varios países de la región. Sería una manera muy efectiva de echar por tierra los intentos de unificación. Por ejemplo, el conflicto entre Venezuela y Colombia, y entre esta y Ecuador, constituían torpedos en la línea de Flotación de la recién creada Unión de Naciones del Sur, en la cual, por cierto, no está incluida Los Estados Unidos.
Pero también a lo interno estos temas son manejados para viabilizar salidas militaristas. Nada más conmovedor para cualquier soldado que la defensa de los intereses de La Patria, esa es una de sus razones más importante de existencia.
Acá es donde llama la atención los recientes ataques de patriotismo expresadas por algunas voces de la oposición. Desde los que claman en las redes sociales por una intervención militar, hasta los que critican la tibieza de la declaración oficial en torno a la petición Guyanesa.
Nada de esto es gratuito y mucho menos desconectado. Desde lejos se le ven las costuras a los movimientos que realiza el mundo opositor dentro y fuera del país. Pero tienen una gran debilidad: ¿Cómo aceptar de manera legítima preocupaciones por el tema en gente que de manera insistente han preferido actuar como cónsules, ayer de Uribe y siempre de los halcones en el Departamento de Estado Norteamericano?
Sin duda, es una magnífica oportunidad para que la oposición, dispuesta a participar en las próximas elecciones, se desmarque de sectores que privilegian la agenda golpista.
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