-En la tierra de Fidel y Martí-

Reclamo respeto al personal del hospital Fructuoso Rodríguez

Cada vez que escucho a nuestro presidente Nicolás Maduro Moros, referirse -con el afecto que le caracteriza- a los cubanos y su muy humana condición de prestar auxilio médico a los venezolanos, no dejo de sentir tristeza, que luego de convierte en impotencia y rabia para terminar en una gran pena, por la certeza de que lo engañan, lo que me ocurrió, pude ver y vivir durante dos meses en la tierra de Fidel y Martí, me obligan a considerarlo como una prueba del engaño y me anima a llamarlos cubanos: antipáticos, prepotentes, escandalosos, chismosos y miedosos. Al menos los que conocí en el hospital ortopédico Fructuoso Rodríguez, médicos y la jefa de enfermeras del también H. ortopédico Frank País

Después de un día completo en el aeropuerto de Maiquetía, pasando todo tipo de incomodidades, (sobre este particular me propongo hacer otro artículo) al fin llegamos al aeropuerto José Martí de Cuba y a las 12,30am del sábado 13 de mayo de 2017.

Aproximadamente media hora después de entrar al Hospital Fructuoso Rodríguez, 2,45 de la madrugada, llego a la habitación uno de los especialistas, muy amable y hasta simpático me pregunto qué me había ocurrido y por qué estaba en Cuba, le conté todo lo que me había sucedido, mientras hablaba, él leía con atención los informes que lleve de Venezuela y veía las radiografías. Al final de este examen inicial me encanto su aseveración y palabras de aliento "duerme tranquila mujer, que eso te lo arreglamos aquí" me dijo y salió del cuarto, pero antes explico que otro médico haría la historia y al ratico, no pasaron más de 15 minutos, llego otro médico, tan atento y simpático como el primero, para hacer la historia.

A las 7am vino uno enfermera a tomar muestra de sangre y luego la chica del banco de sangre hizo lo mismo. De tal manera que en ese momento me convenció la publicidad acerca de la humanidad y pericia en materia de salud de los hermanos cubanos. Lástima que esta apreciación duro muy poco. En los 15 días que estuve en área de turismo del hospital Fructuoso Rodríguez, ocurrieron muchas cosas que nada tienen que ver con humanidad ni menos con salud y tengo la obligación y responsabilidad de relatarlos.

Los personajes: enfermeras y enfermeros, camillero, cocinera y cocinero y la señora de mantenimiento, (cubana de pueblo pero,…anti fidelista) pasan el día cada una en sus labores pero con el chisme por delante incluyendo, de manera especial, a la doctora jefa de la parte turística, porque alienta la política del chisme.

En los 15 días que estuve en el Fructuoso Rodríguez, entro unas seis veces a la habitación donde fui ubicada, siempre para deslindar un chisme: que la enfermera dijo que usted se paso el medicamento muy rápido; que dijo el camillero (pepe) que usted lo miro feo y le hablo duro cuando "gentilmente" le había pedido que no se parara en la escalera mientras estaba sola porque podía caerse y luego lo responsabilizaban a él; que el radiólogo se quejo porque usted no permitía ayuda para montarla en la camilla y hacer las RX; que dice la jefa de enfermeras, que usted está usando dos cuñas (el pato para nosotras, donde se recoge orine) cuando corresponde una por cuarto; llevan solo cuatro días en el hospital y ya tengo un gran cumulo de quejas en relación con su comportamiento, incluyendo su acompañante que pide irse por el mal trato suyo.

"Quiero que sepa que si ella se va usted también deberá partir porque no aceptamos pacientes sin su respectivo acompañante", dijo la doctora con su vocecita de pollo ronco y una vetusta expresión. Lo que no se imagino –digo yo- es que con cada reproche estúpido que hacia bloqueaba mis afectos con la cubanidad

Los pacientes: un chico de Maracay, que sufrió un accidente de moto y al final debieron amputarle parte de la pierna, le acompañaba su mama; una pareja de margariteños que estaban casi listos para salir del hospital cuando el hombre tuvo un accidente (me dijeron que fue un mal manejo por parte de quienes lo llevaron "personal cubano") al buscar unas botas que deberá usar en lo adelante; una mujer joven con su hijito a quien debían operarlo para alargarle el tendón de una de sus piernas (todos pacientes del convenio Cuba Venezuela y muy temerosos por tanto chismes, rumores y toda una gama de amedrentamientos que se dan allí) y yo, que me hice acompañar por una 5ta columna que se ocupo en solo 4 días de mal ponerme con los pacientes y el personal del hospital, diciéndoles que yo la maltrataba mucho de palabra, que no éramos familia y que solamente tenía dos semanas cuidándome en Maracay Venezuela. Por supuesto, que el cuento era otro, resulta que el hospital le pareció una cárcel y Cuba un fin de mundo, que no le permitía comunicarse con su marido todos los días como había pensado

Además estuvieron como pacientes un italiano casado con una cubana, quien doblado y casi llorando de dolor, le operaron de la columna y a los tres días estaba listo y sonriente para irse de alta, otro paciente que no tuve tiempo de conocer porque entro y salió en día y medio. Los dos últimos pagaron de contado por ello fueron atendidos con tanta rapidez. No sé porque pero cualquier parecido con nuestra realidad es solo casualidad. Hubo momentos en los cuales me pregunte ¿será que no estamos enviando el petróleo a Cuba? Porque hasta donde yo sé, es de esta fuente de donde se nutre el convenio Cuba-Venezuela.

Al quinto día de estar en el hospital, discutía con la chica que me acompaño (a quien presente como sobrina política de mi hermana) tesis que ella se encargó de echar por tierra al día siguiente de llegar a Cuba y percatarse que el hospital era casi una prisión, sin posibilidades de comunicarse con Venezuela (con la frecuencia que pensamos) ni con el marido que dejo aquí.

En ese momento entró al cuarto la jefa de enfermeras una viejita cascarrabias, con un personaje calvo y gritón (como la mayoría de los cubanos) y con una prepotencia inaguantable, presentado como el especialista? comenzó por decirme, sin mediar ninguna humildad, que mis huesos eran muy viejos, lo cual no garantizaba el éxito de una intervención quirúrgica. Mientras tanto yo mordía mi impotencia (por no haber terminado mi discusión con la 5ta columna y además por los improperios que escuchaba del especialista cubano) continué jugando con un chicle que tenía en la boca en ese momento, necesitaba mostrarme antipática para que viera el especialista que me importaba bien poco lo que gritaba, se me salió el caribe mezclado con mi afrodecencia, una guará de vaina no le di su coscorrón al calvo.

¿Quiere decir que debo quedarme condenada a la silla de ruedas?, le pregunte y respondió no, ya conseguiremos una solución para su caso. Entonces? (me dieron ganas de decirle) Al final de su gritadera quería que le dijera si estaba de acuerdo con cambiar de médico y respondí ¡de repente! Se molesto mucho con mi respuesta e insistía que debía decir sí o no. Debía ser blanco o negro, nada de grises.

Salió del cuarto (al cual no regreso jamás) con una arrechera madre y yo tranquila porque no había logrado torcer mi brazo. Sin embargo, un rato después me percate: craso error el mío, ponerme a discutir con el médico que debía operarme. Estoy convencida que esa discusión mas el trabajo de la 5ta columna, trazo mi paso por el servicio de traumatología de Cuba e impidió que fuera operada y ni siquiera se molestaron en enseñarme a usar un caliper ( un mostrenco de metal y correas que va de la cadera al pie, con el que supuestamente debo caminar) menos aún buscar la prótesis que requería, la cual no había en los hospitales Fructuoso Rodríguez ni en el Frank País, donde fui trasladada una semana después, a solo tres días que la 5ta columna regresara a Venezuela y llegara mi querido sobrino Eduardo, como verdadero acompañante.

El sol de Venezuela nace en el Esequibo……..nace en el Esequibo

La autora es: Periodista

nelida.arrechedera@gmail.com



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Nelida Arrechedera


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