Es mentira que para que exista una democracia verdadera, es necesario un parlamento dividido cuyo única virtud es la capacidad de frenar la capacidad de maniobra del Gobierno.
De hecho, en el mundo contemporáneo las grandes crisis políticas están determinadas precisamente por la pugnacidad que propicia el ejercicio sistemático de esa modalidad de confrontación social que institucionalizó como norma el fracasado modelo de democracia representativa, que terminó por hacer del pluralismo un verdadero percance para el libre desempeño de la mayoría en sociedades en las cuales la representación minoritaria se convierte en verdadera dictadura. Tal como sucede hoy en Gran Bretaña, por ejemplo, donde el sistema electoral va a tener que ser revisado a la luz de los resultados de la más reciente consulta electoral, habida cuenta del disparate que es que el que obtiene el menor respaldo electoral termina siendo quien decide el rumbo del Gobierno.
En una democracia avanzada, el pluralismo político es la posibilidad que debe tener la sociedad para expresarse políticamente, tal como lo establece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y de ninguna manera la obligación de someter al país al desgastante e inútil pugilato político al que indefectiblemente lleva ese vetusto modelo. De ahí el nombre "opositor" que designa a los sectores minoritarios que, por su propia naturaleza contraria al proyecto de país que presentan a la sociedad las fuerzas mayoritarias, se ven forzados a obstaculizar y tratar de impedir a como de lugar los logros del Gobierno, sea cual sea.
Son dos cosas completamente diferentes: Una es la opción de elegir con libertad, y la otra la libertad de obstaculizar para impedir el éxito del contrario. El error es asumir estas dos concepciones bajo una misma noción de democracia cuando en realidad ambas operan en sentidos contrarios. Una representa las posibilidades de avance de la sociedad y la otra el retroceso y el estancamiento en el atraso.
Entender como totalitaria la construcción de una gran mayoría que trabaje unida en función de un gran proyecto nacional, no es más que la promoción de la división de la sociedad que esconde el llamado pluralismo tras la fachada de falsa equidad con la que se presenta.
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