Amy Godman cree que «el Pentágono ha desplegado algo más poderoso que ninguna bomba y que ningún misil: los medios estadounidenses de comunicación de masas»
Alfonso Armada
NUEVA YORK. Amy Goodman es el rostro visible de «Democracy Now!», una red de más de 200 emisoras de radio y de televisión alternativas que critican ásperamente a la Casa Blanca, pero también a los demócratas, pretende recuperar el sentido del periodismo como contrapoder y baluarte democrático. Nieta de un rabino ortodoxo del que aprendió a «ver la realidad honestamente» y que dice que si los estadounidenses valoraran de igual forma cada vida palestina como cada vida israelí menos palestinos y menos israelíes hubieran muerto. Cree que el papel de los periodistas es ir «donde está el silencio y darle voz a los que no la tienen», porque «el periodismo es hoy el arma más poderosa sobre la Tierra para cambiar las cosas, por eso es tan importante el crecimiento de los medios independientes en todo el mundo». «Monopolio mediático y militarismo van de la mano», dice una cordial Amy Goodman, que acaba de publicar en España, junto a su hermano David, el libro «En la cama con el enemigo», Ediciones Tema de Hoy, con un largo subtítulo que no deja la menor duda: «Contra los políticos untados de petróleo, los empresarios que se benefician de las guerras y los medios de comunicación que los encubren».
- ¿Cuál es el estado de la democracia en EE.UU. ahora mismo?
-La democracia está sometida a graves amenazas en mi país. La democracia estadounidense está en situación crítica por culpa de los medios de comunicación de masas, que en gran parte han dimitido de su tarea para servir a otros intereses distintos de la verdad. Nunca habían caído tan bajo. No es por casualidad que nuestra profesión, el periodismo, sea la única que disfruta de una protección explícita en la Constitución de Estados Unidos: porque se supone que tenemos la obligación de servir de contraste (comprobar la verdad) y de contrapeso (evitar el abuso de poder), y sin embargo los medios han servido de vías de transmisión de las mentiras de Bush, y estas mentiras han costado muchas vidas.
-El martes se celebran unas disputadísimas elecciones con infinidad de deficiencias en cuanto a las propias máquinas de votación y denuncias de eliminación de empadronados o de acoso a votantes. ¿No hay más opciones que votar por Kerry quienes quieren cambiar de escenario o por Bush quien quiera más de lo mismo?
-Respecto a la política exterior, las propuestas de Bush y de Kerry son semejantes. No se trata sólo de que Bush presionó para invadir Irak, sino que John Kerry y su compañero de candidatura, John Edwards, votaron para autorizar la invasión. E incluso recientemente, en el Gran Cañón, cuando le preguntaron a Kerry si hubiera apoyado la invasión de saber lo que hoy sabemos dijo que hubiera hecho lo mismo. Es alucinante. A gente de todo el espectro político le ha parecido asombroso, y no es de extrañar que Bush y los conservadores se hayan ensañado con él. Debería haber prestado más atención al hecho de en Nueva York se celebró la mayor manifestación en la historia de las convenciones políticas de Estados Unidos, una gigantesca manifestación pacifista, a la que dos días después seguiría la mayor redada policial en la historia de la ciudad, con más de mil detenciones. Algo muy llamativo. Como que hubiera tan pocos signos y carteles a favor de Kerry. Creo que fueron más protestas contra Bush que a favor de Kerry.
-Su libro hace mucho hincapié en el despertar de la sociedad civil en Estados Unidos. ¿Hasta qué punto es así?
-No tengo la menor duda al respecto. Se puede rastrear en todos los sectores sociales y políticos. Entrevisté a un republicano conservador que vino desde California para tomar parte en las manifestaciones y dijo que «los crímenes de guerra no son valores republicanos». Bush ha logrado unir a mucha gente en su contra, gente de todos los ámbitos, incluso del espionaje, de la Administración y del Ejército...
-Pero a pesar de las malas noticias que llegan desde Irak y de la economía, los sondeos siguen hablando de una elección reñida. ¿Por qué? -En general no tengo la menor confianza en las encuestas, porque suelen sondear sólo a un sector seleccionado de la población. Karl Rove, a quien muchos consideran «el cerebro de Bush», su principal consejero político, ha dicho que es primordial que las encuestas certifiquen que tu candidato lleva las de ganar. Estos sondeos son utilizados para manufacturar el consenso, para fabricar apoyo, y lo que estos encuestadores no están haciendo es consultar la opinión de gente joven, gente con teléfonos móviles y nuevos empadronados, que se están registrando de forma masiva, como nunca antes. Casi todas las encuestas sólo preguntan a antiguos votantes, o votantes probables, pero no tienen en cuenta la movilización política masiva que se está produciendo en este país. Y no hay que olvidar que la mayoría de la gente no vota en Estados Unidos, lo cual es sorprendente, se trate tanto de candidatos demócratas, como Bill Clinton, que obtuvo una cuarta parte del voto del censo, o el republicano George W. Bush, que ni siquiera se alzó con la mayoría del voto popular. Mucha gente no vota no porque sean apáticos, sino porque consideran que ningún candidato refleja sus intereses. Pero eso está cambiando, porque hay mucha gente profundamente dolida por lo que está ocurriendo, por la guerra. El país ha sido sacudido hasta los tuétanos, y eso no se recoge en los sondeos.
-Tras lo que ocurrió hace cuatro años en Florida, con la intromisión del Tribunal Supremo, ¿cree que es posible volver a encarrilar el país?
-No se puede subestimar lo que Bush y su gente están dispuestos a hacer con todos los recursos que el poder pone a su disposición. Pero hay una gran movilización popular, con miles de observadores empeñados en garantizar que se garantiza el derecho al voto, aunque ahora mismo se están dando muchos casos de intimidación para que no se vote.
-¿Medios prestigiosos como el «New York Times» han aprendido la lección de haber sido demasiado complacientes con esta Casa Blanca cuando optó por atacar a Irak?
-Hay alguna auto-reflexión. El New York Times llevó a su décima página una carta de su editor sobre su cobertura de la guerra de Irak. No es suficiente. Tenía que haber ido en primera página, bajo la cabecera, donde muchas veces figuraron las historias que se referían a la amenaza que representaban las armas de destrucción masiva. Los medios de comunicación son el instrumento que nos permite entender el mundo, y la vía a través de la cual otros nos pueden entender a nosotros. Le pregunté hace poco a Aaron Brown, presentador de la CNN, por qué su cadena le había quitado hierro a la guerra: el perfecto ejemplo no era comparar CNN y Al Yasira, sino CNN doméstica y CNN internacional, dos cadenas de la misma empresa completamente diferentes: en la versión nacional apenas aparecen las víctimas de la guerra. Brown admitió que habían llegado tarde al movimiento pacifista, pero que una vez comenzada la guerra había una prioridad clara. Y yo le pregunté que cómo hubiéramos acabado con la guerra de Vietnam si no hubiera aparecido la imagen de la niña quemada por napalm y si no hubiéramos escuchado las voces del movimiento pacifista. No es nuestro papel edulcorar la guerra, sino reflejarla.
-¿Qué paralelismos observa entre Irak y Vietnam y especialmente en cuanto al comportamiento de los medios?
- Ahora el Pentágono ha perfeccionado su control de los medios, ha aprendido mucho de Vietnam. Las imágenes que veía la gente todas las noches en sus pantallas acabó cimentando la disidencia. Por eso se tomaron la cautela de controlar desde entonces todo lo que se difundía de una guerra. En la guerra de Irak crearon la ilusión de que el periodista empotrado estaba en primera línea, pero no veían más que su parte, la imagen del que aprieta el gatillo. Alguien señaló que mientras los medios estadounidenses mostraban los misiles siendo disparados, Al Yasira mostraba dónde caían.
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