I
Siempre he meditado sobre el concepto de lei, desde una vez cuando, en estudios de Filosofía de la Ciencia, conocí dos cosas importantes: por una parte, en los trabajos de esa especialidad filosófica, realizados por Jean Ullmo, encontré la aclaración de ser arbitrarias, las llamadas leyes de la naturaleza o las leyes científicas, porque nada las justifica, i simplemente se dan como tales, a la sensibilidad del sujeto cognoscente; i, además, que no son otra cosa que relaciones repetibles que, observadas metódica o sistemáticamente, las convertimos arbitrariamente en leyes, científicas o de la naturaleza; por otra parte, descubierta la verdad de las matemáticas, que las hace bellas i, a Platón, le llevaron a pensar que el mundo está construido matemáticamente. Así, en la historia de esa ciencia matemática, imprescindible como instrumento formal del conocimiento científico (recordemos lo que estaba escrito en la Academia, el jardín de Academo: “que no entre aquí quien no sepa matemática (geometría)” pero, en la vida de mi maestro Bertrand Russell, conseguí también, hace muchísimos años atrás, el notorio hecho de haber desarrollado su inclinación a este campo del conocimiento humano, mediante el dudar de la veracidad incuestionable de los postulados de Euclides, o de la verdad absoluta de los axiomas matemáticos, mientras su hermano Franz le enseñaba.
I si, en estricto apego a la verdad, ni las leyes científicas ni los axiomas matemáticos i los sistemas formalizados derivados, no son absolutamente perfectos o veraces, menos lo pueden ser otros tipos de leyes, como las jurídicas i sociales posteriormente. Sin embargo, si con sano razonamiento desprendido de todo prejuicio mundano, podemos crear, desarrollar i aplicar sistemas formales matemáticos porque el pensamiento reflexivo científico nos lo permite, igualmente en el terreno jurídico, las leyes aunque no perfectas ni absolutamente veraces, como sucede con todo lo humano que, jamás alcanzará la perfección en nada, están hechas por consenso i para que, en manos, o mejor en el pensamiento equitativo e imparcial de los buenos jueces, sirvan para resolver los teoremas sociales, en busca de la justicia como bien supremo. Se necesita, pues, mente i corazón de un juez, para que la conciencia no se enturbie i las decisiones libre, justas i humanas. Todas las ciencias son del hombre i para el hombre.
En consecuencia, cuando el delito socava, envilece o rompe la estructura jurídica de la sociedad, debe afrontar la realidad i no evadir el merecido castigo o sanción, respecto a los daños materiales o morales ocasionados. Buscar la manera de evadir la lei i valerse de cuanta artimaña sea necesaria para escapar, son hechos o realidades que deben estudiarse, porque ayudar a un inocente injustamente señalado, es una noble labor o institución la del Asilo; pero prestar la misma ayuda o apoyo a un delincuente, es hacerse cómplice i pisotear las leyes I esa evasión, como lo es el caso de un asilo diplomático, debería ser bien estudiado por ambas partes; tanto por el país que concede el asilo, como por país que luego otorga un salvoconducto. Las dos acciones, en presencia de un inocente a todas luces, es un acierto de la política i la diplomacia; pero un asilo inmerecido, dado a un delincuente, cuyas fechorías han sido públicas, a la mirada expectante de todo un país, es una falta gravísima que entorpece la vida ciudadana, viola las leyes i desestabiliza a la nación.
Había pensado referirme a ello cuando, luego del indiscutible, reconocido internacionalmente i evidente golpe de estado del 11 de abril, el señor Pedro Carmona Estaga, comete multitud de delitos, pero se le acusa formalmente por lo menos de cinco de primera magnitud; quizá en los Estados Unidos hubiese sido condenado a cadena perpetua o en algún estado de la unión, ejecutado. Por ejemplo, el célebre Carl Chesmann, por menos delincuencia, pasó como doce años de prisión defendiéndose, dando muestras de talento, arrepentimiento i haciéndose abogado i sin embargo fue ejecutado. Empero, el delincuente que usurpó la Presidencia de la República, se le detiene con su apartamento por cárcel, agrega el delito de la fuga i un fin de semana, se asila en la Embajada de Colombia, cuando ese país estaba en elecciones presidenciales, realmente convulsionado i, pese a todo, el presidente Pastrana sin pestañar siquiera, le concede el asilo que, obviamente había sido convenido previamente. Pero si precipitada e irresponsable es la actitud del gobierno colombiano i la del Embajador aquí (que dio una declaraciones risibles), igualmente precipitada i sin estudio, fue la concesión del Salvoconducto por el gobierno de Venezuela. Ha habido asilados que pasan hasta años en una Embajada, mientras de estudia su caso, pero el de Carmona, fue una decisión relámpago, defraudando a la mayoría de los venezolanos.
Luego, otro delincuente es detenido saliendo tranquilamente de un restaurante, i la oposición forma una alharaca, cuando si comparamos los delitos i el daño que este señor de cuello blanco i dequeismo agudo, le ha hecho al país, más de la mitad de los presos de nuestras cárceles deberían quedar en libertad. Sin embargo, le dan la casa por cárcel i tengan la seguridad que se escapará, o también se asilará, con el mismo sainete de un asilo, puesto que, el más delincuente de todos, el más irascible i estúpido, sigüí de CAP i traidor de los trabajadores de Venezuela, presidente ilegal de la CTV i conspirador a sueldo de los intereses económicos que lo quisieron hacer, un personaje o un líder de pacotilla, ha solicitado asilo en la Embajada de Costa Rica i, sin el menor estudio, con menosprecio de la indignación de los venezolanos i sin tomar en cuenta los graves delitos cometidos por esa lacra social, otro gobierno le da asilo diplomático, como si fuese un perseguido por sus ideas políticas. Yo creo que ese señor, ni ideas tiene i es una ofensa al país, que una Embajada de país amigo, se haga cómplice de un delincuente común. Hai una gran diferencia jurídica, moral i ética, entre un hombre perseguido por un mal gobierno dictatorial, por sus ideas políticas, i un hombre delincuente, con un auto de detención dictado por un tribunal, con todas las de ley, en un país con gobierno absolutamente democrático.
En próximo artículo, me referiré más en detalle, respecto a lo que justamente debería ser un Asilo Diplomático i, luego, los estudios i las razones i requisitos, que el gobierno nacional debería estudiar a profundidad i explicar al pueblo, que fue el agredido, para otorgar un Salvoconducto i, desde luego, colocar en el exterior a un delincuente que tendrá todas las libertades para seguir conspirando, agrediendo, dañando i desprestigiando a su patria.
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