Creo que todos estamos de acuerdo, en que la operación de inteligencia que dio como resultado el secuestro del señor Granda en Caracas por parte de los servicios de inteligencia del estado colombiano en complicidad con oficiales de las FAN, y su posterior aparición en territorio colombiano, es un hecho que merece ser denunciado ante la comunidad internacional, pues en esencia constituye un acto de piratería internacional que va en contra de las leyes vigentes que regulan las relaciones entre los estados. Sin embargo, viendo que ya la espiral de acusaciones entre las partes ha subido de tono al extremo de meter en el congelador, por iniciativa de Caracas, las relaciones diplomáticas y los grandes negocios mutuos que están en agenda algunos y otros en proceso de ejecución, las partes están metidas en un callejón sin salida, que los obliga a buscar entendimientos y acuerdos, que nuevamente encarrilen las relaciones entre los estados, al margen de las diferencias políticas que evidentemente existen entre los gobiernos.
No podemos negar que hay sectores en Colombia y en el exterior, que están interesados, para sus objetivos políticos y militares en calentar la extensa frontera entre ambos países y por lo demás generar una provocación que dañe las relaciones que se han forjado entre los gobiernos de ambos países. En esta situación de enfrentamiento, no es aconsejable la estridencia verbal en las declaraciones de ambas partes, porque sería abrirle camino a otro tipo de acciones, que fuerzas internacionales y los enemigos internos del proceso están interesados que se produzcan.
Veo con preocupación que figuras de nivel superior de la estructura de las FARC haya caído en las redes de los servicios de inteligencia colombianos, en algo que constituye algo así como un exceso de confianza y por lo demás, en el caso del señor Granda, constituye un acto de irresponsabilidad, pues por su accionar o presencia en territorio venezolano, compromete la neutralidad que debe observar el gobierno venezolano en el conflicto interno colombiano. A finales de diciembre del 2003, a Simón Trinidad lo detectan en Quito, tranquilamente transitando por calles y avenidas, en compañía de sus hijos y al señor Granda lo pillan en Caracas, tomándose un café en las cercanías de la Estación de Metro Bellavista. Ambos, cumpliendo encargos de carácter internacional y por su ubicación en la estructura de mando de las FARC, primero debieron de haber tomado todas las medidas de cobertura necesarias al encontrarse en territorio extranjero, y en especial el señor Granda debió de haber tomado todas las medidas de seguridad para no involucrar, o no afectar, por su presencia en Caracas, las relaciones existentes entre los dos gobiernos. De la misma manera, el gobierno de Venezuela nunca debió de haber aceptado en su territorio a un representante de las FARC, por más que se encuentre en un acto de solidaridad continental con el gobierno bolivariano, promovido por un organismo político, constituido en impulsor de las ideas bolivarianas en el ambiente internacional.
En este asunto hay pecado de todos los involucrados. Colombia nunca debió de haber actuado, por medio de sus organismos seguridad externa, en territorio venezolano, mediante una operación de inteligencia que involucró a oficiales de las FAN y de de la GN, y de la misma manera los cuadros de las FARC, si necesitan movilizarse en el exterior en misiones especiales, deben tomar las medidas de seguridad necesarias y no caer en excesos de confianza que los llevan ahora a prisión y por último el gobierno de Venezuela no debe permitir en su territorio, el libre tránsito de dirigentes revolucionarios de otros países, involucrados en especial, en conflictos armados, salvo que su tránsito o presencia, sea en condiciones de ayuda excepcional debidamente comprobada y acreditada ante organismos internacionales de ayuda humanitaria.
Por un lado, en el caso del gobierno del Presidente Chávez, deben caminar las políticas de estado y por otro lado las obligaciones solidarias de las organizaciones políticas venezolanas. La relación especial que debe mantenerse con Colombia es de naturaleza prioritaria en el marco de las relaciones internacionales de Venezuela, porque en definitiva hay aspectos de seguridad nacional involucrados, además de proyectos conjuntos de desarrollo económico, que han marcado la casi estrecha relación personal entre el Presidente Chávez y su par colombiano.
Dañar todo el marco de las relaciones políticas, económicas y comerciales que con tanto esfuerzo había logrado establecer y consolidar el Presidente Chávez, por la imprudencia de un dirigente revolucionario, como en el caso del señor Granda, por la imprudencia también de fuerzas políticas proclives al chavismo, involucradas en actividades de tipo solidario con el movimiento armado colombiano, da como consecuencia un daño que “por ahora”, que podríamos considerar, en las actuales condiciones, como irreversible.
En consideración a lo expresado, manifiesto mi total acuerdo con la resolución del Partido Comunista de Venezuela, en cuanto se refiere a que, ya es hora de una limpieza profunda y capital en los servicios de seguridad del estado venezolano. Todos los factores que se han conjugado en el secuestro del señor Granda, la facilidad con que actuaron los organismos policiales colombianos, y las debilidades ideológicas que se evidencian en algunos sectores minoritarios de las FAN y de la GN, nos indican que en los organismos de inteligencia y contrainteligencia del gobierno bolivariano hay funcionarios superiores, oficiales y funcionarios de tarea y misiones, que no están a la altura de las circunstancias y peligros por las que está atravesando Venezuela y su proceso revolucionario. Las acciones que emprende el gobierno del Presidente Chávez en todos los campos, y en especial en las relaciones internacionales, deben contar con un suficiente aporte de inteligencia e información política, que facilite el diseño de estrategias adecuadas y una defensa de los intereses nacionales, que en términos reales sea congruente con los objetivos superiores del proceso revolucionario.
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