Caramba, hasta ahora
de seguro parecía obvia la respuesta o por lo menos una pregunta que no se me
había ocurrido, para que pensar al respecto todo estaba dicho, voto por que esa es mi obligación
constitucional o cívica, como me enseñaron en el 1er. Año de
bachillerato “así se hace en la
democracia representativa”. Sin embargo, hoy que se caen algunos velos de
verdades absolutas tengo la oportunidad de preguntarme cosas, sé que debo tomar
decisiones y actuar en un mundo sin red,
como dice Antonio Aponte, sin la posibilidad de endosar a otros -personas o
instituciones, la responsabilidad de mis carencias, de mis errores, de mi
pasividad, de mis temores, de mi comodidad, de mis actos; como consecuencia la
pregunta ¿Cuánto vale mi voto? cobra mucha significación.
Antes de responder
esta pregunta, veamos un poco atrás en la historia; en la Revolución Francesa,
1789, se dan dos cambios fundamentales: el surgimiento de los derechos del
Hombre y la soberanía, que pasa de ser ejercida por el Monarca a residir en el
pueblo, preservando sin embargo el Estado Moderno, nacido como Estado
Absolutista, con la diferencia de que en éste los Poderes que lo conforman
ahora estarán limitados por una constitución, es así como nace la República y
los Estados-Nación, sería lógico suponer que este Estado debería estar
subordinado al soberano, es decir al pueblo, pero se supone que éste suscribió
un contrato social, implícito, en el cuál en aras de la Voluntad general, los
ciudadanos y ciudadanas ceden sus libertades naturales por unas libertades
civiles, con deberes y derechos establecidos a través de leyes, como resultado
este pueblo se subordina a una autoridad externa a si mismo parte del Estado,
que garantizará la “Igualdad, Fraternidad y Libertad”; cabrían muchas preguntas
pero nos alejaría de la intención de esta referencia.
¿Y dónde quedo la
soberanía del pueblo? restringida en las mas de las democracias,
particularmente en las representativas, al simple ejercicio del voto, como lo
evidencian innumerables constituciones. De hecho con exclusiones, ya sea, por
género -a varones, en una época-, o por clase social -en función de la
propiedad-, o por grado de participación – primer grado, segundo grado. Un
Estado que debe obedecer al soberano del cual emerge, pero que a través de su
práctica limita y somete a esta soberanía, entre otras, una falla de
origen.
El voto es un acto
de expresión de la voluntad popular que se ejerce periódica e individualmente y
es a su vez la forma de legitimar los poderes del Estado y su constitución. La
forma en que se ejerce este derecho esta normado por la constitución del país.
Sabiendo qué es el
voto, hagamos más precisa la pregunta: ¿Mi voto vale cero, vale mucho o su
valor es inconmensurable?.
Si este acto forma
parte de un intercambio comercial o intercambio de valores, es decir es
mercancía de la cuál me desprenderé,
su valor dependerá de que tanto valor tenga para mi (valor de uso a decir de
Marx) y de que tanto valor tenga para el otro que se traduzca en su oferta, de
esta comparación se obtendrá un valor relativo (Valor de cambio a decir de
Marx) que orientará la negociación entre las partes que se consumará el día de
la elección.
!Ya esta! entonces
sólo se trata de sacar cuentas y elegir la opción que más me ofrece. Es ahí
donde esta el detalle, es ahí donde esta la trampa de la democracia
representativa que ha vaciado de contenido un acto de soberanía y lo ha
reducido a una mera operación transaccional, cuando en realidad es de mayor
trascendencia, y en el caso de una democracia participativa y protagónica en
construcción, en cuya constitución se proclaman, entre otros, como valores
superiores la corresponsabilidad y solidaridad, este acto debe tener otra
significación.
En revolución, para
mi, el voto debería tener otro enfoque, dejar de ser una mercancía, ahora es un
acto de tipo Moral y Político, podríamos decir que hasta constituyente, que al
ejercerse compromete, nos suma a una opción, a un proyecto; implica de parte
nuestra: compromiso, trabajo, responsabilidad, obligaciones, mucha crítica,
creatividad, reflexión, amplitud, estudio, acción, praxis, aptitudes y
actitudes, atrevimiento, temeridad e insumisión, sin precedentes.
Siendo así mi voto
vale infinito, cuando lo ejerzo soy soberano, me expreso, me sumo, me
“empodero”. Es un acto consciente, racional, intuitiva y emocionalmente
inteligente, que exige de mi coherencia.
Esta es nuestra
Revolución, un proceso continuo, permanente, en constante movimiento, con
avances y retrocesos, con aciertos, con errores, que sufre y sufrirá constantes
ataques de sus adversarios, que son muchos, visibles y ocultos, ubicables y
dispersos, adentro y afuera, pero es una construcción que me involucra, me
compromete y me exige, por eso el voto para mi es inconmensurable, lo asumo y
lo ejerzo conscientemente.
La decisión es sólo
tuya, asume el reto.
Patria Socialista o
Muerte.
Alvin.lezama@gmail.com