Hoy percibimos y repetimos en términos de "realidad" y de "verdad" toda información que se transmite en los medios de comunicación, sin detenernos, si quiera, en reflexionar críticamente sobre aquellos intereses ideológicos, económicos o grupales que sustentan el accionar de los comunicantes. Percibimos y repetimos, sin filtros, impulsados solo por el frenesí o el estupor que la noticia pueda causar. La noticia, en cuanto más contundente (o amarillista) se afianza en una doble cualidad. La primera, es que se re-crea y reviste como verdad absoluta, puesto que es "sabida" y "manejada" ya por todos. La segunda, es que afianza al primer comunicante como "ente de verdades" puesto que ha comunicado algo cuya fuerza es "indetenible", e irrefutable tanto en cuanto indetenible.
Repetimos, creando matrices de opinión que se enfrentan a la realidad y a la ficción, que están más allá de cualquier juicio de valor, que se hacen inaplazables, contundentes y, los que es peor, definitorias. Estas meta-verdades, que como ya hemos dicho están más allá de todo juicio y terminan, en un proceso cuasi fetichista, siendo determinantes, hacen de la sociedad una aérea y paranoica. Hoy no sé cree lo que se vive, solo se desplaza con validez aquello que otros dicen de nosotros, de nuestro entorno. Nuestra experiencia no verifica ni ejemplifica nada, es solo un rastro sin valor dentro de una guerra de comunicaciones que, siento ajenas y aéreas, nos guiñan y apaciguan en el clamor de la desesperación.
No importa cuántas veces hemos pasado por ahí sin que nos haya pasado nada, solo nos basta con saber que hay un imaginario generalizado que reza que por ahí es peligroso para sentirnos indefensos, expuestos y no pasar más; no importa que los veamos nutridos, alimentados, si la pantalla nos dice que tienen hambre y que mueren en colas así lo creemos y repetimos. Eso de nuestra convicción no existe, solo existe la de ellos, la de los comunicantes, esa que nos conduce a un estadio de auto-represión, de auto-privación, de paranoia paralizante.
Quieren cambiar esa realidad inmediata que sientes, pero que te precede y trasciende. Quieren cambiarla porque saben que haciéndolo cambian tus sueños, y la proyección de ellos. Si hoy sueñas construir un mundo mejor, ellos te dirán que es esto imposible; si sueñas con llevar la buena nueva del cambio y la participación, ellos te harán ver que es un absurdo. Y aunque absurdo parezca, hoy hay que aferrarse a esa nada que, en paradoja para ellos, representa el todo del mañana.