Mucho se ha especulado sobre el futuro de las empresas del sector aluminio, su rentabilidad, sus constantes conflictos laborales, su productividad, entre otras. Comparar la actual productividad de Sidor con años anteriores nos lleva a la reflexión de cuánto puede mejorar una empresa cuando su objetivo es incrementar cada día más su eficiencia, de manera de generar el mayor cúmulo de felicidades tanto para los accionistas, trabajadores, proveedores, clientes, empleados y sociedad (con esto no quiero afirmar si Sidor da o no da cumplimiento a este paradigma). Nuestras empresas del sector aluminio no están sólo para brindar el mayor cúmulo de felicidades a sus empleados y trabajadores, deben ser tan eficientes que brinden también felicidad a su accionistas (todos los venezolanos), generando recursos para poder cubrir las necesidades acumuladas durante años por el estado venezolano con su ciudadanos; debe también generar satisfacción a los demás integrantes del sistema (incentivar el crecimiento de las cooperativas en el proceso de transformación de la materia prima en productos derivados del aluminio) . Nuestras empresas del aluminio deben ser objeto de un proceso de reestructuración que permita aplanar la estructura y hacerla más eficiente, no entiendo cómo existen Gerencias con tres empleados con niveles de supervisión y existan sólo tres analistas. A nivel sindical se habla de un proceso revolucionario pero tenemos a supervisores que llegan a sacar de utilidades hasta 30 millones de bolívares y algunos como el personal de bomberos y vigilancia que llegan a devengar sueldos mensuales de 2.500.000 bolívares. No puede ser que un supervisor de seguridad e higiene esté amparado bajo el mismo sindicato, ellos tienen la responsabilidad de reportar anomalías en el cumplimiento de los procedimientos, me pregunto: ¿Cuántas veces estos señores han reportado hechos que puedan generar despidos en sus compañeros de sindicato? Nunca, el sistema los convierte en cómplices pasivos. Qué decir de las Gerencias, que durante más de quince años se han convertido en promotores de la improductividad y no han permitido que cada uno de los miembros de estas organizaciones asuma plenamente su responsabilidad ante su empresa y el entorno social que la suscribe (una clara intención privatizadora). Si ustedes comparan los beneficios de las empresas básicas a nivel de profesionales supera con creces las de la industria petrolera, se los dice alguien con propiedad para afirmarlo; nuestra empresa petrolera no paga el colegio de sus empleados, el aporte de vivienda fue suplantado por la no cancelación de los intereses del préstamo para su adquisición, no existe juguetes en diciembre para sus hijos, entre otros; no puede ser que todos los años se amenace con un paro cada vez que no se les aumenta el sueldo o se accede al incremento de beneficios contractuales, nadie niega este derecho pero primero debemos de ser productivos, pensar en los derechos de los demás integrantes del sistema (¿Dónde está la equidad?), para luego poder ver de manera real si con el esfuerzo realizado se ganó el derecho de ser recompensado. Durante años nos hemos preguntado: ¿cuanto ha invertido el estado en las empresas básicas? ¿Cuál ha sido la rentabilidad tanto de un punto de vista social como financiero para el Estado? ¿Por qué ha privado atender los mercados internacionales, quedando en un segundo plano el desarrollo de un mercado nacional de productos derivados del aluminio? ¿Cuánto se dedica de las utilidades de estas empresas al desarrollo de Guayana y a sus procesos de mejoras y expansión? Muchos conocemos las respuestas a estas interrogantes y es por eso que se hace inevitable un proceso de transformación en donde la participación de todos los integrantes del sistema, en especial sus obreros y el pueblo de Guayana, logren hacer de ellas un patrimonio de todos los venezolanos y no de un pequeño grupo de ellos.
(*) Asesor/Profesor de Postgrado en Mercadeo UNEG