Hablar de la alimentación no es cosa fácil. No es cosa fácil ya que este es el hecho último de una cadena extensa, compleja y con actores en condiciones siempre desiguales. No es posible extenderse en este intento y explicar con detalles todos los elementos que interactúan en la cadena productiva de los alimentos que finalmente comemos. Lo que si es preciso, es manejar algunos detalles, cifras y estadísticas que nos arrojan los estudios dedicados a ese campo. Creo que esos elementos, poco conocidos pero siempre experimentados por todos, podrán darnos un bosquejo de la magnitud del problema de la alimentación y así, poder trascender algunos hechos que, quizás, son hasta aislados de una realidad que apena y da tristeza.
En Venezuela hoy se debate extensamente sobre lo sucedido con las 70 mil toneladas de alimentos que fueron encontrados hace unos días atrás en Puerto Cabello, Estado Carabobo. 70 mil toneladas que, ciertamente, equivalen a una suma considerable de dinero, muchas horas de trabajo y, lo más importante, miles de cientos platos de comida en los hogares venezolanos. Es una pena lo ocurrido, eso no se debate, no se discute. Ahora bien, este hecho ha despertado “el sentimiento humano” de muchos activistas políticos de la derecha venezolana. Han discutido, recalcado y dicho hasta el cansancio sobre el tema en todos sus medios de comunicación. Eso hasta cierto punto nos debería alentar, partiendo del buen principio de que lo hacen por “principios nobles y sentimientos hacia el pueblo”.
Si la anterior afirmación es real y certera, entonces estaremos seguros de que muy prontamente estos señores de la tolda reaccionaria comenzarán también, aunque un poco a destiempo, a pedir justicia y todo el peso de la ley para los culpables que en el paro del 2002 dejaron sin alimentos a miles de familias venezolanas porque, según ellos, era necesario llamar a un paro general y no permitir la distribución y comercialización de cientos de toneladas de alimentos. Ante sus ojos la causa era noble y valiente, lo que no pensaron es que estaban jugando con la realidad de muchas familias venezolanas.
La respuesta por parte del principal mandatario nacional ante el hecho ocurrido con las tantas toneladas de alimento descompuesto debe atenderse muy bien. El presidente Hugo Chávez dijo “nos hacemos responsables” como muestra de que el gobierno revolucionario da la cara ante hechos de tales magnitudes, cosa poco o nunca vista durante la republica que comenzó en 1830 con la muerte de Bolívar, hasta 1999 con el nacimiento de la Revolución Bolivariana. Durante ese lapso de tiempo no se registra, exceptuando escasos casos, donde un mandatario se responsabilizara ante hecho semejante. El presidente luego dijo “todo el peso de la ley para los culpables de tales hechos” refiriéndose a los culpables de que se hayan perdido las toneladas de alimentos.
Es así, como hoy en día hay más de 70 personas presas, mas de 30 esperando sentencia y otras tantas en proceso de investigación. Una muestra pues de que aquí no hay un hecho impune, como muchos desean hacer ver.
Una cifra reveladora es la siguiente: de los más de 6mil millones de habitantes que tiene el mundo, mas de 3mil millones tienen hambre o sufren de problemas directamente involucrados con la alimentación, es decir; mil (1000) millones mueren y sufren de hambre, mas de mil (1000) millones mueren y sufren por problemas nutricionales y los otros mas de mil (1000) millones mueren y sufren de obesidad. Mi pregunta es, ¿Cuántos de la derecha reaccionaria venezolana está debatiendo esto, cuántos de ellos se sienten preocupados por esta realidad? En los viajes que eventualmente realizan para Washington para hablar sandeces de Venezuela, ¿cuántas veces han tocado este tema? Cuantas organizaciones, cuántas marchas, cuantas manos pintadas por esta realidad? Solo para reflexionar. Esto de las toneladas de comida en Venezuela, ¿es simplemente un arma política para ellos o de verdad les preocupa cuanto alimento llega a la mesa de un ser humano?
Y no es que no haya culpables o que, como nos estamos refiriendo a un problema global se haga más difícil precisar los responsables. Eso está perfectamente claro; el sistema capitalista es el culpable y, más concreto aun, sus brazos operadores de este vil crimen ante la humanidad son sus empresas y grandes corporaciones que manejan todos los eslabones de la cadena agrícola, es decir: Yara, Bunge, Monsanto, Cargill, Wal Mart, Bayer, Nestlé, Singenta, entre otras, manejan la semilla que, cabe destacar, obligan a utilizar al productor porque si utilizan otra que no sea la que ellos han patentado pueden hasta demandarlo, manejan los fertilizantes y plaguicidas, vale también decir que son altamente tóxicos y que perjudican y atentan directamente contra el productor, el consumidor, y bien importante y pocas veces discutido, la tierra. Manejan la industrialización, distribución y comercialización, estos tres últimos eslabones de la cadena donde el dueño del capital obtiene los mayores lucros al menor riesgo y, aleja y enfrenta al producto contra su productor y todos las bocas del mundo.
Cada día hay más productores pequeños o medianos, el capital los hace mermar. Cada día el sector primario, ese que componen los hombres y mujeres que cultivan bajo el sol, que cuidan el cultivo bajo el agua y muchas veces pierden todo, esos cada vez obtienen menos que todos los restantes involucrados en el sector productivo. Cada día el alimento se hace más costoso, menos accesible y peor distribuido. No es una mentira para nadie que en el mundo hay una sobreproducción de alimentos; anualmente se produce alimentos para el equivalente de diez mil millones de personas, es decir: aproximadamente tres cuartas partes más del número de personas que habitan en el mundo actualmente. Entonces, ¿Qué pasa? En la distribución y colocación de los alimentos yace la respuesta.
El capital ha hecho del alimento una mercancía y como mercancía debe protegerla, sacarle la mayor ganancia por medio de su venta y, bajo ninguna condición o circunstancia, regalarla. El alimento dejo de ser el sustento básico para la vida, la fuente de nutrientes necesaria para la movilización y el bienestar. El alimento es ahora una mercancía y “como me pertenece, a mí y a mi pequeño grupo de amigos, la colocamos y la distribuimos a donde queramos y a donde nos la paguen mejor, sin importar quien tenga o no hambre. Yo invertí, debo ganar.” Ésta es la típica lógica del capital, no otra.
Trascender el hecho es una necesidad. Divagar, repetir, mal informar y tergiversar los hechos es una acción soez. Para construir una vida mejor, un mundo mejor, donde las relaciones sean más amenas, donde exista el respeto y las posibilidades abiertas y reales en igualdad de porcentajes para todos, es necesario que unamos fuerzas para discutir y denunciar las realidades que merman la condición natural y humana que interactúan en el mundo. La raíz del problema está en el sistema, en su estructura y sus corporaciones. Basta de píldoras para el enfermo, erradiquemos de una, y por todos, la enfermedad.
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