Los últimos síntomas de la guerra económica que practican los grupos empresariales son aumento crítico de la escasez y de precios obscenos. No necesariamente, como generalmente vaticinan los “expertos económicos”, el segundo fenómeno aparece asociado al primero. Es decir, el asunto no atiende, y no vamos a decir estrictamente, a la sacrosanta “Ley de oferta y la demanda”, principio del catecismo de las escuelas capitalistas, pues hay muestras que el segundo obedece a la simple lógica, principio y fin del capital, vaciarle el bolsillo a los trabajadores para acumular más y más.
Ayer, un viejo amigo, me comentó que las empresas productoras de cerveza, hielo y refresco, al comenzar la semana, en la recta final de la campaña electoral e inicio de la navidad, aplicaron un aumento superior al 30 por ciento a sus productos. Los huevos, pese lo anunciado por el gobierno y las prebendas dadas a los productores, como la exoneración del pago del impuesto sobre la renta y el subsidio de más de 250 bolívares por cada cartón y las declaraciones de la representación de ese sector avícola de su conformidad y disposición a aceptar la regulación que tasa la mercancía en 420 bolívares, siguen siendo vendidos a precios especulativos y en subida. Ayer, un familiar que reside en Caracas, allá mismo, donde está el Palacio de Miraflores y muy cerca del vicepresidente Arreaza, me comentó que el cartón o docena y media de “posturas de gallina”, sólo se consigue a 1.500 bolívares.
No hablaremos de otras cosas como el cerdo, la carnederes, pollo, gallina, etc, porque aparte de lo largo que tendríamos que escribir, el ciudadano sabe la historia. La guerra empresarial, hasta por encima de lo acordado con el gobierno, continúa incesante. Esta guerra que asociamos a las elecciones venideras, la salida del gobierno, que en fin de cuenta la derecha aplica para ponerle mano a las riquezas del país y en particular a la renta petrolera, no va a cesar al margen del mandato de las urnas. Ella va a continuar porque sería insensato creer que EEUU y el capital nacional e internacional, le importa algo la opinión de los venezolanos. Es más, en el supuesto que la derecha salga victoriosa, considerará que su táctica, la de la guerra económica, habrá que profundizarla porque la valorará exitosa y debe servirle para tumbar o salir del gobierno. Se trata de arrodillarnos a todos, gobierno y simples consumidores no dispuestos, lo que es muy natural, a morir de hambre o matarnos entre nosotros por el único bollo de pan.
Por el contrario, si la derecha pierde, no cejará en su empeño y como todas las armas son útiles y ésta de la guerra económica dio resultados políticos en Chile y ha causado descontento en Venezuela, no ve motivos para suspenderla. Además, siendo el capital el mayor aliado de la derecha y habiendo sido beneficiado en descomunal medida en todo este tiempo, pues la especulación y sobreprecio les ha permitido acumular con velocidad superior que en condiciones normales, no hay motivos para pensar que cambien de actitud de manera espontánea y hasta unilateral.
Pero los corruptos, dentro o fuera de la estructura gubernamental, tampoco tienen motivos para cambiar de actitud. Es propicia la oportunidad para comentar como la oferta de vender teléfonos celulares de nueva generación a través de la empresa estatal, hecha por el presidente Maduro y que según se haría a partir del finalizado el mes de noviembre, no se ha hecho efectiva y al respecto uno escucha comentarios tristes. Ya en la calle, se topa uno con gente, vendiendo los perniles adquiridos en abastos del Estado a precio subsidiado, al mismo de lo que algunos suelen llamar “mercado capitalista” o especulativo. Así mismo, quienes adquieren a través de cooperativas cauchos o baterías a bajísimo precio, hacen lo aquellos con la carne de cerdo.
Es decir, la “lógica capitalista”, que ha generado esa especie que solemos llamar bachaquero, se suma a la guerra económica de los grandes, medianos empresarios y la clase política de la derecha contra los consumidores, especie que conforman el pueblo todo, lo que envuelve a trabajadores y clases medias. Guerra que no perdona a nadie, sobre todo a los más viejos, impedidos de hacer cola, porque las que ellos deben formar ya de por sí son largas, porque en este país desde años atrás subió la expectativa de vida y porque pese a lo dispuesto cuando Chávez, por la desesperación y el egoísmo, son pocos quienes se conduelen de esa “tercera edad”. Pero por esa misma “lógica”, funcionarios altos, medios y hasta de bajo nivel, también se ponen del bando que guerrea contra los consumidores.
Si la derecha gana, entonces profundizará su guerra hasta deshacerse del gobierno y continuar haciéndola contra el pueblo, en ese caso desde el mismo Miraflores. Eso no va cambiar por lo que digan las urnas.
Si gana el gobierno, por razones políticas, la estrategia internacional de apropiarse de nuestro petróleo y todas las riquezas que poseemos, como esa no material que implica el sentimiento de soberanía y libertad, para lo que se requiere deshacerse del chavismo, la derecha y el imperialismo continuarán la guerra por distintas vías sin cejar en esta de la guerra económica.
Lo anterior plantea al proceso revolucionario todo, al chavismo y hasta más allá del chavismo, la obligatoriedad de llegar a acuerdos para el diseño de una política que genere un estado de cosas indestructible e irreversible. Eso significa, entre tantas cosas, pasar de las palabras a los hechos. Más que seguir con la cantaleta que debemos romper con la atadura del rentismo petrolero, como anoche mismo predicaba el presidente Maduro, diseñar y crear una estructura productiva que nos haga consumidores de lo que producimos y nos convierta en productores de todo cuanto sea posible, partiendo del ingreso petrolero para enterrar el despotismo y la corruptela que él ha implicado por largas décadas. Pero eso no significa que profundizar el proceso bolivariano que soñó Chávez, no sólo es derrotar la corrupción, dejar de mirarla si no con complicidad con indulgencia, tampoco es hacer de la dádiva la táctica de la liberación. Un hombre, comunidad, pueblo, nación serán libres cuando hayan alcanzado la capacidad de utilizar sus recursos materiales y humanos para construir las bases para ello.
Esta tarea es común a todos las revolucionarios y la que demanda con urgencia Venezuela para derrotar la guerra económica, la perversa lógica del capital, el egoísmo y la división entre la gente de buena fe.
Por eso, la etapa posterior al 6D, al margen de lo que suceda ese día, la demanda popular es unidad de los revolucionarios, unidad para discutir y llegar a acuerdos nobles. Enterrar el sectarismo y la creencia de sentirse obligado a proteger por lo “que sea y como sea” a quienes forman parte de círculos que ya se agotaron. Unir, encontrarse entre la diversidad, ser tolerante y darle cauce a la crítica sana constructiva y hasta revolucionaria. Habría llegado el momento de hacer para obligar a retroceder a quienes nos hacen la guerra y construir una economía nueva que de verdad “nos haga una potencia”.