Las cosas no se
pueden seguir dejando a la buena voluntad, a la eventual buena
consciencia de los cuadros de un partido, etc.. No se puede seguir
dependiendo de más ensayos. Hay que reglamentarlo todo de alguna manera.
Si la teoría del socialismo se quiere científica, su práctica o
implementación no puede serlo menos. Estamos estancados y no sé
cómo avanzaremos. Sólo sé que no será haciendo nuevos llamados a la
conciencia. No funciona. Los vicios son también sistémicos y actúan con
una precisión y mecánica infalibles. Sólo cabe salirles al paso, pues,
con un contra-sistema.
Lamentablemente,
la hora de credibilidad del voluntariado y de las iniciativas
revolucionarias pasó. Y me van o no a perdonar, pero el llamado a "las
tres erres al cuadrado" es tan inútil —y ridículo— como el del tipo que
lo están ahorcando y cuenta 3 para que lo suelten, y como no lo sueltan
vuelve a contar hasta 3... Se parece mucho, también, a la más deplorable
de todas la máximas cristianas (la más odiada por Nietzsche, pues es
debilidad pura con arrogantes
aires de nobleza): poner la otra mejilla. Lo cual se ha venido haciendo
desde el crucifijo del perdón del 13 de abril, hacia afuera y hacia
adentro.
Por ese camino, habrá que ir pensando desde ya en las próximas" tres erres (¡al cubo!)".
Todo
viene de haber pensado que el mal se encuentra concentrado, todito, en
la oposición; de confiar tanto en los nuestros y en su supuesta
diferencia específica, o nominal: la de revolucionarios; de creer que
existe un Dios de justicia que está siempre de nuestro lado... Lo cierto
es que nada puede durar tanto en medio de un maniqueísmo tan extremo.
Por
eso, todo análisis que señale las faltas cometidas, pero se reduzca en
sus conclusiones a proponer un nuevo llamado a la consciencia, al debate
ideológico, etc, es una pérdida —nueva— de tiempo. Nunca citaremos
demasiado la frase de Ortega: "la solución de un problema falso es un
error absoluto".
El
bendito debate ideológico y su eterna formación de cuadros constituye,
per se, una fe, un idealismo que no tiene correspondencia alguna en el
materialismo histórico; es el propio desmentido
de Marx sobre Hegel, el de un "más allá" asimilado por la propia
retórica de la reacción y que no encuentra contradicción dialéctica
alguna, ni produce ciclos. Por eso, no se puede dejar que la evolución
de nuestros lastres —que es lo que realmente ocurre bajo dicha retórica—
se amparare en las libertades metafísicas que supuestamente habitan los
procesos de cambio.
Se
necesita una teoría del cambio social, sí, pero una que no permita ser
burlada en la práctica por cosas como "el tiempo de conscientización
necesario", ni excusas similares que sólo sirven de puente hacia falsas
mutaciones (en realidad simples permutaciones, o "más de lo mismo" en criollo).
No hay tiempo para "revelaciones", sólo para provocarlas.