Esbozo de balance para la primera década del siglo XXI

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.El final de la primera década del Siglo XXI parece un momento oportuno para intentar esbozar un balance de los sucesos globales de nuestro planeta, en esta nueva centuria del nuevo milenio. Aunque los procesos sociales y naturales no acostumbran a seguir la secuencia de nuestro arbitrario conteo del tiempo, sino que se rigen por su propia dinámica, en este caso sin embargo parece haber entre ambos unas remarcables coincidencias. 

Veamos algunas grandes líneas (variables principales) en nuestro sistema-mundo que han sufrido cambios importantes en de estos últimos años, que anticipan grandes transformaciones en el estado del sistema y que más o menos coinciden con el salto de era en nuestro calendario. 

  1. Crisis global del sistema económico A partir del año dos mil seis, una crisis financiera que comenzó en los Estados Unidos con el estallido de la burbuja hipotecaria, ha sufrido un efecto de bola de nieve que parece estar conduciendo irremediablemente a un colapso económico-financiero global y que arrastra a los estados centrales (sobre todo a EE.UU., la Unión Europea y el Japón) al déficit económico creciente y viene sumergiendo al sistema neocapitalista en un tipo de crisis prolongada que parece ir mucho más allá de la teoría de los grandes ciclos de caída y recuperación que se le han atribuido. La respuesta de los poderes constituidos ha sido la huída hacia adelante. La repetición de recetas que en décadas anteriores habían sido impuestas a los países periféricos se aplican ahora a los países centrales, a pesar de haber ya demostrado su total ineficacia (recordemos como ejemplo a la Argentina de Mennen con la aplicación estricta de la receta neoliberal y su estrepitoso fracaso) Así, los estados intgentado “salvar la economía” inyectan a las instituciones financieras –a costa de auto generarse inmensos déficit crónicos- millones de dólares que pagarán los pueblos, con aumento de impuestos, pérdida de beneficios sociales, desempleo, y en general con la caída de su calidad de vida. Mientras tanto, las grandes corporaciones transnacionales guiadas por el estímulo único del lucro inmediato, parecen acelerar su voracidad y aumentar el saqueo del planeta a como dé lugar, en una ceguera suicida. Todo parece indicar como mínimo la profundización progresiva del problema (para no emplear criterios más apocalípticos) y la total ausencia de soluciones efectivas.
 
  1. Violencia del cambio climático A partir de los últimos años de la última década del siglo pasado, los desastres naturales parecen estar multiplicándose exponencialmente. Fenómenos atmosféricos como “El Niño” o “La Niña” han reducido los tiempos de su periodicidad, convirtiéndose progresivamente en casi anuales y provocando en todo el planeta lluvias e inundaciones y sequías prolongadas en una magnitud hasta ahora no registrada. Igualmente la intensidad y frecuencia de fenómenos periódicos como huracanes y tifones ha venido en aumento. Se están produciendo además variaciones de temperatura extremas, nunca antes registradas, tanto hacia el frío como el calor, en todas las latitudes. A pesar de la promoción desde los gobiernos centrales (sobre todo desde las grandes corporaciones que inciden en sus decisiones) de las ideas que plantean que estos grandes cambios podrían ser propios de la naturaleza y no responsabilidad humana, ya a estas alturas es difícil negar que fenómenos como el calentamiento global (con consecuencias tan generales y graves como el derretimiento de los polos), los huecos en la capa de ozono, la polución -tanto atmosférica como de tierras y mares- son factores desencadenantes y estimulantes de estos violentos cambios climáticos.  Durante el último año de la década, el fracaso estrepitoso de las conferencias sobre cambio climático de Copenhague y de Cancún ha demostrado el interés de los grandes poderes dominantes de no alterar ninguna de las condiciones tecnológicas y productivas (crecimiento industrial, quema de combustibles fósiles, contaminación) que están provocando la violencia climática. El saldo negativo sigue siendo pagado por los pueblos. Pérdida de vidas, de cosechas, de hábitat, hasta la aparición de un nuevo tipo de refugiados, los refugiados climáticos, son algunos de estos costos.
 
  1. Escasez creciente de recursos naturales Las cifras presentadas por el PNUD y la FAO en la década hablan claramente del crecimiento del número de muertos anuales por hambre en el planeta. Los informes realizados en la década de los 70 por el Club de Roma1 preveían en estas fechas una crisis global por el agotamiento final de varios recursos minerales, pero la realidad es que ya no estamos hablando en primer lugar de los minerales o los hidrocarburos o los recursos energéticos (cuyo agotamiento es real y cercano), sino de que nos encontramos en medio de una grave crisis alimenticia (señalada por la acelerada y progresiva escalada de sus precios a nivel general en todo el planeta) y con una crisis todavía más grave de agua potable en ciernes, prevista para hacer eclosión en esta década que entra. No parece haber desde los centros de decisión más importantes, ninguna preocupación ni la más remota decisión de tomar medidas al respecto. Un índice claro de esta despreocupación se percibe en la forma como frente a tragedias naturales, la ayuda real de los países centrales es meramente declarativa para el sistema de medios (el ejemplo es cómo la única “ayuda” real que ha llegado a Haití desde el terremoto hace dos años, es la ocupación militar por fuerzas de los Estados Unidos)
 
  1. Cambios geopolíticos  Mientras tanto, se vienen produciendo significativos cambios en el esquema geopolítico mundial. El sistema mundial de  hegemonía unipolar que los Estados Unidos venían ejerciendo desde la caída de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría en la década de los noventa del siglo pasado, está evolucionando paulatinamente hacia un sistema multipolar. La pérdida de peso político y económico del poder hegemónico y el ascenso de nuevas naciones emergentes, encabezadas por el fenómeno económico-industrial de China, pero secundadas por otras naciones tales como Rusia, la India y el propio Brasil, replantean las posiciones en el tablero de ajedrez global. Asimismo la creación de bloques regionales al estilo del de Asia-Pacífico o la UNASUR, están llevando al campo de juego a nuevos protagonistas, alterando definitivamente todo el esquema que había sido planteado al final de la Segunda Guerra Mundial a mediados del Siglo XX. Esta situación está creando nuevas alianzas políticas y económicas a lo largo y ancho del planeta, conformando un nuevo esquema general que todavía está en pleno proceso de formación. La defensa del sistema unipolar está quedando basada solamente en el poder militar (los EE.UU. tienen un poder militar que parece ser equivalente al de todos los otros estados juntos). Sin embargo el estancamiento en sus guerras de conquista (Irak, Afganistán) está devaluando sistemáticamente esa aparente superioridad militar. Estos cambios geopolíticos están en algunos casos imbuidos de una faceta cultural, que tiene que ver con el enfrentamiento de visiones cosmogónicas diferentes. Nos estamos refiriendo a la presencia de concepciones del mundo tales como la del Islam o de China que aparecen soterradamente, dando un carácter diferente al occidental al intercambio político, económico o militar globalizado.
 
  1. Ascenso de movimientos sociales El otro fenómeno significativo que ha evolucionado sustancialmente en este período ha sido el arribo de nuevos protagonistas al poder político. En varias partes del planeta, pero sobre todo en Latinoamérica, la década se ha caracterizado por la presencia de movimientos sociales de abajo hacia arriba que están transformando todo el panorama político de la región. Aparentemente los pueblos han descubierto que el voto, que fuera una manera “Light” de mantener el poder de las elites acorde con paradigmas de la modernidad, puede ser usado también para producir cambios sociales. En nuestro continente se está dando (luego de la aparición a finales del siglo pasado de “democracias autoritarias” como las definió un filósofo uruguayo, que habían sustituido a las dictaduras militares de los años 70) el ascenso a través del voto popular de nuevas corrientes de cambio al poder establecido. Así al día de hoy, los gobiernos del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) están en manos de corrientes progresistas que intentan dar a sus gestiones un carácter social, y en Bolivia, Ecuador y Venezuela han arribado al poder corrientes de cambio aún más profundas (que han promovido y logrado reformas  constitucionales). Igualmente a Nicaragua y por el poder del voto han llegado nuevamente al poder los sandinistas. En general estos cambios han sido producto de un poder popular que no se conocía en nuestra región en forma tan generalizada desde los tiempos de la Independencia y están acercándonos aceleradamente hacia la integración (UNASUR, ALBA, Banco del Sur, etc.) y hacia la constitución de un bloque continental de incidencia en el esquema mundial. 
 

En un sistema general como el que la humanidad mantiene hoy en nuestro planeta, altamente interdependiente y en pleno estado caótico2, cualquier alteración en alguna de sus variables es capaz de producir efectos significativos en todo el sistema. Creemos que basta con considerar algunas de las mencionadas y sus variaciones en tan corto período, para podernos colocar en situación de prever que la década que comienza será para todos los habitantes del planeta un período de grandes cambios y reagrupaciones. 

A pesar del sombrío panorama que en principio parecen vaticinar estos cambios, sólo nos resta aportar nuestros esfuerzos y nuestras esperanzas para que ellos sean beneficiosos para toda la humanidad. 

miguelguaglianone@gmail.com 
 


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Miguel Guaglianone

Comunicador, productor creativo, investigador, escritor. Jefe de Redacción del grupo de análisis social, político y cultural Barómetro Internacional.

 miguelguaglianone@gmail.com

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