En la política colombiana - con la excepción de Simón Bolívar - desde Francisco de Paula Santander hasta los presidentes de la oligarquía; (Herrán, Melo, Mosquera, Obando, Ospina, Hurtado, Holguín, Restrepo, Santos, Lleras, Rojas, Pastrana, Turbay, Betancur, Samper, Uribe y ahora J.M. Santos, entre otros), todos han sido un fruto bien apetecido - con raras excepciones - por el imperio norteamericano.
Su accionar entre las guerras internas más largas que se conozcan en la historia de Latinoamérica, luego de la Independencia, ha sido orientado por claros intereses capitalistas los cuales han llevado al vecino país a una lucha fratricida - más que de clases - la cual se ha manifestado con explosiones sociales, como el recordado "Bogotazo" de abril de 1948 que desembocó en la muerte de Jorge Eliécer Gaitán.
Desde estos avatares - que sólo son una pincelada en el devenir histórico de Colombia - su mapa ha estado marcado por el surgimiento de guerrillas; desde las lideradas por el célebre "Marulanda" y también por el padre Camilo Torres, hasta las de Tiro Fijo, Raúl Reyes, Mono Jojoy, Iván Ríos, Alfonso Cano y tantos otros; así como por la de grupos paramilitares, (Convivir, urabeños, rastrojos, águilas negras, etc.); que si bien, tuvieron su esplendor con Uribe Vélez, nacieron desde sus orígenes en el Departamento de Antioquia, como autodefensas de los terratenientes o de lo que es lo mismo, en el seno de la oligarquía colombiana.
El punto es que en las últimas décadas, con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, (1998) la relación entre los dos países comenzó a cambiar. Su dinámica, tradicionalmente impulsada por los negocios normales entre dos países vecinos, trascendió más allá de lo normal y adquirió otro ritmo, el cual trasciende los linderos de la diplomacia; sobre todo, desde la llegada a la presidencia de Colombia de Álvaro Uribe Vélez, quien dijo: "me faltó tiempo para atacar a Venezuela".
Este maléfico personaje - al cual ya lo acosan hasta sus propios paisanos en el Congreso - más allá de las diferencias con su contrincante el Presidente Juan Manuel Santos, hoy le han impuesto otro estilo a las relaciones, (a pesar de su alianza del Atlántico) las cuales representan una estrategia que no es nueva por parte de la oligarquía colombiana hacia nuestro país.
El asunto es que parodiando al Presidente Chávez: "la paz de Colombia es la paz de Venezuela" y este es el mayor reto que hoy enfrenta el pueblo colombiano.
Más allá del juego que hoy pudieran ofrecer, en el escenario político colombiano el senador Uribe y el Presidente Santos, está es una manera particular de hacer política la cual para nadie es un secreto, "goza de cierta hipocresía"; como lo calificara recientemente el dirigente de las colombianas y colombianos residentes en Venezuela, Juan Carlos Tanus.
La verdad es que no existen diferencias de fondo entre el Presidente Santos y el ex presidente Uribe; porque en ellos las comparten y sus diferencias son sólo de matices y proceden desde sus propios orígenes. Juan Manuel Santos es un oligarca de cuna y Álvaro Uribe es un advenedizo, llevado al poder gracias al dinero de sus amigos de Medellín. Es decir, es un producto del negocio del narcotráfico y del paramilitarismo, al cual hoy tratan de acorralar sus enemigos en la propia Colombia.
El asunto es que Venezuela y Colombia, países hermanos, están condenados a vivir su propio destino. Sus pueblos han puesto en las manos de sus líderes la búsqueda de un camino, de un sendero para encontrar el verdadero sistema político para favorecer a las grandes mayorías de su población.
Dos estilos están hoy en disputa: capitalismo o socialismo. Este es el sello que han marcado los discursos de los presidentes, quienes en las últimas horas han mostrado sus diferencias en la "gran manzana", New York y en los auditorios de la ONU; donde cada uno mostró su verdadero rostro, sin complejos al imperio y ante las naciones del mundo.
Nicolás Maduro, cumple el legado del Comandante Chávez, continua con la Revolución Bolivariana en la búsqueda de un trato justo y respetuoso para Venezuela en el marco de las relaciones con el Estado norteamericano, dentro de un mundo en paz y sin recalentamiento global.
Por su parte, Juan Manuel Santos sigue su coqueteo con el imperio y quiere estar bien con Dios y con el Diablo, para así garantizar el éxito de los negocios capitalistas en su país, al margen de lo que él llama "Castrochavismo", modelo que si le ha servido para negociar una paz definitiva para Colombia, actualmente en negociación en Cuba y que le permitió ganar la reelección.
En resumen, la política colombiana es de doble rasero; enmudece cuando se habla del contrabando hacia Venezuela y tartamudea, cuando se le abren las puertas en La Habana para buscar la paz con la guerrilla de la FARC.
Santos sigue como siempre, complaciente con el imperio; el mismo que tiene en la lista negra a Uribe, pero le agradece también a Santos su silencio cómplice, por la presencia del ejército de los Estados Unidos (cuando era ministro de la Defensa) en las siete bases militares norteamericanas en el suelo colombiano.
Es por ello que Juan Manuel Santos, el mismo que hace la guerra mediática a través de "El Tiempo" de Bogotá, expresa a viva voz en New York y en perfecto inglés: "Agradezco esta oportunidad para decir a los inversores que no estoy dando el país a las Farc o que vaya a hacer "castrochavismo".
"Eso no va a pasar" - dijo el mandatario colombiano a las agencias internacionales de noticias - sin que nadie se lo estuviera preguntando - y agregó: "No estamos negociando nuestras instituciones políticas, ni estamos negociando nuestro modelo económico, ni estamos negociando la propiedad privada. Nadie va a ser expropiado". ¿Con quién se estaría comparando?
El pueblo colombiano, cansado de promesas, espera la paz y una verdadera política social que le atienda y resuelva los problemas a más de un 80 por ciento de los excluidos, en los campos y en las grandes ciudades del vecino país, donde acusan pobreza crítica. La guerrilla de Colombia no surgió por casualidad, ni se chupa el dedo en Cuba, conoce a profundidad la realidad de su país.
En la Patria de Bolívar, por su parte, deseamos lo mejor para Colombia. Como lo dijo el Comandante Hugo Chávez Frías y lo repetimos: "la paz de Colombia es la paz de Venezuela"… ¡Amanecerá y veremos!