Análisis y aporte para la agricultura y su institucionalidad

En los últimos 14 años, la Revolución Bolivariana ha realizado importantes esfuerzos por solventar un sin número de problemas que se han venido acumulando en el sector agrícola durante los últimos 200 años. Esos esfuerzos han tenido como objetivo eliminar por completo los vestigios de latifundio que aun se expresaban en zonas del país, y se ha enfocado en la masificación, como nunca antes en la historia, de la tenencia de la tierra, atacando así a los terratenientes que desde el siglo XIX venían acumulando tierras en detrimento del pequeño productor campesino. A esta capacidad real que le ha ofrecido la revolución a los pequeños productores en cuanto a acceder a importantes lotes de tierra, se une la política del financiamiento agrícola, la dotación de maquinaria y tecnología para explotar mejor, y de mayor forma, todas las potencialidades agro productivas de la nación. La revolución suprimió las garantías reales como requisito para la atención del sector agrícola y tomó como única garantía la palabra del campesino.

Sin lugar a dudas, el campo ha crecido en revolución. Y no solo en lo productivo y tecnológico, sino en la moral de cientos de hombres y mujeres campesinos, que hoy ven en el campo una posibilidad real de vida, de desarrollo, de realización. No obstante, a los resultados concretos que se han alcanzado con las políticas revolucionarias implementadas en más de una década, el sistema del capital y su lógica de explotación y dominación se ha antepuesto, y esto se representa o cristaliza en un sinfín de problemas y contradicciones que viven hoy las instituciones garantes del desarrollo agrícola nacional.

Hoy las instituciones revolucionarias concebidas para la atención y desarrollo del campo y de la agricultura, atraviesan una crisis de operatividad, orientación técnico política, de burocratismo e ineficiencia, que deja como resultado un estado de estancamiento para el eficaz desenvolvimiento de las actividades agro-productivas y conexas.

En cuanto a la ineficiencia, hemos podido ver que las instituciones no tienen un sistema de funcionamiento lo suficientemente engranado, que permita desarrollar sus actividades conjuntas con un feliz término.  Por ejemplo, cuando una institución entrega un financiamiento, que muchas de las veces lo realiza a destiempo, la situación empeora cuando emite la orden de despacho para que el productor retire sus insumos en Agro tienda, ya que estas carecen, en número importante de ocasiones, de los insumos necesarios para que todos los productores gocen de todo lo necesario para la siembra. O por ejemplo, cuando el financiamiento y el insumo llega a tiempo, el productor padece de maquinaria, puesto que el Estado no se da abasto con las demandas. Incluso, aun cuando todo el ciclo productivo, desde el financiamiento, siembra, acompañamiento y cosecha se dan con los lapsos técnicamente establecidos, hemos visto que hay cosechas que se pierden por la falta de cosechadoras y hasta de transporte para movilizar la producción desde la unidad productiva hasta el silo o destino final.

El burocratismo también ha sido un elemento que contribuye a la inoperancia y malformación de los procesos internos de las instituciones. La burocracia ha impedido la atención humana al productor, la respuesta certera y a tiempo para las necesidades del campo y la búsqueda misma de las respuestas que el sector agrícola en general necesita el día de hoy. El burocratismo es un mal que desmoviliza la acción gubernamental, y de esta parálisis que algunas instituciones viven, nacen las distorsiones típicas del solapamiento de funciones, de la duplicidad de tarea, del distanciamiento con el productor y, lo que es peor, la incomprensión del sector, lo cual conlleva al horrible escenario de crear políticas ajenas al verdadero sentir y necesitar del pueblo campesino. Hoy vemos instituciones crediticias atendiendo plantas empaquetadoras o comercializando rubros agrícolas, como también  observamos instituciones cuyo objetivo es prestar servicios, otorgando financiamiento o atendiendo responsabilidades ajenas a su naturaleza y objeto.

La orientación técnico política también ha sido un flanco débil para nuestra institucionalidad. La falta de dotación tecnológica, de suficiente personal capacitado, e incluso de visión política para el desarrollo de un nuevo modelo productivo y de vida, ha ocasionado traspiés en la aplicación de las políticas correctas que nos acerquen al nuevo modelo productivo socialista que nos trazamos en el primer plan socialista de la nación. Hoy tenemos fondos crediticios, por ejemplo, que carecen de una plataforma tecnológica eficiente para atender financieramente a los productores del campo; o, también, instituciones financieras que si poseen plataformas tecnológicas con importantes avances, pero que carecen del talento humano necesario para llegar a las más remotas zonas de la nación y que, además, son inflexibles por estar sometidas a las regulaciones y normativas de la SUDEBAN. La falta de tecnología en los procesos productivos nos ha impedido ver la rentabilidad en el incremento de la frontera agrícola. Hoy hemos crecido horizontalmente, más no de manera vertical, en cuanto a la maximización de la producción por metro cuadrado. Es decir, hemos crecido en cuanto a superficie, más no en rendimientos según lo esperado.

Son muchos los problemas que la institucionalidad llamada a atender al sector agrícola vive hoy, problemas físicos estructurales, logísticos y materiales. Siguen existiendo hoy espacios de silencio, en los cuales la atención técnico productiva y financiera no ha llegado con la fuerza que amerita, al igual que todos los eslabones de la producción no se han fortalecido en igual medida, dejando fallas en sectores neurálgicos para garantizar la productividad de alimentos. Sin embargo, el análisis y la comprensión del sector permiten esgrimir importantes propuestas.

Hay que medir las potencialidades y capacidades de cada institución. Si nos remitimos a las instituciones financieras, es importante destacar la potencialidad de Fondas en cuanto a su capacidad operativa y de talento humano; como también, la capacidad y los desarrollos tecnológicos en cuanto a plataforma financiera que ha alcanzado el Banco Agrícola de Venezuela; así mismo, las bondades que ofrece la ley de creación del Servicio Desconcentrado del Fondo Especial Ezequiel Zamora. Nuestra política debe dirigirse a maximizar la atención y acompañamiento técnico productivo del campesino y los sectores productivos, y que de él se desprendan análisis que puedan ser utilizados posteriormente por las instituciones crediticias para la  atención financiera. El análisis productivo y humano debe condicionar el financiamiento, haciendo de este un financiamiento flexible para todo tipo de productor.

Así mismo, nuestras instituciones concebidas para la formación deben estar engranadas al desarrollo de los planes financieros y de acompañamiento técnico, para velar por la orientación productiva dentro de un modelo nuevo, integrador, armónico tanto con la naturaleza como entre los mismos hombres y mujeres que deberán hacer posible la producción a través de nuevos esquemas de relacionamiento

Nuestro financiamiento y acompañamiento técnico debe estar orientado, en todo momento, a la satisfacción de las necesidades alimenticias de la nación. Para ello, en los cálculos dentro del sector agrícola, debe establecerse   una oferta monetaria suficiente para realizar las compras en función a una existencia real de inventarios de insumos. Esta previsión evitaría los posibles sobre precios en los insumos, que se disparan cuando la masa monetaria es  superior a la oferta, provocando así niveles inflacionarios desde el momento mismo de la compra, que lleva como consecuencia la modificación de los precios en las estructuras de costo, y por ende, el precio final del producto. Nuestro financiamiento, además, debe ser incrementado a partir de la utilización de la gaveta agrícola no utilizada por la banca privada. Esto, por medio de la colocación de un porcentaje de adjudicación a la banca pública por falta de colocación.  

Este financiamiento transformado en producción y, finalmente, en alimentos para el pueblo, son medidos según matrices e indicadores tradicionalmente utilizados. Con ellos, se calcula el impacto macro y micro económico, como el crecimiento en la producción y distribución de alimentos. Nuestra nueva institucionalidad debe crear e implementar nuevos indicadores con los cuales se calcule, entre otras cosas, el crecimiento y desarrollo del sector en función del apoyo técnico y financiero que brindamos. Esto permitiría, además, justificar un tipo de financiamiento lo suficientemente flexible para los productores más débiles de la cadena, utilizando su mismo crecimiento, desarrollo e inserción de la cadena productiva como retornabilidad no material del recurso en ellos invertidos.

Nuestra institucionalidad agrícola debe volcarse de lleno al campo, a la comuna, al consejo comunal. Hoy no puede concebirse un plan de desarrollo agrícola o un plan de siembra anual sin una planificación conjunta entre el campesinado organizado y las instituciones que viven, vale decir, por la misma existencia de esos campesinos. La captación del productor a financiar debe nacer del calor de la asamblea popular; la formación técnico política debe desarrollarse con la sabiduría ancestral, popular, enraizada en cada zona, en cada región; la transformación de la materia prima debe ser, también, una tarea productiva o un eslabón de la producción que este en las manos del pueblo. Es decir, la institucionalidad debe nacer o redefinirse con el propósito de trascender en la medida que transfiera todo su poder a la fuerza popular. Esto no es otra cosa que plantearse, a lo interno de cada institución, la meta de entregar los medios productivos al campesinado organizado, consciente, revolucionario. 

Las tareas no son fáciles. Lo planteado parece imposible. Estamos tratando de transformar el orden actual de las cosas, en la que el petróleo se muestra como el alfa y el omega de todo sueño modernizador y de desarrollo. Sin embargo, es la tarea, y les tocará a los campesinos y a los libertarios emprender el cambio definitivo, el cual de como resultado un campo vivo, verde, humano, natural, digno, con las condiciones suficientes para una vida como se la merecen los hijos e hijas de Bolívar. 



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Francisco Ojeda


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